Pese a la devaluación, el dólar sigue corriendo desde atrás

Pocos se atreverían a discutir la relevancia del dólar estadounidense como moneda de cambio global y como refugio de valor frente a las turbulencias de las economías en distintos lugares del mundo. La hegemonía de la que la moneda norteamericana goza desde finales de la II Guerra Mundial no ha logrado ser abortada ni por el euro, ni por el yen japonés, ni por el yuan chino, y mucho menos por la reciente aparición del bitcoin.

En nuestro país, la relación con el dólar tiene toda una historia y una significancia muy particular. Cualquier argentino de entre 30 y 40 años fue testigo a lo largo de su vida de al menos dos megadevaluaciones del tipo de cambio, y podría recitar de memoria las consecuencias que ello tuvo sobre la economía nacional, y sobre su historia en particular. La cultura del “ser argentino” dicta que el dólar es el mejor refugio para los ahorros, que el tipo de cambio nominal a la larga “siempre sube” y que en épocas de crisis quien se guardó los billetes verdes “se salva”. Esa historia de amor-odio entre Argentina y el dólar se sustenta en la estructura de la economía nacional durante el último siglo y medio.

El modelo agroexportador ideado por la generación del 80, liderada por Domingo Faustino Sarmiento, está más vigente que nunca en el 2017. Los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario representan en la actualidad el 70% de las exportaciones nacionales. El precio del dólar es una variable determinante en este esquema. Determina no sólo las ganancias internas del sector más concentrado de la economía: el campo de la Pampa Húmeda. Determina además el grado de competitividad de la producción argentina en el exterior: atraso cambiario, significa que Argentina es cara a los ojos del resto del mundo.

La dinámica de la industria nacional también está atravesada por el tipo de cambio. Los insumos para la producción así como las componentes tecnológicas de las plantas industriales, tienen inexorablemente una componente importada. Acceder a tales bienes, implica realizar pagos en dólares.

La deuda externa es la tercera componente. La recurrente necesidad de financiar los faltantes de divisas recurriendo al mercado financiero internacional durante las últimas cuatro décadas implica que el peso de la deuda y de los intereses ahogue sistemáticamente la economía nacional, que demuestra una y otra vez una incapacidad estructural para generar las divisas que necesita para funcionar.

Atraso

Hablar de atraso cambiario se ha hecho común en la mayoría de los análisis económicos. Pocas veces se explica el significado y las implicancias.

El precio del dólar es uno más de los tantos precios de la economía. Cuando el nivel general de precios avanza a una determinada velocidad, y el precio del dólar lo hace a un ritmo menor, se dice que el dólar está “atrasado”.

Se trata literalmente de una carrera, en la que el precio de la divisa va perdiendo terreno frente al resto de los precios.

La devaluación del tipo de cambio, especialmente cuando la misma tiene lugar de una sola vez, permite al dólar ganar terreno en la carrera frente a los precios. La magnitud de la devaluación determina cuánto terreno recupera el dólar.

Pero a la vez, la devaluación impacta sobre el nivel general de precios. Por los motivos desarrollados al principio, cada vez que sube el dólar hay una inmediata “remarcación” en combustibles, alimentos y servicios. El traslado a precios de la devaluación del dólar se conoce en economía como “pass trough”. A la larga, ese fenómeno termina jugando en contra de la recuperación del dólar, retroalimenta el atraso del tipo de cambio.

Los números

Con la certeza de que hace tiempo el billete verde corre desde atrás a los precios, vale la pena analizar la carrera dólar-inflación durante los últimos años y las complicaciones resultantes.

El infograma adjunto muestra que en 4 de los últimos 6 años la inflación le ganó la carrera al dólar. En el 2012 la inflación fue del 26% y el dólar creció 14%. En el 2014 el resultado fue 37% a 31%, en el 2016 de 37% a 20% y en el 2017 de 22% a 17%. La imagen es todavía más elocuente si se consideran los últimos dos años. En ese lapso la inflación acumulada fue del 67,7%, mientras que la cotización del dólar avanzó sólo 41,3%.

El segundo gráfico muestra la evolución del tipo de cambio real (TCR). Se trata del precio del dólar tomado a precios constantes del 2001, año en que aún estaba vigente el “1 a 1”. Puede observarse cómo durante los últimos 17 años, cada vez que se produce una devaluación, el tipo de cambio real crece de golpe. Se ve con claridad en la salida de la crisis del 2001, pero se observa también en el 2014 y 2016.

En estas dos últimas ocasiones, sin embargo, el salto en el tipo de cambio no fue lo suficientemente grande como para que el TCR se recupere con fuerza. El gráfico permite ver que desde fines del 2011 el TCR se ha mantenido prácticamente constante, fluctuando en una banda que va de $ 0,60 a $ 0,80. En efecto, tras la devaluación de la última semana del 2017 producto del cambio en las metas de inflación, el TCR llegó a $ 0,67. Se trata de un valor muy similar al de junio de 2012 ($ 0,68), que no llega a empardar el registro de diciembre de 2016 ($ 0,69) y que está muy por debajo del valor registrado en diciembre de 2015 tras la salida del cepo cambiario ($ 0,80).

Se trata de un atraso estructural del tipo de cambio. A estas alturas es evidente que la velocidad a la que se reduce la inflación no es la esperada por el gobierno. Asimismo, la devaluación necesaria para recuperar una relación real similar a la del “1 a 1” sería del 48%. Impensado para la actual coyuntura económica y social.

El resultado comienza a ser un problema. El tercer infograma adjunto revela el saldo comercial argentino desde el año 90 en adelante. En los primeros once meses del 2017 el déficit comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones) asciende a u$s 7.656 millones. Se estima que contabilizando el dato de diciembre el rojo total no habrá sido menor a los u$s 9.000 millones el año pasado. Se trata del déficit comercial más alto de los últimos 27 años, aún mayor que los registrados durante la década del 90. De continuar la tendencia se espera un rojo de al menos u$s 12.000 millones en el 2018.

El gráfico permite advertir que el superávit comercial récord registrado en el 2009 coincide con el mejor TCR registrado desde el 2001. Desde ese año en adelante la caída del TCR significó una pérdida sistemática de competitividad.

Vale recalcar que no se trata únicamente de un problema de exportaciones. El atraso no sólo genera que los productos nacionales sean más caros en el exterior. Provoca al mismo tiempo que los bienes y servicios del exterior resulten más baratos en Argentina. El último informe sobre “Intercambio Comercial Argentino” publicado por el Indec es elocuente. Muestra que entre enero y noviembre del 2017 las exportaciones nacionales crecieron un 1,2%, mientras que las importaciones lo hicieron un 19,9%. Para explicar semejante evolución es imposible soslayar el dato acerca de lo “barato” que está el dólar en términos reales. Tampoco se puede omitir la apertura indiscriminada a la entrada de importaciones desde diciembre del 2015 a esta parte.

Datos

La devaluación de diciembre es insuficiente para corregir el atraso estructural que muestra el tipo de cambio desde el 2011.

Datos

u$s 7.656
es el déficit comercial de los primeros once meses del 2017, el más alto de los últimos 27 años.
2009
El último año en que se registró un tipo de cambio real similar a la paridad “1 a 1”.
26,4%
La diferencia entre el crecimiento acumulado del nivel general de precios y el incremento del tipo de cambio, durante los últimos dos años.
La devaluación de diciembre es insuficiente para corregir el atraso estructural que muestra el tipo de cambio desde el 2011.

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