Podrían llegar a mil los muertos en Uzbekistán
Una ong dijo haber relevado el sitio donde el ejército reprimió a civiles.
TASHKENT (AFP) – La presión sobre el primer ministro uzbeko Islam Karimov se acentuó ayer mientras una organización internacional cifró en 1.000 el número de muertos provocados por las represiones sangrientas la semana pasada en Andizán, al este de Uzbekistán.
En tanto, tropas uzbecas retomaron ayer el control de una localidad oriental y detuvieron a líderes islamistas locales, seis días después de la masacre.
La Federación internacional de Helsinki para los derechos humanos (IHF), que agrupa a unas cuarenta organizaciones no gubernamentales (ong's) estimó que hasta 1.000 civiles podrían haber muerto por las fuerzas de seguridad.
El presidente de la Sociedad de derechos humanos de Uzbekistán, Talik Yabukov, dijo que 700 personas murieron en Andizán, 200 en Pahkta y otras 100 cerca de la frontera con Kirguizistán, y predijo que habrá un levantamiento contra el régimen del presidente Islam Karimov. «Habrá una revuelta en Uzbekistán, esa es mi intuición», dijo a periodistas.
Retoman la ciudad ocupada
Las fuerzas uzbekas retomaron ayer el control de Kara-Suu, en la frontera con Kirguizistán, donde los manifestantes uzbekos prendieron fuego a los edificios oficiales hace algunos días, e hicieron huir a las autoridades locales, la policía y los guardias fronterizos.
Ayer, los guardias fronterizos uzbekos y la policía regresaron a esta ciudad de 30.000 habitantes, dividida por un puente, patrullada por soldados y sobrevolada por helicópteros.
Tres dirigentes del movimiento de protesta local que provocó los disturbios en Kara-Suu, entre ellos Bajtiar Rajimov, presentado como jefe de los radicales islamistas de la localidad, y su adjunto, fueron detenidos por las fuerzas uzbekas, según varios habitantes de la ciudad.
«Dicen que son fanáticos. Pero no es verdad», declaró Alim, de 35 años, un vendedor de verduras procedente de la parte uzbeka de la ciudad.
El régimen de Islam Karimov, que rechaza los testimonios y los balances de la oposición de al menos 745 muertos tras la represión de la insurrección (169 muertos según las autoridades), organizó el miércoles una visita relámpago a Andizán para diplomáticos y periodistas extranjeros.
Sin embargo, no consiguió convencer, y la presión internacional se acentuó sobre el poder uzbeko.
El ministro británico de Exteriores, Jack Straw, pidió una investigación independiente, lo mismo que la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Louise Arbour, y la comisaría europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner. Estados Unidos, aliado de Uzbekistán desde 2001, manifestó su deseo de que se lleve a cabo una investigación «creíble y transparente» sin excluir que tuviera un carácter internacional.
«Estoy convencido de que la comunidad internacional estará dispuesta a participar en este proceso, apoyándolo o ejecutándolo», dijo el portavoz del departamento de Estado norteamericano Richard Boucher.
Un dirigente de la oposición uzbeka en el exilio, Mukhammad Salij, desestimó las afirmaciones del poder repetidas por analistas, según las cuales una caída del presidente Karimov culminaría inevitablemente en la llegada al poder de los islamistas radicales. Salij afirmó que un islam moderado es una de las características de Uzbekistán, pero que la represión del gobierno de Karimov ha ido provocando una radicalización. Desde hace años, los defensores de los derechos humanos denuncian al gobierno de Tashkent que, con el pretexto de luchar contra el islam radical, ataca a todos los movimientos religiosos y a la oposición.
Temor y cautela en 'el puente de la vida'
KARA-SUU, Kirguizistán (AFP) – Uno a uno, los uzbekos, con los brazos cargados de mercancías, cruzan el puente de frontera de Kara-Suu y muestran sus pasaportes a los guardias fronterizos uzbekos que acaban de retomar sus posiciones frente a sus colegas kirguises, tras haber sido echados por insurgentes.
El gesto puede parecer simple. Pero durante seis años, cuando el puente que une las dos márgenes de esta ciudad mitad kirguisa mitad uzbeka había sido destruido por las autoridades uzbekas, que querían limitar los intercambios, los habitantes tuvieron que utilizar la imaginación para cruzar el canal. Tendiendo un cable para unir los márgenes, los pobladores se deslizaban así en un cesto metálico con sus mercancías para llegar, del lado kirguís, al mayor bazar de la región y pulmón económico de la ciudad.
Después de la sangrienta revuelta y represión del viernes pasado en Andizán, al este de Uzbekistán, la insurrección ganó Kara-Suu. En efecto, insurgentes uzbekos echaron a las autoridades e incendiaron edificios públicos, mientras que algunos habitantes reconstruyeron el puente que une las dos partes de la ciudad.
Unos pocos días de ausencia de la policía alcanzaron para que la población retomara sus costumbres de la década pasada. Los uzbekos vienen a vender fruta y verdura en el bazar kirguís a cambio de algunos soms (la moneda local), o a comprar productos manufacturados chinos a buen precio.
Los kirguises cruzan al otro lado para comprar verdura o visitar familiares. «El bazar es el corazón de la ciudad. Su vida. (El presidente uzbeko Islam) Karimov no quiere que el pueblo comercie, que se enriquezca. No tiene piedad», se queja Nazar, chofer de taxi y comerciante, cuyo hermano vive del lado uzbeko. «Todos los años hay personas que mueren cayendo del cable, pero a (Karimov) no le importa. Quiere limitar los puntos de pasaje para ganar 50% de impuestos sobre las mercancías», añadió.
La llegada al puente de guardafronteras kirguises y la de los uzbekos el jueves preocupa a los habitantes. Por ahora, cruzan mostrando simplemente lo que transportan, pero temen que el puente sea nuevamente cerrado. «Si vuelven a cerrar el puente, no habrá más dinero. Las personas vienen a trabajar, sin el puente el 60% de la gente está desempleada y se muere de hambre», explica Ergach, un comerciante.
TASHKENT (AFP) - La presión sobre el primer ministro uzbeko Islam Karimov se acentuó ayer mientras una organización internacional cifró en 1.000 el número de muertos provocados por las represiones sangrientas la semana pasada en Andizán, al este de Uzbekistán.
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