El robo que quebró la calma del paraje donde “nunca pasa nada”

Fue en el 2009, en Paja Alta, cerca de Valcheta. Un matrimonio de ganaderos y su peón fueron salvajemente atacados por seis personas que les quitaron parte del dinero de venta de animales.

Paja Alta es uno de esos lugares donde “nunca pasa nada”. Pero como suele ocurrir con estos sitios, cuando algo pasa, pasa. Y en eso este paraje no fue la excepción. Porque de registrar apenas uno que otro altercado por el robo de algún vacuno, pasó, un día de octubre de 2009, a convertirse en el escenario de un asalto de película. En un hecho muy violento, seis ladrones se alzaron con parte de los dólares que un matrimonio de la zona obtuvo por la venta de unas cabezas de ganado, en el marco de un plan tan estudiado que se llevó a cabo cuando en Valcheta, la localidad más próxima, se celebraba su aniversario. Precisamente por esa actividad, los policías centraban su energía en la custodia de los funcionarios provinciales que habían llegado de visita.

Las víctimas quedaron tan traumadas, que no quieren ni recordar el hecho. Menos volver a contar lo sucedido.

Ángel Lucero, el hermano de Jacinto, uno de los damnificados, aceptó la charla y recordó lo vivido por su familia.

“Como estaba el gobernador (que por ese año era el radical Miguel Saiz) la policía adujo que la mayor parte de los efectivos se estaban utilizando para controlar que nada ocurriera durante los festejos. La verdad es que para nosotros no se actuó como se tendría que haber actuado, haciendo un ‘anillo’ (operativo cerrojo, como se lo conoce en la jerga policial) para que los ladrones no pudieran abandonar el área. Ese ‘anillo’ nunca existió. Y por eso jamás se detuvo a nadie por lo ocurrido” recordó Ángel.

El hombre recuerda el hecho como “si hubiera pasado ayer”. Y lamenta cada detalle del episodio, que provocó que desde entonces su hermano y su cuñada , no pudieran “recuperarse del miedo que les provocó tanta violencia”.

Todo pasó en el establecimiento rural Santa Ana, ubicado en Paja Alta, a 30 km de Valcheta. Ese campo está sobre el camino que conduce al paraje Chipauquil. Allí viven Jacinto Lucero (70 años) y su esposa (67), que por entonces contaban con 61 y 58. En el momento del asalto se encontraba con ellos un peón, que también fue atacado. El único hijo de la pareja (31 años al momento del robo) los encontró, al día siguiente, en estado de shock.

“Es que fueron maniatados, encapuchados y golpeados. Hubo mucha agresión” apuntó Ángel.

El hecho

El reloj marcaba las 3 de la madrugada de un martes. Una pareja, que actuó a cara descubierta, los sorprendió en la vivienda que poseen en el campo. Alegaron ser policías, que estaban trabajando de civil. Y con ese pretexto se ganaron la confianza del matrimonio y del peón. El hombre y la mujer, al conseguir que se les habilitara el ingreso, sacaron de entre sus ropas armas de fuego con las que amenazaron al grupo. Utilizaron cadenas y alambre para atarlos. Las manos se las sujetaron con precintos. Y les colocaron capuchas para cubrirles las cabezas.

Luego hicieron ingresar a sus cómplices. Las voces que Jacinto escuchó, mientras era torturado a golpes para que revelara el lugar en el que ocultaba el dinero, fueron las que guiaron a la policía a presumir que, en total, habrían sido seis los atacantes. La pareja inicial y otra mujer, además de tres varones más.

“Mi cuñada también fue golpeada. Les pegaban, a ella y a mi hermano, y les pedían a los gritos que les dijeran dónde estaba la plata. La mayoría la tenían en el banco. En la casa había 3.000 dólares, que fue lo que se llevaron” rememoró Ángel.

En el paraje no existe señal de celular. Y los escasos 60 habitantes que posee, se encuentran separados por grandes distancias. “Por eso –apuntó Lucero– una vez que se alzaron con la plata y se fueron, ellos, atados como estaban, no tuvieron forma de pedir ayuda”.

Fue el hijo de las familia, a las 8 de la mañana del otro día, quien halló la terrible escena. Sus padres, junto al peón, estaban heridos, atados y presos del pánico. “Mi sobrino vivía en Valcheta. Ante lo ocurrido regresó y efectuó la denuncia en la comisaría 15”, apuntó el hombre.

Para entonces no había mucho qué hacer. “El viento había borrado los rastros del vehículo en el que se dieron a la fuga. Que se presume que fue un auto. Y además, con el aniversario del pueblo encima, la policía estaba atenta a otra cosa” detalló Lucero, sin ocultar su disgusto.

En los días posteriores el comisario César Curiqueo (que lideraba el destacamento 15) trabajó junto con la Brigada de Investigaciones de San Antonio Oeste. Cotejaron las huellas recogidas en el establecimiento rural con las fichas de individuos que poseían antecedentes en la zona. Pero nada surgió.

A 9 años de ese violento robo en un lugar donde “nunca pasa nada”, todo sigue siendo una incógnita. “Suponemos que alguien filtró el dato de la venta del ganado. Y siempre aparecen delincuentes que son pícaros y rápidos para actuar” opinó Ángel. Que volvió a lamentar que el hecho “dejó muy mal a mi hermano. Es que, anímicamente, no te recuperás nunca de semejante experiencia” finalizó con bronca.

“La verdad es que para nosotros no se actuó como se tendría que haber actuado [la policía], haciendo un ‘anillo’ [operativo cerrojo]”,

recordó Ángel Lucero, hermano de una de las víctimas.

Los policías de Valcheta estaban abocados al aniversario.

Un robo sin esclarecer

El violento robo al matrimonio Lucero, del establecimiento rural Santa Ana, del paraje Paja Alta, ocurrió el 5 de octubre de 2009.

Ese día la policía de Valcheta –la localidad más cercana, ubicada a 30 km– se hallaba desplegando un operativo de seguridad para cubrir la visita del por entonces gobernador Miguel Saiz, porque era el aniversario de la ciudad.

Se presume que actuaron seis personas, que hicieron una ardua labor de inteligencia, poseían el dato de que los ganaderos habían realizado una importante venta de animales y contaban con efectivo en su domicilio. La elección de la fecha tampoco fue al azar, porque sabían que la policía iba a estar atenta a los festejos.

Nadie fue identificado ni detenido por el hecho.

El intenso viento borró los rastros del vehículo en el que se desplazaron. Y tampoco lograron identificar las huellas que hallaron en la vivienda de los Lucero.

Datos

“La verdad es que para nosotros no se actuó como se tendría que haber actuado [la policía], haciendo un ‘anillo’ [operativo cerrojo]”,

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