Pesca: la gran ocasión
Por Edgardo Madaria Programa de Investigación Geográfico Político Patagónico, Escuela de Ciencias Políticas (UCA)
La Argentina se aproxima a un nuevo cambio de gobierno y el sector pesquero obligará a las nuevas autoridades a tomar decisiones fundamentales, si es que se pretende reordenar la actividad y convertirla en un pujante sector productivo con alta cantidad de personal ocupado y gran influencia en el desarrollo regional.
Frente a la actual crisis, el decisor político se encontrará con dos alternativas opuestas en cuanto a la actitud a adoptar para enfrentar el problema: continuar con medidas coyunturales o retomar la iniciativa política y observar la actual situación no como la lenta agonía de una actividad, sino como una gran oportunidad para el despegue definitivo.
El desafío de implementar el nuevo modelo de regulación (las cuotas individuales de pesca) y de poner en práctica el resto de las normas vigentes en la Ley Federal de Pesca, representan una obligación que las autoridades deberán cumplir, pero también la gran excusa para retomar esa iniciativa y transformar la realidad buscando el bien común.
Es cierto que la reducción de capturas de merluza hubbsi, provocada por la escasez del recurso, significa menor materia prima para procesar en las plantas o bordo de los buques, así como también menor volumen de cuota global a la hora de asignar las cuotas individuales. Pero también es cierto, y está absolutamente demostrado, que la industria pesquera puede ponerse en condiciones de generar productos de alto valor agregado, con gran cantidad de personal ocupado, alto impacto en el desarrollo regional, mayor valor en exportaciones y, fundamentalmente, menor presión sobre el recurso.
El reducido papel que hoy cumple el Estado en la economía, aún le deja margen para inducir a la actividad en ese sentido. Un conjunto de medidas, tal vez con el nombre de «plan» o «programa» de desarrollo pesquero, puede echar por tierra el desorden legal y aclarar definitivamente las reglas de juego. Si a ello se le suma el consenso de las organizaciones empresarias y gremiales, el éxito del plan estaría garantizado. Todo esto es tarea política. Ardua e ingrata para el espíritu individualista de la política moderna, pero apasionante para quien tenga la vocación del verdadero hombre de Estado.
Asignar las cuotas de acuerdo con los parámetros y el espíritu de la Ley Federal de Pesca; mejorar sustancial y comparativamente los reintegros a las exportaciones de productos de alto valor; conquistar nuevos mercados para colocar esos productos; otorgar ventajas impositivas a quienes se adapten al nuevo esquema productivo; mejorar las condiciones laborales (capacitación y estabilidad); promocionar las capturas, el procesamiento y la comercialización de especies alternativas para la flota que deba alejarse de la merluza; son ejemplos de medidas que pueden reactivar definitivamente al sector pesquero. Medidas con las que el Estado retomaría ese papel de conductor o incentivador de una actividad productiva, abandonando el simple papel de arbitrar entre intereses contrapuestos.
En última instancia, la decisión acerca de qué hacer con el sector pesquero es también la decisión sobre qué país será la Argentina: continuar limitándose a desempeñar el triste papel de ofrecer al mundo sus riquezas naturales hasta llegar al agotamiento, o convertirse en un país con actividades productivas sustentables con fuerte impacto en el desarrollo regional.
La Argentina se aproxima a un nuevo cambio de gobierno y el sector pesquero obligará a las nuevas autoridades a tomar decisiones fundamentales, si es que se pretende reordenar la actividad y convertirla en un pujante sector productivo con alta cantidad de personal ocupado y gran influencia en el desarrollo regional.
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