“Ser maestra hospitalaria es mi lugar en el mundo”

Inés Bulacio les da clases a chicos internados en el Gutiérrez. En un certamen la preseleccionaron entre las mejores del planeta.

Entrevista

Sin dudas es la otra cara de la argentina, la que a diario le pone tanta garra que genera admiración. Y no sólo eso, es una mezcla de pasión, capacidad, amor por el prójimo, modestia, que suman para instalar a estas maestras entre las mejores del mundo. Dos docentes argentinas rompieron el molde y se ganaron un espacio que algunos se animan a comparar con los premios Nobel. Estos serían como los premios Nobel a los mejores maestros del mundo. Se trata de la docente Inés Bulacio de la Escuela Hospitalaria Nº 1, que funciona en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, maestra de grado y responsable del taller de medios de comunicación en esa institución. También fue premiada Graciana Goicoechandia, de Las Flores, en provincia de Buenos Aires, analista de Sistemas y docente con un amplio trabajo vinculando pedagogía y nuevas tecnologías.

Ellas, maestras por vocación y puro amor, hicieron posible que de los 8.000 docentes de 148 países que se postularon a lo largo 2015 para participar de la competencia por el Global Teacher Prize, quedaran preseleccionadas entre los 50 que irán a la gran final, programada para marzo próximo. Inés Bulacio habló con el programa 120 Noticias, de Medios del Aire, en Roca, y hasta admitió cierta vergüenza por el premio, porque “hay miles de maestros que a diario le ponen el hombro a la educación y jamás son reconocidos”. El que sigue es el diálogo que mantuvo con la radio. -Estamos viendo el final de la historia, ¿cómo llegó a este reconocimiento? -Soy maestra hospitalaria y domiciliaria de la ciudad de Buenos Aires. Trabajo con la particularidad de que lo hago dentro del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Doy clases allí a los niños que por distintas cuestiones de salud no pueden ir a la escuela. Doy clases a los niños para que se cumplan sus derechos. -O sea que no es sólo dar contenidos pedagógicos sino sostener a niños y familias que la están pasando mal. -Exactamente, para mí es un honor hacer esa tarea. No sólo tengo trato con ellos, también con sus padres, hermanos, familiares. Los niños reciben clases en un contexto especial, con suero, con tratamiento oncológico mediante. Son alumnos-pacientes. El marco de la educación se brinda pero desde otro espacio. -Lo suyo va a contramano de lo que muestra la Argentina en muchos casos, cuando acomodamos las reglas para parecer mejor, pero igualamos para abajo. -A diario hablo con mis colegas de dar lo mejor, siempre tenemos ese compromiso. Los niños en esta situación se merecen más aún, entonces siempre estamos en la búsqueda de herramientas que puedan ayudar, sacarlos de la situación de las enfermedades. Esas enfermedades irrumpen sin avisar. Llegan en momentos en que nadie las espera. A veces las enfermedades llegan muy temprano y duran años, por ejemplo tenemos chicos con fibrosis quística o pacientes renales, oncológicos, que pasan años en esos lugares, son momentos tan duros que viven que nosotros lo mejor que podemos hacer es ayudarlos a mejorar su calidad de vida y a darles en lo posible una educación de excelencia. -Perdón por la pregunta básica, pero ¿cómo es el escenario, tienen una especie de aula dentro del hospital o cómo hacen para dar clases? -Está bien que me lo pregunte. No es habitual pensar en el contexto, en general vamos al pie de la cama, en la habitación de los chicos. Los chicos están en aislamiento porque están inmunosuprimidos, en habitaciones individuales. Para ingresar tenemos que tener en cuenta las normas de bioseguridad. Ponernos el camisolín, el barbijo, guantes, todo lo que se exige en esos casos. Ahí recreamos el aula. En otros casos hay enfermedades como las urológicas donde tres o cuatro niños comparten habitación. Y hay otros niños que están internados pero pueden salir de la habitación e ir a la escuela que está en el mismo hospital. Ahí hacemos los talleres, es una escuela pequeña. Los talleres son abiertos, tenemos proyectos en marcha con otros compañeros, tenemos radio por ejemplo. El Hospital de Niños nos apoya muchísimo, salimos al aire desde la capilla del hospital todos los jueves. El verdadero trabajo es en equipo, es interdisciplinario, aportamos para una mirada integral del ñiño-paciente para ayudarlo a mejorar la situación que vive. A los nenes que están internados mucho tiempo les damos hasta boletines, pasan de grado, festejamos sus cumpleaños, hay bautismos, comuniones. Más allá de la enfermedad, la vida debe continuar. Tenemos que transformar esa atmósfera de dolor en un momento de transición, de tiempo hasta que pueda volver a su escuela, a su pueblo. Vienen de todo el país, e incluso vienen de otros países, tuvimos una niñita ecuatoriana, de Paraguay, de Perú. -Ese contacto diario, de convivir con los problemas de los niños, ¿la afectan, los asume como propios? -Es así, es muy difícil, no siempre se puede separar lo profesional de lo humano. Trabajo todo el día en esto y cuando termino me cuesta sacarme de la cabeza lo que viví todo el día, me vienen a la memoria los alumnos, sus familias, sus necesidades. Por ejemplo un nene de Salta que vino a un control y tendrá que quedarse un año por una cuestión oncológica. Le conseguimos el arbolito de Navidad para ayudar a que la pase mejor a que continúe su vida. Voy a veces en vacaciones a visitarlos porque son parte de mi vida cotidiana. Voy en Navidad porque ellos están solos. Sufren el desarraigo y los maestros somos la primera cara. Ahí estamos.

Cada día la vocación está en primer plano; los chicos son mucho más que alumnos.

-Usted convive con la vida y la muerte, ¿muchos chicos no superan la instancia de la enfermedad? -Muchos no pueden superarla, aprendimos a convivir con ellos, pero muchos no logran salir adelante. Me da alegría recibir apoyo y respaldo de sus padres aunque sus hijos ya no están. No son historias fáciles, son muy duras. Para mí es un honor porque es un ida y vuelta. -¿Esta competencia continúa? -Sí, esta instancia es superadora, estar entre los 50 entre 8.000 docentes es un logro, en febrero quedan diez y en marzo queda el ganador. Igual es muy grafificante este reconocimiento. Un periodista de Clarín me sugirió que me presentara. Él conocía nuestro trabajo. Me insistió, a mi me da vergüenza porque somos muchos, pero quedamos dos como la cara visible de muchos maestros argentinos. Cómo me voy a postular me pregunté, me animé, me presenté y me sorprendí con el resultado. -¿Usted qué edad tiene? -Es feo preguntar eso, ja ja. Tengo 50 años, 30 en la docencia y en el hospital un poco menos de diez años, no conocía este rol de maestro hospitalario pero lo conocí y descubrí mi lugar en el mundo dentro de la docencia. Igual agradezco haber pasado por otras escuelas. Fui dejando los colegios y me dediqué al trabajo de maestra hospitalaria y domiciliaria. Es un honor representar a la Argentina y en cierto modo a todos ustedes. (Redacción Central)


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