Piscicultura, trucha y afanes policiales

Por Francisco N. Juárez

Los bandidos. Siempre los bandidos. Se acudía a su temible amenaza para amedrentar a pobladores o para incrementar gastos que ayudaban a las administraciones territoriales a clamar por mayor presupuesto. Los gobernadores peticionaban fortalecer la vigilancia de sus apartadas jurisdicciones y, muchas veces, se robustecían sus magras arcas. Es lo que hizo Alejandro Maíz –gobernador de Chubut- en esta semana de 1910 cuando reclamó al ministro del interior y posiblemente lo imitaran sus iguales de Río Negro, Neuquén y Santa Cruz. Peticionaba que tropas del Ejército vigilaran los boquetes de la cordillera porque todavía merodeaban los bandoleros yanquis que habían asaltado la Cooperativa de Arroyo Pescado no lejos de Esquel. Los bandidos servían de excusa a las policías territoriales para todo tipo de exacciones. El tiempo borraba luego la memoria del abuso.

El caso más curioso de una apropiación temporaria -pero improcedente- le sucedió a la estación pionera de piscicultura que funcionaba desde 1904 en Nahuel Huapi, la extensión que nominaba el pequeño poblado establecido donde nace el Limay. Allí, donde comenzó la historia de las truchas implantadas en la Patagonia andina, estaba el modesto criadero junto a un ojo de agua que producía 500 litros por minuto a volumen constante durante todo el año y a una temperatura que oscilaba entre los 9 y 10 grados centígrados. Ya no lo conducía su primitivo cuidador –míster Ormsby- cuando el telegrama (número 7816) recibido desde Bariloche en Rivadavia 827 de Buenos Aires, sede de la oficina de Piscicultura del Ministerio de Agricultura y Ganadería, fue entregado a las 10 de la mañana del 5 de noviembre de 1910, hace exactamente 91 años. El texto era escueto. «Comisario exigió entregue animales piscicultura y mandó a Ñorquinco. Me extraña autoricen para recibirlos sin comunicarme. Saluda, Cándido Azcona», suscribía el encargado de entonces y que lo fue por muchos años.

La apropiación había sucedido un día antes, cuando algunos policías se presentaron al modesto criadero y mencionaron una supuesta autorización para retirar los animales que, entre otros acarreos transportaban cubetas hasta distintos ríos y lagos, cuando la región ni siquiera era parque nacional y los viajes zonales se encaraban en carro o de a caballo.

El telegrama de contestación lo firmó L. H. Valette, quien impuso a Azcona de los términos con que se podía intimar al comisario a devolver los animales. Dos días después del primer telegrama –el 7 a las 18 horas- otra nueva queja de Azcona –esta vez al remitente Valette- arribó a la oficina porteña y dejó la evidencia de «que el comisario mostró orden del Jefe de Policía. No reconoce su telegrama. Azcona». El pequeño incidente se transformó en uno de los tantos embrollos de funcionarios irreductibles que transforman su jurisdicción en bastiones donde parapetan su soberbia. Valette, que estaba a cargo de la división Ganadería Zoología y Policía Veterinaria del ministerio, pateó hacia arriba y verbalmente, pero le pidieron hacerlo por nota. La hizo mecanografiar destinada al Jefe de la División Ganadería que era el doctor José León Suárez. Le contó lo sucedido con «los animales de servicio que poseemos en el criadero de Nahuel Huapi» aludiendo al telegrama que denunció el atropello y que adjuntó a la nota. «Le contesté que nadie había autorizado entregar los animales y hoy –argumento recibido de Azcona- se me dice que la policía ha desconocido mi telegrama y sigue reteniendo los animales…»

Las argumentaciones que señalaban «la gravedad del hecho» por los animales «usurpados» abundaba en reclamos y sugería que León Suárez indicara un procedimiento. Este funcionario –también notable historiador y pedagogo que moriría en 1929- prefirió elevar la demanda al ministro de Agricultura, el doctor Elodoro Lobos.

Fue el propio José León Suarez quien el 9 de noviembre le explicó al ministro que «el comisario de Bariloche se ha llevado sin autorización alguna los caballos que estaban a servicio de la Estación de Piscicultura de Nahuel Huapi». Señalaba que el mismo Jefe de Policía del territorio de Río Negro denegó el reclamo de Azcona. «Se trata, señor Ministro –aclaró José León Suárez- de tres mulos…únicos con que se cuenta para el servicio» y al parecer «dos caballos de un peón». El funcionario reclamaba la intimación al comisario para evitar casos análogos y para no fuera solo una reclamación sino poner en evidencia «el poco valor de las autoridades policiales de ese Territorio y no se repitan los abusos».

El incidente, terminó el 18 de noviembre tras la intervención del Ministerio del Interior (expediente 5441) que intimó a la gobernación y está ordenó el cuidado y entrega inmediata de los animales.

Para entonces, el Nahuel Huapi no era el paraíso de la pesca tal cual se lo divulgó años después y no hacía mucho que sólo reinaban en sus aguas las especies autóctonas de peces.

Fuera de la pesca alimentaria que practicaban algunos aborígenes, lo recreativo tiene un lejano antecedente patagónico. Lo protagonizó el explorador británico George Chaworth Musters cuando en su travesía patagónica junto al cacique Orkeke «vi peces que nadaba perezosamente». Su relato sostiene que al repetirse el avistamiento «soltando el caballo me puse a sacar mis anzuelos y sedales de bagaje a cargo de la señora de Orkeke. Un pedazo de carne hizo las veces de mosca –dato verdaderamente curioso- para el cebo y echándola suavemente en el agua, en breve la mordieron y saqué un pez como de dos libras de peso de la case de las percas» anotó en su diario. Sucedió en el arroyo Apeleg, el 23 de octubre de 1869 no lejos de donde actualmente lo cruza la ruta nacional 40.

Pero las truchas de hoy llegaron luego de un paciente trabajo encargado a John W. Titcomb el jefe de origen sueco a cargo de la División Piscicultura del Bureau Fisheries de los Estados Unidos. Titcomb fue contrato a principios de 1903 y pasó nueve meses estudiando las aguas cordilleranas y fijó su cuartel general en la estancia Tequel Malal del texanos Jarred Jones.

Mucho antes de la Navidad telegrafió el plan de implantación de embriones de truchas. Debían partir desde los Estados Unidos inmediatamente. Titcomb eligió del criadero y con el experimentado cow-boy Jones bajó las aguas del Limay en busca del ferrocarril en Neuquén y pasaron la Navidad en travesía. La Nación del 12 de enero de 1904 dio cuenta desde Neuquén que «procedente del lago Nahuel Huapi llegaron a ésta después de veinte días de viaje en bote por el río Limay los señores J. A Jones, fuerte hacendado de dicho punto y J.W. Titcomb, explorador sueco que regresa después de haber visitado varios lagos cumpliendo una misión que le encomendó el gobierno nacional..» y era la introducción y cría de salmónidos.

Pocos días después –el 19 de enero- desde el puerto de Nueva York partía el piscicultor Eugenio E. Tulián con los embriones. Desembarcados y por tren, el piscicultor viajó en carro a Nahuel Huapi en tiempo récord –8 días- acompañado por su secretario e intérprete: Eduardo Graham. Llegaron el 4 de marzo y tres días después se terminó el traslado desde la cubetas al acondicionado criadero de 1.500.000 huevos de salmón, trucha y white fish. La Nación y La Prensa publicaron el 26 y 28 de marzo el ingreso al lago de 700.000 lozanos white fish, según el primero, y 200.000, según La Prensa. La Nueva Provincia del 20 de junio de 1905 anunció que según míster Ormsby, a cargo de la estación de piscicultura de lago, que el 30 de mayo una de las truchas del criadero puso varios huevos y otras tres estaban por desovar. Tulián, desde Buenos Aires dijo que lo lograron en 14 meses y en el norte se necesitaban 20. Un récord. Para diciembre llegó la familia Wagner, con el chico Sam, que sería el gran guía de pesca (flaco y siempre con el sombrero con que se dejaba fotografiar) El 23 de agosto de 1906 el ministro de agricultura Exequiel Ramos Mejía se apresuró a pedir a los gobernadores de la región (expediente 4674 A) la conveniencia de «prohibir la pesca en el lago Nahuel Huapi y los ríos de sus proximidades a fin de evitar la destrucción de las diversas especies de peces que se trata de desarrollar en esos parajes»

fnjuarez@interlink.com.ar

Sociales de esta semana

• El 5 de noviembre de 1898, Manuel Marín Marín, chileno, de 25 años, soltero, sin domicilio -sus padres Juan Marín y Mercedes Marín vivían a orillas del Limay- denunció el nacimiento de Modesta, hija natural.

• El 9 de noviembre de 1899 Juan Fulberto Garay, 29 francés, domiciliado en la costa del Limay, hijo de Pedro Garay y de Leonie Lalann, declaró que el 6 a las 21 nació Carlos Fulberto, hijo legítimo del declarante y su esposa Glarifa Villanueva, de 24 años, chilena.

• El 5 de noviembre de 1939 se inauguró el Cine Central de Fernando Alvarez con la película nacional «De la Sierra al Valle» con entreactos de la orquesta de Osvaldo Pugliese, primer gran acontecimiento tanguero de la ciudad.

Coincidió con la presencia de 3 buzos de la Armada llegados para reemplazarle las hélices a la motonave Modesta Victoria, ya que se carecía de varadero o dique de carena para una nave de ese tonelaje.

Fue el primer trabajo en su tipo hecho en toda Sudamérica.

• El 8 de noviembre de 1939 volcó en el Km. 12 del camino al Llao-Llao un camión con 28 obreros que trabajaban en obras frente al hotel Parque, y venían de Pichi Mahuida. Hubo un muerto y varios heridos.

• En esta semana de 1940 regresó el suboficial de la Armada Miguel Crivisky para comandar por buceo nuevas reparaciones al Modesta Victoria. Es colaborador periodístico de La Nueva Provincia, cuyo director propietario, Enrique Julio, acababa de fallecer en Bahía Blanca.


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