PJ-Encuentro: hoy sólo miradas

La posibilidad de convergir hacia las urnas en el 2007 se habla en diferentes tonos

Hablando desde su metro cincuenta y cinco, la socióloga María Celeste Ratto provocó escozor entre el grupo de máximos dirigentes de Encuentro de los Rionegrinos que la escuchaba.

– No se hagan ilusiones… lo más estimable es que en el 2007 sigan siendo la tercera fuerza política de la provincia… ¡no más! -les dijo. Y acotó:

– Sólo buscando identificaciones con el peronismo pueden participar en la fractura del bipartidismo provincial…

Ratto estampó las conclusiones luego de un riguroso desmenuzar de ecuaciones y variables extraídas del comportamiento electoral de los rionegrinos.

Todo sucedió en Roca días atrás. Ratto había llegado como miembro del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (CEPES) que lidera Carlos Alvarez y algunos de cuyos equipos técnicos conduce Juan Manuel Abal Medina (hijo).

El CEPES fue contratado por Encuentro para sumar reflexiones y forjar opinión sobre la reforma del sistema político rionegrino que alienta la administración Saiz.

Pero, ¿hay alguna posibilidad de que, de cara al 2007, el PJ y Encuentro converjan juntos a las urnas en procura de quebrar la hegemonía radical?

En ambas fuerzas se destaca casi al unísono que es prematuro reflexionar sobre el tema. Pero inmediatamente, a media voz, orillando el tono conspirativo, se agrega: «Y… hablar se habla».

Y de tanto en tanto, calibrando expresiones, desde las mismas cúpulas de los dos partidos se aborda el tema. «¡Yo no la descarto!», dice el timonero de Encuentro, Julio Arriaga, cuando se le pregunta sobre la eventual convergencia.

«¡Yo tampoco!», le respondió el peronista y senador nacional Miguel Pichetto, aspirante a gobernador.

Y por debajo de ellos, se sazonan opiniones nunca negativas a la convergencia, aunque se expresen desde dudas.

– En un punto dado de la historia por venir seguramente nos encontraremos con esta cuestión… sería necio negarse a tratar el tema -opina el legislador por Encuentro Luis di Giácomo.

Junto con su par de bancada Carlos Valeri, Di Giácomo lidera el grupo de dirigentes del arriaguismo más proclive a no negarse a hablar del tema.

– Me traiciona mi profesión de psiquiatra: lo que no se habla, vuelve y perjudica -sostiene.

Pero con Valeri acepta que a hoy, Encuentro tiene una prioridad excluyente: instalarse en el conjunto de la geografía rionegrina.

– Si el futuro nos depara un acuerdo con el PJ, tenemos que a ir hacia ese futuro con el partido bien organizado y con presencia de poder…

Sin dejar de coincidir con este punto de vista, el presidente y el secretario del bloque legislativo de Encuentro -Fabián Gatti y Luis Bardeggia- suman un temor: la naturaleza agitada que define la vida interna del peronismo rionegrino.

– No podemos caer presas de ese torbellino -admiten, pero también reconocen que ese diagnóstico se extrae más de la historia del PJ que de la cohesión que se insinúa hoy entre sus filas.

En el justicialismo, en tanto, la eventual convergencia electoral es reflexionada en términos menos cautelosos. Se aborda desde la perspectiva de acumulación de poder y de lo que esto implica como potencial factor transformador.

– Encuentro y nosotros nos necesitamos… lo contrario es seguir expuestos a que la historia se repita… más radicalismo, más régimen -es, el síntesis, la opinión del PJ.

Perfiles: Y en el medio, dos ásperos

Carlos Soria desde el peronismo.

Julio Arriaga desde Encuentro.

En estas dos figuras se sintetizan los enconos y asperezas más extremos ubicables en las conducciones de ambas fuerzas.

Crispaciones que vienen de lejos.

Hoy sólo atemperadas porque en la dialéctica que es propia de la política, los dos están situados en escenarios por ahora ajenos a colisiones. Soria, intendente de Roca. Arriaga, en su consultorio de médico y pronto a ser presidente del Frente Grande, fuerza alrededor de la cual se vertebra Encuentro.

¿Cómo emergió el entrevero y cómo se cristalizó?

Devino de esa particularidad que, en definición de Joaquín Morales Solá, suelen tener los políticos argentinos: tener el inconsciente muy cerca de los labios.

Así, cuando la campaña electoral para las elecciones del 2003 comenzaba a balbucear, Soria y Arriaga se relacionaron desde irritaciones y enojos.

En no pocas oportunidades Soria buscó a Arriaga hablando desde sitios muy cercanos a las cavernas de la racionalidad. Un sitio donde domina el discurso excluyente y descalificador.

Y Arriaga respondió desde espacios menos rústicos. Pero con la misma carga de desprecio.

En ese ida y vuelta nada podía ser diferente de lo que fue.

Porque Soria y Arriaga tienen, desde los contenidos de sus personalidades, mucho en común. Desde ese escalón quizá sólo se diferencian en materia de fobias. Soria, a los aviones. Arriaga, a cualquier expresión ruidosa que lo cuestione.

Por lo demás, comparten con igual entusiasmo la reacción impulsiva, colérica.

¿Cuánto poder tienen ambos en sus propios partidos?

Soria no sintetiza todo el poder del peronismo rionegrino. Pero sí una cuota de mucha significación. La restante está en manos de Miguel Pichetto, su cauto socio en el conjunto del partido.

Por debajo de ellos, sustancias no relevantes de poder.

Por su parte, Arriaga lidera Encuentro.

Pero al dejar la intendencia de Cipolletti, perdió protagonismo en la cotidianidad de la política. Ya no se relaciona con la gente vía un sistema de decisión institucional. Y aun siendo leales a él, a su alrededor Arriaga tiene poderes políticos emergentes. Lo es Alberto Weretilneck, su heredero en la comuna cipoleña. Y también lo expresan los seis legisladores de Encuentro.

Así están Soria y Arriaga en la interioridad de sus propias carpas. Lugares donde todo dice que ante una eventual convergencia entre sus respectivos partidos, ambos están decididos a situar su entrevero personal en la perspectiva que les brinda el sentido común.

Entonces -dice cada uno en su tono-, ese entrevero no condicionará un eventual avance hacia la convergencia.

Claro, lo eventual todavía está lejos.


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