Problemas de poder alentaron el acuerdo Pichetto – Costanzo
Política de decisiones descarnadas.
Esas que emergen en los momentos de incertidumbre. Ahí, cuando se torna poco aconsejable esperar para estar seguro. Porque la demora implica riesgo de que se esfume la posibilidad de dominar el curso de los hechos.
Política de decisiones elásticas.
Esas que en un momento dado conllevan renegar de mucho de lo que se sostiene. Y desde ese escalón desbrozar una alternativa que se visualiza como única para mantener posibilidades de seguir siendo poder.
Política de decisiones que para unos revelan un espíritu pragmático a disposición de una causa.
Pero política de decisiones que para otros denuncia una laxitud de convicciones y una dosis de anomia que alienta el desencanto ya existente con la dirigencia política.
Todo este marco conceptual sirve para reflexionar sobre la decisión adoptada por el precandidato a senador por el PJ Miguel Pichetto de bajar a su precandidato a diputado nacional Rodolfo Ponce de León y acordar fórmula única con el sector del partido que lidera Remo Costanzo.
¿Por qué un acuerdo que lleva a Pichetto a negarse en aquello que propuso durante todo el año anterior – la construcción de una nueva estética para el peronismo -, la que consideraba dañada por el «estilo de conducción acrítico y carente de debate interno», que a la fuerza le impuso por años Remo Costanzo?
El acuerdo es la consecuencia de necesidades de poder que tenía la candidatura de Pichetto. Porque hace tres semanas se sorprendió con el surgimiento de las aspiraciones senatoriales de Eduardo Rosso.
Pichetto nunca dudó de que está mucho más sólidamente instalado que Rosso en el mapa peronista de la provincia.
Pero en este tiempo tampoco ignoró tres cuestiones:
Primera cuestión: Rosso es un rostro que se ha preservado significativamente del conflicto interno permanente que signa la vida de este PJ tan frustrado de poder. O sea, está abierta la posibilidad de que sea visto como el único de los dirigentes con poder en el PJ con imagen sin curitas. En todo caso, Rosso ganó las dos únicas elecciones generales a que se presentó: por la comuna de Viedma. Y además computa otro pergamino: en el «94, le hizo la interna a Costanzo para la candidatura a gobernador. Una participación que ni siquiera el entonces presidente Carlos Menem pudo evitar. «Pibe, bajate: Hay que dejar que Remo busque por segunda vez la gobernación… Capaz que en ésta se le da, por eso necesitamos un PJ sin interna, unido», le dijo Menem a Rosso en una habitación del Hotel Austral de Viedma. «Lamento presidente, yo sigo adelante», fue la respuesta. Y Rosso sacó el 28 % de la interna, no fue poco ante el aparato costancista.
Conclusión de Pichetto a la primera cuestión: Rosso bien puede no ser un picnic.
Segunda cuestión: Rosso cuenta con el decidido respaldo de Carlos Ruckauf. Esto implica un formidable respaldo de recursos en favor de Rosso. Y esto tampoco es poco en política.
Conclusión de Pichetto a la segunda cuestión: Rosso está en condiciones de montar rápidamente su imagen en la provincia.
Tercera cuestión: Pichetto debía impedir que – ante la falta de política conque encaraba la interna el costancismo (de lo único que habló es de unidad) – las huestes del senador entraran en desbande a la hora de votar y terminaran respaldando a Rosso. Tampoco era un temor menor.
Conclusión de Pichetto a la tercera cuestión: Hay que evitar ese desbande y escuchar al costancismo.
Estas fueron las razones que movieron a Pichetto a aceptar al ultracostancista y presidente del PJ Carlos Larreguy como primer candidato a diputado nacional.
Una alternativa que vislumbró en términos de única pasadas las 16 del domingo, cuando Rosso rechazó la propuesta que le formulaba:
– Ni quiero ser senador llevándote a vos de diputado ni quiero ser diputado con vos de senador. No quiero ningún acuerdo, voy solo – le dijo Rosso.
Y ya de noche, Costanzo y Pichetto fueron un solo corazón en un peronismo muy infartado.
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