Potencian en cada niño la posibilidad de remontar vuelo

Son profesionales que se comprometen con su formación y su tiempo. Trabajan en las zonas marginales y de exclusión social. No son voluntarios ni hacen caridad: militan en "la urgencia" y piensan a largo plazo. Saben que una sociedad que no cuida su infancia "no tiene futuro". |ESPECIAL ON LINE|

» Cinco de cada diez niños del país se encuentra por debajo de la línea de pobreza.

» Exactamente $ 5,50 es lo que el Estado Argentino invierte por día, y en promedio en cada niño del país.

» El 46,2% de niños, niñas y adolescentes del país son pobres, y el 18,6% indigentes.

» Según la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), entre los chicos que trabajan en el ámbito rural, no asisten a la escuela uno de cada 10 pibes de 5 a 13 años, y 6 de cada 10 entre los que tienen de 14 a 17 años.

» Veinticinco chicos menores de un año mueren por día en la Argentina, la mayoría de ellos por causas evitables como la desnutrición o las infecciones respiratorias, según el informe 2008 de UNICEF.

Ante semejantes datos, quién puede escaparle a la indiferencia.

Quienes no pueden hacerlo entran a tallar por un mundo mejor para otros como «militantes sociales», que en algunos casos, con su saber profesional y compromiso comunitario crean y aplican programas para que los más pobres de esta sociedad no se sigan cayendo más del mapa hasta desaparecer del mundo. Es más, pretenden y luchan por la inclusión de ellos. Y lo bueno es que lo logran. Con tesón, entusiasmo y poniendo el cuerpo, siempre.

Verlos y escucharlos emocionan. Como ocurrió con los miembros de la ong neuquina «Pensar», cuyo programa «Barriletes en bandada» es aplicado desde el 2005 en el Gran Neuquén (Barrio Hibepa, Cuenca 15, Tomas Almafuerte I y II, Toma Norte y Los Hornitos), una zona marginal de alto riesgo y exclusión social.

Son un grupo de licenciados y estudiantes en Psicología y también de Educación de la UNC, docentes, trabaja

dores sociales y titiriteros liderados por la psicóloga Marta Basile, que fueron capaces de armar un espacio terapéutico, asistencial, educativo y de investigación que favorece a 160 chiquitos y 30 adolescentes.

«Hay que salir de la desesperanza a lo que es posible hacer», plantea Marta como filosofía de acción. «Esto es lo que hoy podemos hacer. Y que por nada del mundo lo dejaremos de hacer: el 90% de los chicos que están en este programa se reinsertaron el sistema educativo provincial. No es poca cosa, ¿no?».

Todos los martes y jueves, de las 9.30 a las 17.30 los 16 integrantes de «Pensar» empiezan a intervenir en el salón de usos múltiples de la escuela 311 de Hibepa, quien cede gentilmente sus instalaciones para albergar a todos los chicos del programa.

Los lunes y miércoles atienden a los adolescentes, de 16:30 a 18:30.

-¿Cómo es la rutina? Llegan los chicos y…

-…nos saludamos, nos abrazamos, nos preguntamos cómo estamos… se lavan las manos… y después les ponemos cremas a sus manos. No es un mero acto higiénico. Es también un acto de mimo y ternura. Muchos de ellos cierran sus ojitos y se dejan acariciar por nosotros.

Después desayunan. En una primera instancias le dábamos leche con chocolate. Pero a muchos no les gustaba, no le apetecía. Entonces nos llevó a preguntarnos: ¿por qué no pueden elegir el gusto que desean ellos saborear? Leche tienen que tomar sí o sí, eso no se negocia. Después pueden decidir tomarla con té, café, chocolate o mate cocido. Algunos toman hasta cuatro tazas.

El pan se les sirve con manteca, dulce bueno y queso cremoso. Vos vieras como mueren por el queso cremoso. El menú debe ser nutritivo. No hacemos «como que comemos».

Después viene el tiempo de

juegos. Donde con los juguetes, los roles y la palabra se animan a decir lo que les pasa. Ahí hacemos un registro de los conflictos y brindamos herramientas para ciertas resoluciones, siempre en la medida de lo posible.

También hemos armado «una tienda», un espacio donde los chicos pueden elegir la ropa que más le gusta y que necesitan. Esto es muy distinto a lo de la caridad, donde lo que no usa se lo pasa a otro para que lo aproveche sin generar ningún vínculo, no hay nada que me ligue con quien supuestamente se beneficia. Acá instalamos un deseo, con un papel bien activo del chico, donde recupera la autoestima y cierto grado de autonomía.

Hay espejos y escaparates donde todos disfrutan de este momento, con placer y alegría. Consideramos que la estética también hace a la ética. Todo debe ser lindo y agradable.

-Parece este un momento feliz para cada uno de ellos. ¿Qué pasa cuando vuelven a casa y siguen con lo de siempre: abusos, maltrato, hambre, desprotección y otros males de las que ellos son víctimas?

-Ellos conocen todos los estadios de la degradación de la condición humana. A ellos le preceden entre tres y cuatro generaciones que ya están casi perdidas, en su gran mayoría.

Lo que nosotros pretendemos y tendemos es al armado de un entramado del buen trato al que estos chicos puedan acceder y saber que éste es «su» horizonte. Que su situación habitual no es una condena sino que es todo un problema que tiene salida. Si no ven una luz al final del túnel sus infancias, por supuesto, que serán un verdadero infierno. Cuando hay un registro de una vida distinta el chico puede elegir, darle un sentido a la vida.

-Es una apuesta total por los chicos.

-Ponemos todas las fichas en ellos. Es que sus padres están muy dañados, muy destruidos. Apenas pueden con ellos mismos. Los niños se cuidan y crían entre ellos mismos. Se arman verdaderas redes de hermanos.

-Claro, si en algún momento lo azotan en la casa sabe que al otro día un adulto lo sabrá mimar en «Barriletes».

-Con esa perspectiva y expectativa todo, pero todo, cambia. Y al saber que en la vida se puede vivir distinto, el mal no se naturaliza. Y pueden ponerle sentimientos a su sufrimiento.

-¿Cómo sería esto?

-Un hermanito muele a palos a su hermanita menor. Y ésta no llora. Parece de piedra, ella. Tremendo. Y cuando en el espacio lúdico hablamos de semejante agresión otro chiquito le dice a la nenita: «no sabés como te entiendo…». Y ella se larga a llorar.

-Menos mal…

-Menos mal…Antes no

sentía, no se lo permitía para seguir sobreviviendo. Pero cuando tiene la posibilidad de hacerlo lo expresa. Es todo un avance que pueda ocurrir esto. Les ayudamos a que nos vean como un sosten que les permite armarse como personas.

-Antes eran objetos.

-Por eso son víctimas de tantísimos abusos. Sus mayores hacen con ellos lo que quieren porque no los ven como personas.

-Volvemos siempre a la cuestión de la degradación de la condición humana.

-Cuando recién llegamos al lugar, allá por el 2005, había un chiquito arriba de una columna de luz, en medio de muchísimos cables pelados. Impresionaba por los riesgos que allí él corría. Todos le decíamos «bajate de ahí, por favor. Te podés matar». Y él nos contestó: «¿y eso a quién le importa?». Lo peor es que su respuesta era verdadera. Todo les da igual: ese es el mensaje que hay que desterrar. Que no es igual vivir entre la basura que en un lugar limpio; que no da igual lavar al chico en la misma olla que se cocina; que no es lo mismo jugar que salir a robar; que no es lo mismo estudiar que salir a matar…y así infinitamente. Es el buen trato.

En este trabajo que estamos haciendo nos mueve lo inmediato pero no dejamos de ver a mediano y largo plazo.

-¿Qué ocurrió con aquellos chicos que empezaron con Uds en el 2005?

-Son adolescentes que nos pidieron seguir con nosotros. Entonces tuvimos que armar otro grupo y apostamos a que ellos serán los próximos líderes de sus respectivos barrios. Un dato: aprendieron a escribir cuentos. Después pidieron aprender computación. Ahora quieren hacer un libro de cuentos para la época de vacaciones para después imprimirlos y repartirlos. Otro dato: pidieron clases de inglés porque consideran que este saber los diferencia de otros chicos y los une a ellos como grupo. No aspiran a ser el más matón de la cuatro sino el que más sabe…para ayudar a otros.

Cuando los chicos plantean estas cosas a nosotros, que no olvidamos nunca del primer día que pisamos este barrio, nos convencemos aún más de que ya son los barriletes que pronto nomás tomarán vuelo hacia una vida mucho mejor. Todo aquello que una sociedad accione en búsqueda del bienestar de sus niños es «invertir» positivamente en su condición humana y en el futuro de un país. El crecimiento social y cultural dependerá de la calidad de vida que la sociedad pueda brindarle a sus niños. Por eso decimos que un país sin proyecto para su infancia es un país que se condena a sí mismo a vivir «el aquí y ahora» sin futuro posible.

Próxima nota: la ong neuquina Ingkahue.

 

HORACIO LARA

hlara@rionegro.com.ar


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