¿Positivo?

Es una relación de conveniencias muy firmes.

La agitada transición del '95 que sufrió para recibir el gobierno le enseñó mucho a Pablo Verani.

Le dijo, por caso, que de una manera u otra, debía sacar a UPCN del conflicto entre los gremios estatales y el gobierno.

Y que toda la política oficial para con los agentes estatales debía pasar primero por privilegiar aquella relación.

La aspiración de Verani y su gobierno no cayó en el vacío en aquellos finales del '95. Mucho menos cuando avanzó en procura de su objetivo.

Porque la conducción de UPCN fue sensible a los designios del poder.

Y se movió al encuentro con Verani desde objetivos muy definidos.

Quizá Juan Carlos Scalesi no tuviera muy en claro cuánto podía lograr ingresando a ese vínculo.

Pero tenía muy en claro lo que debía evitar.

Y esto se centraba fundamentalmente en superar una amenaza. La que venía de la propia crisis fiscal que vivía el Estado rionegrino.

¡No fuese cosa que a la luz de esa crisis, a Verani se le ocurriese aplicar un ajuste duro que terminara despoblando al Estado de empleados.

Scalesi jamás ignoró que ese tipo de política siempre fue ajeno a Verani. En todo caso, un político más cercano al populismo y el facilismo, que opera con rigor y a todo costo para mejorar la performance de los números de la provincia.

Pero Scalesi debía tomar sus prevenciones.

Y así nació una relación de poder que se alimentó en línea directa con Verani. Mano a mano.

Horas y horas.

De un lado, mucho del clásico estilo negociador que por años definió a las denominadas burocracias sindicales. Un método estructurado en hacer cuajar concesiones y logros mediante acuerdos de cúpulas.

En ese camino, UPCN aceptó rebajas salariales, congelamiento del escalafón, ley de emergencia económica, etc.

Pero calló.

La contrapartida fue: no se se toca a nadie.

El gobierno cumplió.

¿Qué habrá ganado la provincia en todo esto?

Nota asociada: El turno de la seducción entre Saiz y Scalesi  

Nota asociada: El turno de la seducción entre Saiz y Scalesi