Por los chicos, hizo de su casa un merendero

La vida de Patricia y su familia fue y es dura. Cuando llegó al barrio Confluencia de Neuquén capital la ayudaron mucho y ahora lo retribuye dándoles la leche y algunas cosas ricas a unos 90 pequeños. Su objetivo: “Hay que sacarlos de la calle”.

En neuquén

NEUQUÉN (AN).- Entre calles de tierra, barro y basura, casillas de madera y otras pequeñas de material, un cartel colorido clavado en un árbol desentona con el frío de la mañana: “Merendero corazones contentos”. Es la casa de Patricia (o Belén, como la conocen en el barrio), ubicada en pleno Confluencia, que todas las tardes desde hace un año se convierte en merendero para chicos de uno a 16 años.

“Lo que nos importa es que los niños salgan del enfoque de la violencia. A veces los grandes hacemos macanas… los chicos no tienen la culpa y se merecen un mundo mejor. Yo creo que el barrio va a cambiar”, cuenta Patricia González.

Se emociona. Su vida no fue ni es fácil. Hace 13 años llegaron al barrio con su marido, tenían una casita de madera. Tuvieron cuatro hijos, uno con un problema de salud que lo obliga todavía a usar pañales.

“Con mi esposo tuvimos muchas vueltas, hace un tiempo nos casamos y estamos bien. Esto es algo que uno aprende en la vida, si nunca pasaste necesidad, no vas a ver la necesidad del otro, porque no la pasaste, no la ves de la misma forma”, asegura al explicar los motivos que la llevaron a implementar en el barrio un merendero que actualmente asiste a unos 90 niños y adolescentes.

La iniciativa es una bocanada de aire fresco (y de paz) en un sector acostumbrado a salir en los medios por hechos de violencia. Es más, en lo que va del año el barrio Confluencia enterró a cuatro de sus pobladores, asesinados durante enfrentamientos entre bandos antagónicos.

Hace menos de una década, cuando nació su hijo Juan Manuel, tuvo que tenerlo internado durante varios meses. “Mis vecinos me ayudaron mucho, me cuidaban mi casita para que nadie me robara. Tenía una huerta y me compraban verduras, me traían cosas para mis nenes. Estas cosas no se olvidan”, afirma.

La casa es amplia, comparada con las de sus vecinos. Hay lugar para varios mesones, sillas, vasos apilados y cajas con lápices. La planta alta la hicieron a las apuradas cuando hace un par de años les llegó el ofrecimiento de poner en marcha el merendero. “Era nuestro proyecto de siempre, pero cuando vinieron desde la policía comunitaria a ofrecernos, aceleramos todo”, recuerda. En ese momento desde la Jefatura de policía y desde le ministerio de Desarrollo Social los impulsaron a implementar el espacio, firmaron actas acuerdo y les prometieron construir un salón. Poco de eso se cumplió.

De todos modos, ellos como familia decidieron mantener el merendero, porque los niños se apropiaron del lugar y no faltan nunca. Empiezan a llegar desde las 16. “Primero vienen los más chicos, incluso ayer vino uno de un año con su hermanita y le damos mamadera. A la tardecita llegan los adolescentes”, relata Patricia.

El merendero está en Paimún y Boerr y no sólo se acercan chicos de las cuadras cercanas, sino también aquellos que viven por la Tres Arroyos y la Chocón.

Patricia advierte que necesitan más que la taza de leche que les sirve todas las tardes. “Lo que falta es contención. En este barrio se han hecho muchos talleres pero están dos o tres meses y se van”, cuestiona.

Melina Fit

fitmelina@rionegro.com.ar

Melina Fit


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