Poca luz
Por Carlos Torrengo
Volvió el color a la piel del gobierno rionegrino.
Y volvió a modo de pintura surrealista: como un estallido de ganas contenidas.
La revulsión dérmica tiene un motivo: el acuerdo que Río Negro firmará con Nación para refinanciar la deuda a dos años.
En los hechos significa que por un tiempo -nada más que por un tiempo- a la administración Verani se le reducen las urgencias financieras.
Lapso apropiado para avanzar en el ordenamiento de los números de la provincia. ¿Pero tiene el gobierno un plan estratégico conducente a ese fin?
Desde el poder se sostenía ayer que el contenido mismo del acuerdo a firmarse con Nación es en sí una obligación de ordenamiento.
Es cierto.
Pero no lo es menos que el acuerdo nace generando sospechas. Veamos.
¿Por qué razón el gobierno rionegrino solicitó a Nación mantener en secreto el contenido del acuerdo? El jefe de asesores de la Secretaría de Programación Económica Regional de la Nación, Carlos Bravo, fue claro:
– ¿No hubiese sido mucho más transparente dar a conocer las metas a las que quieren llegar las provincias y cómo van a acceder a las mismas?- le preguntó este diario.
– Puede ser, pero se respetó el pedido de los gobernadores- fue la respuesta.
¿Desde qué punto se puede legitimar este reclamo de silencio? ¿Por qué no dar a conocer todos los términos en que se fue avanzando y concretando la coincidencia con Nación? ¿Acaso el acuerdo no atañe a recursos y expectativas del conjunto de los rionegrinos? ¿Por qué la administración De la Rúa se compromete a otorgar ese silencio, compromiso que marcha a contramano de su ventilada decisión de transformar en cristal puro cada acción del poder?
El celo por mantener en secreto el acuerdo dislocó los nervios de varios planos del gobierno provincial.
El viernes, desde el gabinete se intentó incluso desmentir una información suministrada por este diario: el compromiso con nación implica que Río Negro pode 15 millones de la masa salarial.
– ¡Eso no es cierto!- sentenció un importante funcionario.
Horas después, Nación ratificaba la información.
«Cuando hay secreto hay maraña», dijo Lisandro de la Torre en los días en que el régimen Agustín P. Justo maniobraba para evitar que se conociera en toda su extensión el polémico Tratado Roca – Runciman.
¿Por qué teme el gobierno rionegrino que se conozca el compromiso a reducir en 15 millones anuales la masa salarial?
Desde el poder se insinuó a este diario que las medidas para lograr ese objetivo son tan duras, que «no se quiere revolver el avispero».
Argumento insólito. Porque si el gobierno tiene realmente decisión de ajuste a fondo, en algún momento y en términos inexorables, tendrá que colisionar con el «avispero».
Y ahí se medirá la calidad de su voluntad política.
Porque la política no siempre es el arte de lo posible. Suele ser el arte de lo que se tiene la voluntad de que sea.
Hay incluso una expresión de Bravo que convoca a la reflexión. Dijo que el acuerdo no se hará público porque «algunas provincias están comprometidas a efectuar reducción de personal y no quieren provocar una masiva preocupación en los empleados públicos».
Está Río Negro incluida entre las que no reducirán personal. ¿Entonces para qué adhirió al secreto?
Pero hay otra respuesta para todo este interrogante: es posible que el gobierno no esté dispuesto a llevar a cabo las incisiones que quizá le reclame el acuerdo con Nación. En consecuencia, necesita que la letra chica del acuerdo pase lo más inadvertida posible. Paso previo para los dibujos ulteriores de los números.
No es una conclusión aventurada si se computa la desigual predisposición y la pérdida de tiempo con la que el gobierno provincial maneja todo lo concerniente al ajuste de las finanzas públicas.
Desde el poder se sentencia que ningún desliz ni incumplimiento es posible. «El reaseguro está dado por el hecho de que Nación monitoreará las cuentas provinciales», se acota.
– Quien no cumple con las metas, queda fuera del acuerdo- dice Bravo.
Es posible.
Como también que las necesidades políticas que tiene el gobierno nacional generen disimulos si la provincia no cumple.
Máxime tratándose de Río Negro, una provincia gobernada por un radicalismo con el cual Fernando de la Rúa parece tener una relación de afecto muy especial.
Tan especial que hasta genera envidia en otros gobiernos radicales del país.
Un caso. El oficialismo catamarqueño -radical- está sorprendido por el trato que reciben sus correligionarios rionegrinos del gobierno nacional. Días atrás, funcionarios de aquella provincia se quejaban amargamente. «En tres días nos cortó los diferimentos impositivos, la promoción industrial y modificó la ley de Minería», señalaron ante «Río Negro».
Y luego deslizaron una premonición inquietante: «De la mano de De la Rúa, Río Negro será La Rioja de Carlos Menem».
Pero volvamos a la letra chica del acuerdo que se firmará con Nación.
¿Por qué tanto secreto cuando tiene que pasar por la Legislatura?
Todo indica que llegado ese momento, morirá el secreto.
O claro, existe otra posibilidad: que avalado por la abrumadora mayoría que tiene el oficialismo en ese recinto, el tratamiento sea más fugaz que un suspiro.
Como en los días del régimen.
Volvió el color a la piel del gobierno rionegrino.
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