Pozos petroleros abandonados: hipocresía e irresponsabilidad
Todo este debate relativo a “si permitir o no” a las operadoras darse tiempos, para definir qué hacer con pozos inactivos (si reentrar o no pozos viejos para objetivos convencionales) se dio con intensidad en el gobierno neuquino. Se decidió finalmente no permitirlo “salvo que” hubiese consistente información técnica que lo amerite.
Se da una mezcla de hipocresía e irresponsabilidad:
Mucha de la resistencia a tapar pozos potencialmente contaminantes pasa por el factor presupuesto. “No podemos hacer nada con este valor del barril”, se justifican al explicar por qué no invierten en el “abandono”. “Ni siquiera podemos hacer mantenimiento o capacitación”. Pero cuando el valor estuvo alto tampoco se ha visto demasiado dinamismo en esa obligación.
Hoy, especialmente por el contexto crítico de la actividad hidrocarburífera (bajo valor del barril, caída de proyectos), muchas operadoras locales se ven compelidas a restringir gastos porque se lo imponen sus casas matrices. Y así postergan decisiones cuyo precio pagará irremediablemente el medio ambiente.
Hay que enfatizar que los daños ambientales no han sido más graves en la región de milagro.
En 2013, la explosión de un pozo de gas en Plottier a sólo dos cuadras de un barrio donde viven 2000 personas, y los 1.000 metros de hidrocarburo derramado a 250 metros de un barrio de Allen en 2015 fueron, sin embargo, poderosas advertencias.
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