Gualberto Solano, la otra víctima de una tragedia sin final

Hace más de cuatro años, Gualberto Solano, llegó a la Patagonia desde la calurosa Tartagal, Salta. Se quedó para tratar de encontrar a Daniel. Con la certeza de que ya no aparecería con vida, espera hallar su cuerpo y se juzgue definitivamente a los culpables de su asesinato y las redes de complicidades.

Cada día va hacia al acampe que mantiene la familia Solano frente al juzgado N° 30, donde están sus sobrinas, Maira y Romina. Gualberto y su figura, que se recorta en el frío de las mañanas, caminando despacio, ya es una triste postal de Choele Choel.

Pero es mucho más que eso. Es, a más de cuatro años de que desapareciera su hijo Daniel, la imagen del dolor, de lo que deja la impunidad cuando se marca en el cuerpo.

Por que si hay otra víctima en esta tragedia que aún no tiene fin, es este hombre que tiene problemas de salud, que se agravan con el paso del tiempo, con la tristeza perpetua de no saber dónde está su hijo, quiénes y qué le hicieron a ese “chango” que llegó a la ciudad sólo para trabajar.

A pesar del paso del tiempo, aún hay resistencia a que todo quede en la nada. El caso Solano espera resolución. Necesita resolución. Porque allí donde no hay justicia, tampoco hay paz.


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