Presupuesto de continuidad

por Adrian Pecollo

pecollowa@yahoo.com.ar

Saiz abrió su tercer año con un presupuesto que en nada se diferencia de lo hasta aquí ocurrido.

En definitiva, es un fiel diseño de una gestión en la cual la planificación tiene exagerada volatilidad. El rumbo de hoy no es el camino de mañana.

Por decisión propia, y producto de reclamos, es justo –igual– decir que hay una prioridad excluyente: los salarios o, mejor dicho, la masa salarial. Se inició el 2005 con una partida de personal de 545 millones y se concluirá con 690 millones: un alza de 145 millones y del 27 por ciento.

El nuevo presupuesto de Hacienda consigna 30 millones más que la ejecución del presente año, es decir, 720 millones. Pero es una ficción. En público y en privado, el propio Saiz admite un incremento final de 100 millones. Sólo la propuesta de aumento a la Unter requiere 40 millones anuales.

La partida de personal realmente diseñada en los bosquejos es de 810 millones (120 millones más que lo erogado en el 2005). La explicación técnica para no mostrarla en el presupuesto: la inclusión del monto total exigiría reducir otras partidas y, como ocurrirá, la marcha del Estado quedaría aún más reducida a la evolución de la masa salarial. Así, técnicamente, se prevé –como ya se hizo este año– que toda alza no prevista de recursos vaya a salarios, lo que permite cumplir con las subas ya programadas.

Ese esquema tendrá motivos técnicos, pero no justificaciones institucionales ni políticas. Además, desacredita otros montos presupuestarios.

Tantos fondos con resultados tan magros. En otras ocasiones, el ministro Verani replicó que se trata de «la calidad» en la utilización de las erogaciones. En este caso, el crecimiento de la partida de personal tampoco se transformó en una importante suba de los salarios públicos.

Mucho tiene que ver el aumento de la planta de personal.

Este impacto salarial se corresponde con la menor utilización de los fondos asignados –la llamada subejecución– de ciertos proyectos. Con razón, Producción se quejó por la baja disponibilidad de recursos para el 2005. A pesar de esa escasez, hay partidas con ejecución menor al 50 por ciento. No es que sobren o se atesoren esos fondos previstos para «servicios económicos» o para funcionamiento directo; es que se fueron destinando al pago del personal.

El mensaje con el que Saiz acompañó el envío del Presupuesto a la Legislatura revela esas limitaciones en el funcionamiento estatal. Reivindica la suba salarial y las erogaciones en infraestructura, pero acepta que «ese esfuerzo se hizo con el sacrificio del resto de los gastos de funcionamiento», lo cual «no podremos seguir manteniendo en el tiempo».

Incipientes proyectos se bifurcan en partidas, aunque su ejecución luego sucumbe en la tendencia, la presión y la necesidad salarial. Razones valederas. La fluctuante dirección en las políticas diseñadas y las falencias de gestión son los otros elementos igualmente valederos en la involución de las acciones estatales. Este presupuesto –para peor– proyecta una reducción de recursos para obra pública.

La Justicia tiene lo suyo y nada mal le fue en el reparto presupuestario. El STJ pidió 83 millones para «recuperar el valor económico» de sus haberes respecto de 1993. El Ejecutivo respondió con 68 millones, pero asignó finalmente 76 (66 millones para sueldos). El alza equivale a 14 millones –23 por ciento– sobre lo usado en el 2005. También el STJ relega las erogaciones para funcionamiento en favor de los salarios, pues mientras esta partida superó este año lo previsto, aquélla sólo cubrirá el 70 por ciento. Por el presupuesto, los jueces Alberto Balladini y Luis Lutz se reunieron el miércoles con los legisladores Oscar Machado, Jorge Pascual y Ana Piccinini. Todo fue mucho más distendido, incluso diluyendo la advertencia d Lutz de que no asumiría la presidencia del STJ, programada para el 2006. En cambio, persiste la presión judicial por la urgente y fuerte actualización salarial, prevista por una acordada del STJ.

Las menguadas partidas de funcionamiento también alentaron la mayor disputa que hoy se advierte en el gabinete de Saiz: el enfrentamiento entre los ministros César Barbeito y Verani.

Educación tiene un presupuesto propio de 380 millones y la ejecución del 2005 rondará los 375 millones. No hay diferencias, siempre considerando que Hacienda concentra la ejecución de obras. En resumen, Barbeito dispone de 74 millones anuales o 6,2 millones mensuales de funcionamiento (con las transferencias a los municipios para mantener las escuelas). Este ministro insistió en que no hay reformas posibles con esa disponibilidad. Verani desempolvó aquel eslogan suyo de mejoramiento de la calidad en la ejecución, reclamando el cumplimiento de las reformas internas.

En el gabinete, Saiz habló de generalidades y todo sigue igual. Barbeito quedó malparado, pues el gobernador nada hizo para posicionar a quien fue su mejor intérprete gubernamental. El traspié lo dejó más afuera que adentro. Barbeito hoy se sabe políticamente a la intemperie del poder.

La audacia de su ofensiva lo sumergió más en el ostracismo y la inacción de su cartera, una situación que ya fagocitó a otros dos ministros educativos. Con el poder transferido por el gobernador, Barbeito llegó con una batería de ideas sueltas y sin mayor equipo técnico para la requerida envergadura de la problemática. Pocas acciones anunciadas pudo concretar. Hay demoras por falencias en la cartera y, cuando asumió la iniciativa, el gobernador le demoró los tiempos. Los resultados se postergan demasiado, mientras incorporan más iniciativas no menos complejas: la colocación de relojes en las escuelas para el control de horario de los docentes.

La decisión no está tomada: Barbeito ya no está cómodo en Educación, pero su futuro –por ahora– depende de su propia actitud.

Saiz no tiene cambios definidos (que no serán antes de enero o febrero). Diseña alternativas. Escucha y rechaza nombres. Evalúa la creación de dos ministerios: Turismo y Obras Públicas. Esta cartera constituía su original gabinete, pero quedó en borrador cuando el ex gobernador Verani no compartió el desguace del área de Hacienda.

Tampoco alcanzará sólo con nuevos hombres. Saiz tendrá que irrumpir con otras decisiones para acelerar acciones.

Su estilo igual permitió adoctrinar políticamente al oficialismo. Los amagues de los intendentes díscolos quedaron afuera de la Residencia. La cena no tuvo casi reclamos, sólo hubo medidas reflexiones. Mucho tuvo que ver el tiempo que dedicó Saiz a reuniones personales anteriores. El más evidente: Oscar Romera, de El Bolsón. Era el más crítico y, después, lanzó el oportuno análisis de la reelección del gobernador.

Igualmente, Saiz admite debilidad en el nexo con los intendentes y, por eso, prometió un contacto más directo. Quiere escuchar, pero además mantener un eficaz instrumento de premios y castigos, como el manejo directo en el pedido y en el otorgamiento de los aportes no reintegrables.

Otras voces se silencian. El más expuesto sector interno –el COR– ingresó en un acercamiento a partir de la conducción de José L. Rodríguez. Un futuro sellado en la cena que los reunió el miércoles y en la que también participó el jefe comunal Adrián Casadei.

Saiz tendrá además esta semana el formal respaldo del plenario del radicalismo, a la vez que acordó con Verani y logró postergar hasta febrero la reunión del gobierno con el partido. Un encuentro que podría incomodarlo.

Se instala superficialmente la disciplina oficial.

Como el presupuestario, otro equilibrio ficticio mientras que el tiempo amplía peligrosamente ese espacio vacío de poder real.


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