Por Eduardo Basz
Por Eduardo Basz
esde García Márquez hasta Alfonsín, todo bípedo hispanoparlante dedicado a producir discursos lo tiene entre sus libros de cabecera. ¿Es para tanto? Mejor aún: ¿es tan importante el diccionario? No sería nada nuevo (ni por supuesto, original) decir que el “Diccionario de uso del español” de María Moliner, más conocido como “el María Moliner”, constituye uno de los mejores (si no el mejor) diccionario de nuestra lengua. Es una afirmación que se ha consolidado a lo largo de tres decenios, transcurridos desde la primera edición en 1967.
Su característica más sobresaliente es aquella que llevó a su legendaria autora a denominarlo diccionario “de uso”, expresión imprecisa que alimentó todo tipo de confusiones: algunos le aconsejaron que lo llamara “diccionario para el uso” de la lengua, pero la autora insistió en lo suyo e incluso llegó a denominarlo “diccionario orgánico”. Es decir: las palabras no aparecen totalmente desvinculadas unas de otras sino con sus correspondientes familias.
Se trata de un diccionario vivo, concebido como un instrumento práctico, usable. Es una herramienta para hablar o escribir, para manipular la lengua, no como un simple catálogo inerte de vocablos, de carácter pasivo y meramente recopilado.
La reciente edición generó todo tipo de controversias, entre los puristas, claro, que no se atrevían a tocar semejante obra y de esta manera (con tanta devoción hacia la figura de la autora fallecida) habrían convertido a su principal obra en lo contrario. Es decir: un diccionario desconectado del fluir de la lengua.
Así, en la reciente edición podemos encontrar términos tan novedosos (y usables) como curro o voces y siglas (anglosajonas, todas) que forman parte del habla cotidiana de todo habitante de la lengua. Algunos ejemplos: leasing, output, software, Internet, sex-symbol, happy hour, happening.
Tampoco faltan los nuevos sentidos de palabras viejas, como pelotazo o tío. De esta manera, “el María Moliner”, toda una institución en el mundo de las letras, se ha confirmado a sí mismo (a pesar de la muerte de su progenitora) como el intento renovador más ambicioso que se ha producido en nuestro siglo.
esde García Márquez hasta Alfonsín, todo bípedo hispanoparlante dedicado a producir discursos lo tiene entre sus libros de cabecera. ¿Es para tanto? Mejor aún: ¿es tan importante el diccionario? No sería nada nuevo (ni por supuesto, original) decir que el “Diccionario de uso del español” de María Moliner, más conocido como “el María Moliner”, constituye uno de los mejores (si no el mejor) diccionario de nuestra lengua. Es una afirmación que se ha consolidado a lo largo de tres decenios, transcurridos desde la primera edición en 1967.
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