A 30 años de un intento de secuestro que conmovió a Jacobacci

“Río Negro” reconstruyó el hecho con el testimonio del principal protagonista y con uno de los policías que actuó para salvarlo.

Hace casi 30 años, un hecho delictivo sin precedentes sacudía a la comunidad jacobacina. La habitual tranquilidad que caracteriza a estos pueblos se alteró ante un cinematográfico intento de secuestro de un nene de 11 años, hijo de una conocida y (en aquel momento) acaudalada familia de Jacobacci, que fue abortado por la policía al enfrentarse a los tiros con los secuestradores. Aquel suceso quedó grabado a fuego en la memoria colectiva de los vecinos.

“Río Negro” reconstruyó el hecho con el testimonio del principal protagonista, Alfredo José Luis Abi Saad, y con uno de los policías que actuó para salvarlo.

Cuando el sol todavía no asomaba, aquella fría mañana del 18 de agosto de 1988, Alfredito Abi Saad salía de su casa minutos después de las 8 y se dirigía a la Escuela Primaria N° 134, que estaba a unos 150 metros. Para cortar camino, el nene cruzaba un baldío, con su portafolio y resguardándose del frío. Todo indicaba que ese día iba a ser como tantos en los que llegaría a la escuela y se reencontraría con sus compañeros para jugar y divertirse.

En medio del trayecto un Renault 18 en el que iban dos hombres se fue acercando desde atrás y se le puso a la par. De pronto, el auto se detuvo y del interior un hombre le preguntó si conocía a la directora de la escuela y, como él dijo que sí, le pidió que le entregara un papel.

El otro secuestrador tomó una foto que tenía en el cenicero del auto, chequeó que se trataba del nene que estaban buscando, se bajó, lo sujetó y lo introdujo a fuerza en el vehículo.

Dos viejos conocidos

La policía estaba alertada de la presencia de Mario “Cepillo” Rial y Miguel Ángel Michiardi, dos conocidos delincuentes que actuaban en la zona de Roca pero estaban planeando “un golpe” en Jacobacci.

Por eso los estaban vigilando, y apenas secuestraron al nene comenzaron a seguirlos. En la persecución el comisario Carlos Aravena, quien era el jefe de la Unidad 14ª, recibió un balazo. A pesar de ello, los sujetos fueron atrapados, y luego llevados a juicio. (Ver aparte)

“Estaba llegando a la escuela… me faltaban pocos metros y vi pasar un auto, pero no le presté atención. De pronto se me acercó y paró a mi lado. Uno de los ocupantes, no recuerdo quién era, me preguntó por la directora y si le podía entregar una nota. Me acerqué y le dije que sí. Entonces veo que uno de ellos saca algo del cenicero que después me enteré que era una foto mía y se baja, me sujeta, me introduce de cabeza en la parte trasera y me tapa la boca con un trapo. A partir de allí el auto empieza a circular. Yo no pude ver nada. Hizo unas cuadras, de pronto paró y uno de ellos me pide que me baje. Lo hice y me fui caminado a la escuela como todos los días. En ese momento no entendí nada”, recuerda Alfredo Abi Saad, actualmente de 41 años.

En aquel momento, cursaba el sexto grado y su familia, una de las tradicionales de Jacobacci, pasaba por un muy buen momento económico. Campos, miles de ovejas, cabras y varias cosechas de lana y pelo de chivo eran parte de la fortuna.

“Cuando llegué a la escuela, le conté a un compañero y la directora no me creyó. Me dijo ‘Dejate de ver películas. Estas viendo muchas películas vos’. Después viene la Gallega (María Ester Mingot, quien trabajaba como portera) y también le conté. Un rato después llegaron a la escuela mis hermanas y un tío y me fui con ellos a casa porque mis padres estaban en Bahía Blanca. Después me enteré que como mi familia tenían unas cosechas de lana querían secuestrarme y pedir un rescate. También supe lo que sucedía afuera con la policía y los delincuentes que se andaban tiroteando”, relató el hombre.

Las secuelas

Abi Saad afirma que a pesar de la corta edad que tenía el hecho no le significó un trauma, aunque admitió que “cuando veía alguna persona desconocida en el pueblo, me surgía una sensación medio extraña… pero con el paso de los años se me fue”.

Dos años después, Abi Saad volvió a revivir aquellas escenas en el juicio que se desarrolló ante un gimnasio municipal de Jacobacci colmado.

“Hace unos diez años me encontré con el comisario Aravena. No lo veía desde el hecho porque al poco tiempo lo trasladaron a otra ciudad. Si bien los dos estamos muy cambiados, enseguida nos conocimos. Estaba de vacaciones y pasó por Jacobacci. Nos encontramos en el club Huahuel Niyeo y volvimos a recordar todo. Hoy todo eso es sólo es un recuerdo”, asegura.

Fuente: Archivo diario “Río Negro”

14 años para Michardi y 8 para Rial

“Sentí que mi vida también estaba en peligro”

Un día antes del frustrado secuestro todos los policías de Jacobacci fueron convocados por el jefe de la Unidad 14ª. Incluso aquellos que estaban de franco tuvieron que presentarse a cumplir funciones. Entre ellos el sargento, Juan Carlos Ekerman, quien se desempeñaba allí desde 1982. Casi 30 años después recordó cómo fue esa fría mañana.

“Nos llamaron a todos. Éramos entre 15 y 17 policías. Estaba de franco, pero recibimos la información de que estábamos ‘recargados de servicio’. Nos presentamos en la comisaría y no sabíamos cuál era el motivo… Después nos enteramos que había sospechas de que malvivientes iban a llegar a Jacobacci a cometer un delito. No se sabía si venían a robar un banco… no se sabía nada. Al otro día muy temprano, el comisario Carlos Aravena me dice que me tenía que apostar, junto a mi compañero Velázquez, en la esquina de Elordi y Carriego. Fui en mi vehículo particular, un Fiat 128, y estacionamos en un espacio que había entre unas viviendas”, recuerda.

La mañana del hecho todavía era oscura y a medida que se acercaban el horario de ingreso al colegio, a las 8:15, lentamente comenzaba a aclarar. Ekerman recordó que Velázquez se bajó del auto y realizó una inspección ocular en la zona. “Cuando se baja mi compañero, veo a varias cuadras un vehículo que se nos acercaba por la calle Carriego, en dirección este-oeste, muy despacio y con la balizas encendidas. Ahí tuve un presentimiento. Dobló por Elordi y se le acercó al niño que iba con su guardapolvo para la escuela. Veo que baja una persona, habla unas palabras, lo agarra y lo introduce de cabeza adentro del vehículo. Ahí me desespero porque no teníamos handy ni teléfonos celulares para avisarle al jefe. Entonces salimos en mi auto a buscarlo. En este momento yo no sabía quién era el menor”, añade.

Ekerman detalló que a partir de allí la policía realizó un cerrojo de las calles en ese sector del pueblo y también las salidas de la ciudad.

En la calle Hornos, el comisario Aravena paró la camioneta porque era del pueblo y le preguntó al conductor si no había visto a los dos sujetos. “Nosotros con mi compañero estábamos llegando al lugar y cuando estábamos bajándonos del auto escuchamos un tiro y vimos cómo el comisario se caía de espalda. Le habían disparado. En ese momento, dos tipos salieron de la camioneta y empezaron a correr para la zona de El Mallín y a disparar contra nosotros. En mi vehículo quedaron dos impactos de bala”.

“Rial estaba escondido entre unos pajonales y Michiardi se había metido en una letrina, había sacado unas tablas del piso y se había tirado al pozo, que estaba todo lleno de excremento…”, recordó el policía.

Ambos fueron alojados una semana en la Unidad 14ª y con custodia permanente. Se la pasaban haciendo ejercicios. También intentaron hacer un hueco en la pared para escaparse.

Juan Carlos Ekerman recibió una orden de mérito y fue ascendido.

Datos

Miguel Ángel Michiardi fue condenado a 14 años de prisión y Mario “Cepillo” Rial a 8 por “secuestro extorsivo y de homicidio en grado de tentativa”. El juicio se hizo en octubre de 1990 en el Gimnasio Municipal de Jacobacci que lució colmado. Alfredo Abi Saad, quien tenía 13 años, fue el primero en declarar.
Rial y Michiardi negaron el propósito extorsivo y adjudicaron la responsabilidad a Aníbal Clerici, también imputado en la causa, pero muerto en enero de ese año en un intento de fuga del penal de Bariloche.
Rial estuvo preso no sólo por este intento de secuestro sino además por varios hechos delictivos. Estuvo radicado en Roca mucho tiempo, lugar donde cumplió buena parte de su condena.
En noviembre de 2003, cuando ya estaba en libertad, intentó asaltar una casa ubicada frente a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en Roca, a plena luz del día. Tras un tiroteo, Rial fue herido en una pierna y junto con su cómplice se entregó a la policía.
En diciembre de 2012 fue baleado en un complejo de piezas de alquiler conocido como La Rosadita, en el barrio Belgrano, de Roca.
Recibió un tiro en el abdomen, uno en un brazo y otro en una pierna.
Se recuperó, a medias, pero igual continuó delinquiendo. En julio de 2014, ya con 42 años, estaba en el penal de Choele Choel cuando recibió graves heridas y debió ser trasladado al hospital de Roca. Con su bolsa de colostomía a cuestas y sin custodia policial a la vista, se escapó caminando del edificio.
Actualmente se encuentra en libertad, en Valle Medio.
La policía de Jacobacci tenía información certera sobre el ilícito que se planeaba cometer, obtenida por efectivos de la Unidad 21ª de Roca.
Rial y Michiardi habían abandonado el Renault 18 y se subieron a una camioneta en cuyo interior se encontraba Damián Uribe, un vecino de Jacobacci, quien declaró en el juicio que los sujetos le había pedido que los llevara hasta la Escuela 134 porque se habían quedado sin nafta.

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