Por violencia de género, imponen medidas al gerente de un mayorista de Neuquén

La denunciante afirma que el hombre aún no desistió de su hostigamiento. Todo empezó después de una licencia por enfermedad.

Una agresión tras otra desde que volvió a trabajar cuando su salud mejoró un poco, pero el tratamiento seguía. Así es el relato de lo que vivió L.R. sobre por qué llegó a denunciar al gerente del mayorista de Neuquén en el que se desempeña como cajera. La jueza Claudia Zapata le creyó y dio una orden para protegerla, pero la denunciante aun no se siente segura.

A la mujer, cuyas iniciales son L.R., le dieron licencia en julio del año pasado. Una malformación congénita muscular que le impedía caminar por la inflamación la dejó sin trabajar por seis meses. Aunque el tratamiento seguía, acordó con su médico volver al mayorista porque podía desempeñar su tarea estando sentada.

Sin embargo, el regreso no fue sencillo. El gerente le dijo que era suficiente que presentara un certificado médico de alta, lo que hizo en febrero, pero desde la empresa no había respuesta por lo que L.R. pidió asesoramiento al Centro de Empleados de Comercio (CEC). Ahí comenzó el destrato.

«En vez de responder con otra carta documento, (el gerente) me mandó un mensaje y me cambió el horario aunque él sabía que yo estudiaba en un terciario, pero empezó la pandemia, no pude hacer el reclamo y volví con ese horario», relató la denunciante.

Cuando volvió, L.R. recibió indicaciones distintas a las de sus compañeros y supervisión constante que se extralimitaba y se convertía en hostigamiento, contó. Los ejemplos de situaciones violentas abundan. «Déjala a esta inútil que está media hora con cada cliente», gritaba el gerente para que ella lo escuche, le sacaba las cosas de las manos de forma agresiva y la trasladó al sector de cajas en el que debía estar parada, aunque estaba notificado que su condición de salud no lo permitía.

L.R. mandó un mail a Recursos Humanos e intentó hablar con el gerente. Desde la firma lo respaldaron y él le contestó que «su performance era baja». Ella le dijo que tenían un sistema para que la sancionen si se equivocaba, pero eso no logró que el hombre desistiera de su actitud.

La agresión llegó a su punto final cuando L.R. fue a una oficina a quitarse un abrigo y, apenas cerró la puerta, el gerente comenzó a golpear la misma y a gritar su nombre. Le reclamó que tenía clientes en la caja esperando, aunque ella asegura que su puesto estaba vacío. «Estaba esperando porque yo recién me levantaba, no había alcanzado a sacarme el pullover, era algo que me iba a demorar dos minutos y no tenía clientes», afirmó.

En ese punto, L.R. decidió hacer la denuncia y, asegura, abrió el camino para que otros trabajadores también lo hagan, aunque muchos no se animan por miedo a perder el trabajo.

Luego de la presentación que realizó con acompañamiento del CEC, la jueza decidió aplicar medidas preventivas por 120 días «a fin de cumplir con los objetivos que persiguen las normas que abordan la problemática de la violencia contra las mujeres».

Por orden del Juzgado Laboral, el hombre debe abstenerse de realizar cualquier conducta que pudiera representar hostigamiento, maltrato o perturbación directa o indirecta bajo apercibimiento de desobediencia a una orden judicial. Sin embargo, L.R. asegura que el gerente mantiene su actitud hostil, probablemente con el objetivo de que ella renuncie.


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