Producción orgánica, la globalización de los BoBos

por Eduardo Basz

La expansión de la producción orgánica en escala planetaria va de la mano de la consolidación de una nueva élite ilustrada: los BoBos (burgueses y bohemios). Como dijo David Brooks en su libro sobre esta clase alta innovadora, son unos bípedos anfibios que pueden tener la agenda cargada de un empresario y la informalidad de un artista. «A través de su forma de gastar dinero debe demostrar que es una persona de conciencia, no vulgar. El nuevo código de corrección económica permite a los BoBos gastar dinero sin parecerse a esos yuppies que tanto desprecian». Sus hijos pueden llamarse Dylan o Maribel, escuchan a Peter Gabriel, miran las películas de Scorsese e intervienen en seminarios de creatividad. Esta élite antielitista valora la autenticidad, lo rústico, el estilo campo, la calidez, lo sencillo (pero no lo simple), las artesanías y, por supuesto, la producción orgánica. «Tomamos la actividad más característica de los burgueses, comprar, y la convertimos en varias actividades propias de los BoBos, a saber, arte, filosofía y acción social. Los BoBos poseen el toque del rey Midas, pero a la inversa. Todo lo que tocan se convierte en alma». ¿Será para tanto? Lo concreto es que ellos son la fuerza impulsora de la economía 'bio'.

A nivel mundial, la superficie dedicada a lo orgánico creció casi un 10% en el último año, ahora supera los 26 millones de hectáreas. El mercado internacional de productos ecológicos asciende a 19.500 millones de euros. La vieja Europa (con más de 10.000 millones de euros en ventas) está a la cabeza del consumo global. En los países gourmets (Italia, Francia, España), los alimentos orgánicos van ganando espacio tanto en el mercado como en las representaciones sociales. En Italia fue constituida una red de comercios con garantía ecológica, apoyados tanto por la Unión Europea como por el Estado nacional. Cuentan con el sello «garanziaAIAB», de la Asociación de Agricultura Ecológica Italiana. La red, formada por más de 30 establecimientos, se dedica a vender pero también a formar opinión pública a través de la campana «Bio para todos». En Francia ya hay 3.000 comercios de alimentos bio. Hace poco se realizaron en España unas jornadas de reflexión y debate sobre la agricultura ecológica, en la que intervinieron más de 40 asociaciones de productores. Le reclamaron al gobierno la regulación del uso del término Bio, la protección frente a los transgénicos y «la promoción de una nueva cultura de la alimentación que incorpore, por ejemplo, alimentos ecológicos en los comedores públicos, las cantinas y los hospitales». En ocasión de la inauguración de la Biofach 2005 (realizada a principios de año en Nüremberg), la ministra federal de Protección a los Consumidores, Alimentación y Agricultura pudo afirmar que «lo bio está en alza, se convierte en global Player y en éxito de Bolsa, consiguiendo así un espacio propio en la sociedad y la economía». De acuerdo con la Federación de Economía Alimentaria Ecológica de Alemania, en el 2004 el mercado orgánico creció un 10% hasta llegar a 3.400 millones de euros. Esto contrasta con el de la alimentación convencional que sólo aumentó un 1%, pero tiene el tamaño de 100.000 millones de euros. Según estimaciones de la Secretaría de Agricultura, el 84% de los alemanes consumirá alimentos orgánicos en un futuro próximo. La Biofach (el foro global más importante de la economía orgánica) convocó este año a 33.000 visitantes profesionales y 2.000 expositores de 69 países. ¿ La estrella del momento?: Brasil, tanto por sus productos como por la presencia de tres ministros. También hicieron su presentación en sociedad los nuevos miembros: Laos, Malta y Panamá. Entre los socios más recientes de la Unión Europea se destaca Polonia. Quiere ampliar la superficie orgánica de 60.000 hectáreas (2003) a 200.000 (2006). Desde el 2001, cuenta con una ley que da pautas y estímulos a la producción local. Los compradores profesionales también valoran los artículos ecológicos de Hungría. Curiosamente, Suiza es uno de los pocos países europeos que alientan la producción orgánica de Cuba. Importa zumos de limón, cocos, azúcar, cacao, café y desde hace poco, pulpa de mango. Bio-Suisse se encarga de otorgar los certificados a las plantaciones orgánicas. Al parecer, el gobierno de Fidel está muy interesado en desarrollar productos orgánicos para introducirlos en el exquisito mercado BoBo de Europa occidental.

Tal vez, Lennon haya sido un precursor cuando colgó la guitarra en el ropero y se metió en la cocina para hacer pan casero. ¿ Por qué no? Es que para el buen BoBo la cocina es uno de los lugares más importantes del hogar. La vieja clase alta hacía exactamente lo contrario. («Hasta la aparición de los BoBos, la cocina era una zona vilipendiada»). En un libro de 1972, podemos leer que «las mujeres de clase alta nunca entran en la cocina. Las mujeres de clase media alta se ven obligadas a entrar en la cocina de vez en cuando, pero quieren dar la impresión de que no ponen los pies en ella. Un auténtico hogar de clase media alta disimula sus instalaciones domésticas». Con un razonamiento diferente, las feministas exhortaban a las mujeres a huir de la cocina. Pero con los BoBos todo es diferente. «Los miembros de la élite culta otorgamos más peso espiritual a la fuerza de nuestra comida que a cinco de los diez mandamientos y, en consecuencia, insistimos en ingredientes naturales elaborados por granjeros enemigos de los plaguicidas que piensen globalmente y actúen localmente». ¿Cosas de excéntricos? Puede ser. Pero en todo caso es el estilo de vida de gente no sólo nacida en cuna de oro, sino también en casas donde había bibliotecas con libros de Sófocles y discotecas con longplays de Coltrane. Además de viejos ricos son viejos cerebros. ¿Qué puede esperarse de individuos que en su más tierna adolescencia estaban dispuestos a pagar más por unos jeans gastados que por unos nuevos? «La panadería selecta, los sofisticados cafés y los ecológicos comercios de muebles podrán parecer epifenómenos superficiales. Sin embargo, estas instituciones no son meros cambios arbitrarios de moda, sino que es un síntoma de un profundo cambio cultural».

El Instituto para el Futuro de Kelkheim ha identificado las corrientes predominantes en el consumo y el estilo de vida. Así, el consumidor será cada vez más responsable consigo mismo y con el medio ambiente. «Una alimentación sana, el equilibrio entre trabajo y tiempo libre, una vida en armonía con la naturaleza serán sus prioridades». La pronosticada «age of trust» no será la época de las corporaciones (ni tampoco la era de Acuario), sino un momento donde la confianza, la transparencia y la credibilidad formarán parte de la agenda del consumidor despabilado. Y en ese escenario, la producción orgánica tendrá la oportunidad de mostrar lo suyo.


La expansión de la producción orgánica en escala planetaria va de la mano de la consolidación de una nueva élite ilustrada: los BoBos (burgueses y bohemios). Como dijo David Brooks en su libro sobre esta clase alta innovadora, son unos bípedos anfibios que pueden tener la agenda cargada de un empresario y la informalidad de un artista. "A través de su forma de gastar dinero debe demostrar que es una persona de conciencia, no vulgar. El nuevo código de corrección económica permite a los BoBos gastar dinero sin parecerse a esos yuppies que tanto desprecian". Sus hijos pueden llamarse Dylan o Maribel, escuchan a Peter Gabriel, miran las películas de Scorsese e intervienen en seminarios de creatividad. Esta élite antielitista valora la autenticidad, lo rústico, el estilo campo, la calidez, lo sencillo (pero no lo simple), las artesanías y, por supuesto, la producción orgánica. "Tomamos la actividad más característica de los burgueses, comprar, y la convertimos en varias actividades propias de los BoBos, a saber, arte, filosofía y acción social. Los BoBos poseen el toque del rey Midas, pero a la inversa. Todo lo que tocan se convierte en alma". ¿Será para tanto? Lo concreto es que ellos son la fuerza impulsora de la economía 'bio'.

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