¿Por qué no una autopista en el Alto Valle?
Es la decisión tomada por Vialidad Nacional, pero resistida por el intendente de Roca a la luz de una tosca muralla propuesta en el proyecto. Más allá de lo estético a replantear, una autopista –sea aérea, subterránea o sobreelevada sobre terraplenes ajardinados– brinda fluidez y seguridad, entre otras ventajas. Y permite que no se interrumpa el intenso flujo norte-sur en los cruces de las avenidas.
La posibilidad de que la Ruta 22 se transforme en una autopista en el tramo central del Alto Valle que garantice mayor fluidez y seguridad frente al caótico tránsito actual, puede ingresar en un cono de indecisiones y aplazamientos.
El riesgo es que se echen por tierra los avances, que no han sido pocos:
• la determinación de Vialidad Nacional de dar un paso superador a la clásica autovía.
• y el impulso que ya llevan las obras en los extremos del plan: la extensión de los carriles entre Fernández Oro y Cipolletti en marcha, y la obra concluida de Godoy a Chichinales.
Las tareas de ensanche que se advertían con estimulante vigor en la zona cercana a Cipolletti comenzaron a flaquear al punto que hoy sólo se ven contadas máquinas y operarios. Desde el organismo se admitió la desaceleración a la espera de decisiones. ¿No es que éstas estaban adoptadas? Ocurre que se tomó nota de la resistencia del intendente Martín Soria a admitir sectores sobreelevados de la ruta en Roca –tal como están previstos en los ingresos de las localidades del Alto Valle–. De modo que ahora se prevén nuevas reuniones para despejar dudas, aunque lejos parece estar en el ánimo de Vialidad barajar y dar de nuevo, porque ya advirtió: las elevaciones son “innegociables”.
¿Por qué motivo el intendente de una ciudad que viene dando muestras de desarrollo se privaría de una vía al estilo de las urbes más modernas del mundo? Las razones pueden tener que ver con información escasa y poco clara sobre el proyecto y las ventajas que supone. Ciertamente, tampoco la prensa conoce un detalle del plan y las imágenes simuladas que se divulgaron no sólo son de pésima calidad; muestran una tosca muralla que encendería alarmas en más de uno.
La propuesta
Veamos qué anunció Vialidad: una autopista de cuatro carriles, dos por cada orientación de un ancho de 7,30 metros; un separador físico de sentidos de circulación; el control total de accesos a la calzada principal y una capacidad vehicular superior a 15.000 vehículos por día.
Las intersecciones serán construidas a diferentes alturas: puentes surcarán los accesos principales de las ciudades del Valle. Las sobreelevaciones serán tres en el caso de Roca (una por cada acceso en los cruces con las avenidas Roca, Mendoza y San Juan) y comenzarán 300 metros antes. Estarán sostenidas por estructuras tipo terraplén hechas de tierra compactada, piedra o cemento.
Así, por arriba irá la ruta; por abajo pasarán las arterias que conectan el sur y el norte. La ciudad no se partiría en dos; por el contrario, los túneles favorecerán un más intenso y seguro vínculo, considerando la expansión que están adquiriendo los loteos hacia el sur.
En cada puente se generaría una zona que permitiría ingresar a la autopista desde colectoras de una forma “franca y segura”, dice el proyecto. Comúnmente este tipo de diseño se lo conoce como intersección divergente “diamante”, un sistema muy utilizado en el mundo por su funcionalidad, bajo costo y reducido espacio para desarrollo (evita el colapso y reduce los ”puntos de conflicto” al obligar a los conductores a cambiar temporalmente de carril)
Vialidad llegó a la conclusión de que era necesaria la autopista, porque la tradicional carretera e incluso la autovía (multicarril pero con intersecciones a nivel), colapsarían en pocos años. Sostiene, en cambio, que una autopista “brindaría un servicio satisfactorio como mínimo por 30 años”.
Los habitantes del Valle palpan todos los días la amenaza y realidad mortal que significa la Ruta 22, con una capacidad máxima de 5.000 vehículos por día cuando la demanda es de más de 10.000, y un tránsito que –en diez años– se ha incrementado entre un 80 y un 105% (un 75% en la zona del puente carretero Cipolletti-Neuquén). Incluye el aluvión de vehículos nuevos generados por los años del “boom” de consumo, al margen del crecimiento poblacional; autos que lidian con camiones más rápidos y de mayor porte.
Ventajas de la autopista
Donde Vialidad ve una solución, el intendente de Roca ve una “muralla china”. Soria considera que Roca va a quedar atravesada por un muro que, en vez de unir, partirá en dos la ciudad. “Ya no va a parar nadie. Los autos pasarán de largo” –profetiza– y agrega que sus conductores “sólo podrán observar los techos de las casas, perdiendo así cualquier tipo de contacto comercial”. Está convencido de que la imprudencia no se terminará. También plantea una opción “innegociable”: “Se debe armonizar el aspecto de la seguridad con lo visual”.
Probablemente la visión negativa de Soria esté influenciada por las imágenes que ha visto del proyecto: muros de más de cinco metros en la parte más elevada que, efectivamente –en la imagen digitalizada– se asemejan a un pasaje de la Gran Muralla China.
Puede que se trate del efecto de una mala reconstrucción.
Una autopista aérea o también sobreelevada, del mismo modo que una ruta subterránea, en cualquier ciudad moderna del mundo, debería significar efectivamente la mejor solución:
• desde el punto de vista de la seguridad, la autopista no tiene la interferencia de intersecciones a nivel de ruta, ni semáforos como sí los tiene la autovía que fragmentan la ruta. Por ejemplo, la que va de Neuquén a Plottier, que no está exenta de siniestros viales, reflejan las negligencias en el tránsito resultantes de una pobre o ausente cultura vial. ¿Cuántas veces hemos visto cómo el conductor pisa el acelerador cuando aún el semáforo está en verde o sigue acelerando cuando está en intermitente o hasta en rojo? La ansiedad suele ser fatal.
• uno de los factores más importantes de una autopista segura es la presencia de separadores físicos. En este proyecto de Vialidad Nacional para la Ruta 22 se ha planteado uno del “tipo New Jersey” (como el que existe en el tramo entre las ciudades de Río Ceballos y Salsipuedes, en Córdoba), que evita que se produzcan choques frontales y laterales por derrapes e incorrectos sobrepasos o ingresos a la autopista.
• desde el punto de vista de la fluidez: los dos carriles por cada sentido y los separadores agilizan el tránsito y acortan en tiempo distancias sin perturbaciones físicas. Otra vez se impone la necesidad de cultura vial: velocidades máximas y mínimas que deben claramente ser definidas y respetadas, así como conciencia sobre el uso correcto de los carriles rápido y lento.
¿Y el paisaje?
Hay, sin embargo otro aspecto importante a considerar para evitar el desaliento que provocan imágenes como las proyectadas por Vialidad. El aspecto estético: la relación que la carretera debe mantener con los valores del paisaje.
El Valle ofrece un marco ambiental que oxigena, generoso en verde cuando los frutales están en su esplendor. Toda ruta no sólo debería tener un importante papel en el aprecio de la calidad del paisaje, sino también acompañarlo desde el mismo diseño y construcción.
En el caso de las sobreelevaciones, tal vez impactarían mejor los terraplenes ajardinados o, en todo caso, taludes que contengan una combinación de césped y piedra.
Un muro al estilo de lo que ofrecen las imágenes del proyecto no sólo produce un brusco “ruido” estético; también una sensación de asfixia, además del efecto partición.
La mejor alternativa sería la autopista aérea, suspendida sobre pilotes, en los tramos de cruces más relevantes.
Expertos deberían considerar, en todos estos casos, uno de los factores que más pesará en el análisis de estas alternativas: el de los costos de las obras, que sin dudas serán elevados (un punto sobre el cual habrá que estar particularmente atentos para evitar sobreprecios). Y cuáles de las alternativas generan el menor impacto ambiental y el mayor beneficio estético. En ese plano sería importante tener en cuenta la necesidad de una mayor visibilidad lateral posible. Eso para aventar las preocupaciones referidas a la eventual pérdida de la amplitud del ángulo de visión sobre una ciudad que quiere mostrarse. La altura en ese caso –a diferencia de lo que algunos supondrían– puede proporcionar un valor agregado al permitir mayor visibilidad para apreciar el conjunto escénico urbano.
En cuanto a las dudas planteadas sobre la manera de evitar que un conductor “pase de largo” de una ciudad, se trata sencillamente de una cuestión de estrategia publicitaria, reforzada por cartelería, que induzca al automovilista y a su familia a ingresar a un destino con suficientes motivaciones turísticas. Y un aliciente adicional será que ese conductor sepa que cuenta con un vía buena, segura, y rápida para llegar a destino.
Periotti, jefe de Vialidad
ÍTALO PISANI
ipisani@rionegro.com.ar
La posibilidad de que la Ruta 22 se transforme en una autopista en el tramo central del Alto Valle que garantice mayor fluidez y seguridad frente al caótico tránsito actual, puede ingresar en un cono de indecisiones y aplazamientos.
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