¿Política?: ausente…

Redacción

Por Redacción

Vivimos tiempos en los que se impone lo efímero.

Insertada en ese marco, la política luce una gran elasticidad. No tiene otra alternativa si aspira a intervenir sin cometer torpezas.

Y ya se sabe, en política las torpezas terminan agrietando el poder.

Y precisamente la torpeza es uno de los perfiles muy determinantes en el surgimiento y desarrollo del conflicto docente que arrastra la provincia.

Veamos.

Es grave -por caso- la carencia de anticipación con la que operó la política ante un proceso cuya dialéctica era conocida incluso en Marte por el ya fatigado «Spirit».

Carencia achacable no sólo a la esfera oficial, sino también al conjunto de los partidos de oposición.

Todo fue torpe.

Torpe porque tiene razón la Unter cuando recuerda que ya en noviembre advirtió que el tema salarial podía eventualmente bloquear el inicio de clases.

Fue torpe desdeñar la advertencia. Máxime tratándose de la Unter, el gremio más duro entre los estatales.

Un gremio que independientemente de la legitimidad de sus reclamos salariales, ampara excesos y abusos. Un ejemplo: el régimen de licencias e inasistencias de los docentes. Un sistema pervertido por usos y costumbres que terminan desvirtuando su razón y daña la calidad educativa.

Todo este tema es un inmenso débito que la Unter tendrá que responder. Y así, mejorar su perfil ante la sociedad.

Pero volvamos a la advertencia del gremio.

En aquel noviembre, el veranismo dejaba el gobierno. Su desdén por la advertencia se fundó entonces en un clásico: «¡Que lo arregle el que viene!»

Y el que venía era el gobierno de Miguel Saiz. Llegaba con aires de no dejarse apretar por cuestiones de herencia. Entonces, su desdén por la advertencia se fundó en otro clásico: «Que la Unter espere, si esperó tanto y no está cansada, que siga esperando».

Los legisladores del oficialismo y muchos de la oposición que dejaban las bancas estaban más apurados en cobrar el viático atrasado, que en pensar en la educación pública. Aquí el clásico era: «¡Me estoy yendo!»

Los que llegaban, argumentaban desde otro clásico: «Sí, sí…es un tema importante…¡Por favor, nada menos que la educación!…¡Cómo no nos vamos a ocupar!…¡Ya me pongo en autos!»

Pero lo que pusieron fue el cuerp en el auto para irse de vacaciones con el primer sueldo de legislador.

Tres meses consumieron el Ejecutivo y el Legislativo sin el más mínimo intento de política de anticipación destinada a reflexionar sobre el conflicto docente. Grave.

Es más, los partidos de la oposición se dieron cuenta de la existencia del entrevero cuando éste tomó forma de paro. Pero asumieron posiciones cuando este medio, en apenas una línea, advirtió sobre la ausencia de opinión.

La conducción orgánica del peronismo se definió desde un comunicado que tuvo más de bodrio que de una postura consecuente con la creatividad. Mezcló de todo en dos párrafos escritos bajo el apuro por otro clásico de las consignas: «Algo hay que decir».

El batido peronista enriquece a «Cambalache». Habló de todo. Menos de cómo cree la primera minoría que se puede plasmar una alternativa al conflicto docente.

Es vergonzoso que un partido con sesenta años de experiencia a cuestas opere con tanta ligereza en un tema tan caro como el conflicto docente.

Distinta fue la postura asumida por Encuentro de los Rionegrinos. Superado el «¡No nos dimos cuenta de que hay paro de docentes!», se puso del lado de la Unter. Y desde ahí se negó a participar en toda mediación en el conflicto. Y dijo que por los números que maneja el gobierno, bien puede descongelar la antigüedad.

Pero de cara al conflicto, la administración Saiz está clavada en una convicción fundada en dos postulados. Uno: «Para recomponer salarios en el sector público se inyectaron 70 millones al Presupuesto». Dos: «Es lo máximo que podemos hacer».

Ergo: «De ahí no nos movemos».

Se niega a hablar del descongelamiento de la antigüedad docente. «Sentaríamos un precedente…se nos vendrían los jueces y todos los estatales en procura de lo mismo».

¿Pero acaso Saiz siendo legislador no firmó en el 2002 la creación del Fondo Social, a instancias del Grupo Agenda -uno de los niveles más inquietos en el plano de las ideas, que tuvo la Legislatura rionegrina a lo largo de la transición- y plasmó una aún hoy exitosa moratoria impositiva cuya cosecha debía destinarse a mejorar salarios y otras demandas de únicamente Educación y Salud?

Si en aquel momento se privilegiada las respuestas a esos dos sectores de la vida pública provincial y Saiz se hacía responsable de esas decisiones sin temer sentar precedentes, ¿cuál es el temor ahora de sentar precedentes?

El interrogante vale aun admitiendo las limitaciones que, en función del reclamo de la Unter, tiene el monto del Fondo.

¿Adónde fueron a parar los recursos ya logrados por el Fondo? Algo hay seguro: a mejorar los salarios docentes, no.

Se sospecha que un monto significativo tuvo un destino de dudosa eficiencia a la hora de ser aplicado. En el caso de Educación: refacciones de escuelas y otros gastos.

Vía el primero de esos rubros se agilizó el tránsito de los sobreprecios. Un coto cerrado del cual Saiz sospecha que se beneficiaron varios radicales. Hoy los investiga. Y perturba las coronarias de conspicuos correligionarios de matriz veranista.

Y también provoca escándalos. Sucedió noches atrás, en una confitería con nombre de regla mafiosa: «Código». Y todo comenzó cuando uno de los investigados, hombre de refacciones, intentó en este caso desmejorar el huesudo rostro del secretario de Educación, Wálter Azcárate, detective en el seguimiento de los sobreprecios.

Todavía están recogiendo la vajilla.

Pero entre copas y botellas, flota un interrogante: ¿qué código rompió Saiz para que sucediera lo de «Código»?

En tanto, miles de pibes rionegrinos no saben qué les podrá dar este año la escuela pública. Sólo están anoticiados de una cuestión: de la política, poco.

Al menos así como está.

 

Carlos Torrengo

ctorrengo@rionegro.com.ar


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