Profesores árabes dan clase a judíos en Israel

En una especie de revolución educativa, un creciente número de escuelas israelíes adoptan un enfoque novedoso en la instrucción del árabe: contratan a profesores árabes.

La iniciativa va mucho más allá de sólo enseñarle un nuevo idioma a los niños: Los educadores dicen que esperan derribar barreras en una sociedad en que los ciudadanos judíos y árabes interactúan poco y sospechan uno de otro.

“Es muy importante superar los estigmas. Tenemos una oportunidad de acercarnos’’, dijo Shlomit Vizel, director de la escuela primaria Tidhar en Yokneam, un pintoresco poblado en las colinas de Galilea, en el norte de Israel.

En un país en que el 20% de los ciudadanos es árabe, parecería obvio contratar a personas que hablen árabe como lengua materna con el fin de que den clases.

Pero una mezcla de políticas y diferencias culturales a lo largo de décadas han separado abrumadoramente a los estudiantes israelíes entre los sistemas educativos judío y árabe. Con pocas excepciones, los maestros judíos dan clase a alumnos judíos, y profesores árabes se encargan de enseñar a los estudiantes árabes.

El programa “Ya Salam’’, u “Oh Guau’’ _un juego de palabras que utiliza el término “paz’’ en árabe_, intenta modificar esta tendencia con un nuevo enfoque hacia el árabe, considerado un idioma oficial en Israel y en teoría materia obligatoria para todos los estudiantes. En realidad pocos judíos lo hablan bien.

Primero, el programa comienza a enseñar árabe en el quinto grado, dos años antes de lo normal. También enseña árabe convencional, en lugar del árabe literario formal que suele impartirse. Y aún más crucial, trae a profesores árabes a los salones de clase judíos.

Maram Faur, una joven profesora del poblado árabe de Kabul, encabeza este esfuerzo.

La maestra de 29 años se encuentra en su segundo año en Tidhar, donde dice tiene el respaldo de sus colegas, de sus alumnos y de los padres.

“Me siento como una profesora común y corriente. No soy una maestra extranjera’’, afirmó.

Esto no siempre fue así. Cuando empezó, Faur estaba aterrorizada por la forma en que podría ser recibida. Pasó apuros con el ambiente bullicioso e informal en el salón de clases y se sorprendió al ser llamada por su primer nombre, algo impensable en el sistema escolar árabe, más jerarquizado. A veces regresaba llorando a casa.

Pero de repente algo cambió. Dejó de preocuparse tanto por el plan de estudios formal y se concentró en su relación con los niños. Con el aliento de sus colegas y los desarrolladores del programa, participó en juegos con los alumnos, alentó las conversaciones con ellos y les enseñó acerca de los feriados musulmanes.

Sus estudiantes se sorprendieron al ver que se vestía como ellos, no con la tradicional túnica y velo que pensaban traería. Se enteraron que suele ir de vacaciones a Eilat, un popular sitio turístico israelí en el Mar Rojo, y que utiliza el correo electrónico y una computadora portátil.

Un día invitó al salón a un narrador de cuentos en árabe. En otra ocasión, un músico le enseñó a la clase cómo tocar el darbuka, un tambor de Medio Oriente. Trajo a sus tres pequeñas hijas a que conocieran a los alumnos.

“Quiero que aprendan todo lo posible sobre los árabes bajo un enfoque positivo’’, señaló.

En la actualidad, Faur controla muy bien su salón de clases. Vestida con pantalones vaqueros y blusa negra, hace poco le hizo preguntas al azar a sus alumnos, y para elegir al que respondería le arrojaba juguetonamente una pelota amarilla de esponja. Casi todos los estudiantes alzaban las manos para responder, y la lección fue efectuada prácticamente en árabe en su totalidad.

“Mi nombre es Adir. Vivo en Yokneam. Acudo a la Escuela Tidhar. Tengo 11 años. Estoy en 6to grado’’, dijo un niño. La clase entonó la canción del alfabeto, y los estudiantes pasaron de buena gana al pizarrón con el fin de escribir letras en árabe.

“No sólo aprendemos. Hacemos actividades divertidas. Es más divertido que nuestras lecciones usuales’’, dijo Michal Zimmerman, de 6to grado.

Pero los estudiantes también aprenden algunas lecciones para adultos. Hablan sobre la diversidad, el respeto “al otro’’ y la ruptura de estereotipos entre muchos israelíes de que los árabes son fanáticos religiosos o terroristas.

“Una no puede generalizar’’, dijo Ron Crispin, otra niña de la clase. “Vivimos en un país. Tenemos que vivir en paz’’.

Faur trata de evitar hablar de política, pero eso no siempre es posible. Durante un simulacro de un ataque con misil, un estudiante le preguntó: “¿Ustedes también hacen esto?’’

“Dije: ‘Ellos también nos arrojan cohetes. También nos entristece. También queremos paz y tranquilidad’’’, afirmó Faur.

El árabe es obligatorio en todas las escuelas israelíes del 7mo al 10mo grado, pero la respuesta a ese requisito es desigual. Sólo aproximadamente la mitad de las escuelas lo enseñan, y en muchas de ellas los estudiantes sólo lo cursan dos años, de acuerdo con el Fondo Abraham, un grupo activista que promueve la coexistencia entre los árabes y los judíos de Israel.

El hebreo, el idioma nativo de los judíos de Israel, es requerido en todas las escuelas, y en general las escuelas de las comunidades árabes comienzan a enseñarlo en tercer grado. Prácticamente no hay ninguna aula que incluya alumnos judíos y árabes, ya que en general las comunidades viven separadas.

En una labor conjunta con el Ministerio de Educación de Israel, en 2005 el Fondo Abraham lanzó el programa “Yaa Salam’’ en forma experimental en 12 escuelas en el norte de Israel, y lo expandió gradualmente.

En la actualidad, es enseñado en 200 de las aproximadamente 1.700 escuelas primarias judías del país, la mayor parte en el norte de Israel, donde viven muchos de los árabes israelíes. Ahora el ministerio está a cargo del programa, aunque el Fondo Abraham todavía proporciona apoyo.

“La meta es romper los estereotipos y los temores y conocernos uno a otro. Eso es lo que ha ocurrido’’, dijo Orly Nachum, supervisor de enseñanza del árabe en el distrito norte.

Los árabes israelíes, a diferencia de sus hermanos palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza, tienen derechos plenos como ciudadanos, pero con frecuencia enfrentan discriminación en la vivienda y el empleo. A menudo la mayoría judía ve a los árabes-israelíes con sospecha, y menciona su frecuente identificación con los palestinos y las declaraciones antiisraelíes de sus líderes políticos.

Bajo este ambiente, el gobierno israelí, dominado por nacionalistas judíos, ha aprobado una serie de proyectos de ley en el Knéset _el Parlamento_ que son percibidos como antiárabes.

Amnon Beeri Sulitzeanu, codirector del Fondo Abraham, exhortó al Ministerio de Educación a que haga obligatorio el programa a nivel nacional para contrarrestar esta tendencia.

“Los niños, incluso los más pequeños, sienten los vientos antidemocráticos que soplan desde el Knéset, e internalizan sentimientos de xenofobia y enajenación hacia los ciudadanos árabes de Israel’’, afirmó. “En esta situación compleja y peligrosa, de alguna forma este programa contrarresta las actitudes negativas hacia los árabes’’.

Four intenta evitar esos asuntos profundos, aunque sabe que es una embajadora no oficial. Por ahora está contenta con sólo hablar con sus alumnos’’.

“Ellos sólo quieren hablar árabe. Qué divertido’’, afirmó.

AP


La iniciativa va mucho más allá de sólo enseñarle un nuevo idioma a los niños: Los educadores dicen que esperan derribar barreras en una sociedad en que los ciudadanos judíos y árabes interactúan poco y sospechan uno de otro.

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