El déficit externo argentino ya acumula u$s 35.000 millones

La ortodoxia económica, sostiene una matriz conceptual, que da sustento al marco normativo sobre el que la teoría clásica basa todo su análisis. Sin embargo, los datos que surgen de la aplicación de tales preceptos a la economía real, arrojan a menudo conclusiones muy diferentes a las que sostiene la teoría.

Uno de esos conceptos, indica que la apertura económica es fundamental para que una economía crezca. Se hace hincapié en la necesidad de eliminar todo tipo de controles a la entrada y salida de capitales, a la inversión extranjera, quitar aranceles a la importación y a la exportación, y fomentar el libre comercio. Suele afirmarse que la protección arancelaria genera ineficiencia y empresarios adictos al paraguas estatal, mientras que la apertura es la condición necesaria para generar competitividad y especialización productiva, en aquellos sectores donde el país tiene ventajas comparativas.

Es precisamente la visión que impera en el seno del gobierno, la cual se vio reflejada en la política aplicada desde 2016. Las primeras medidas adoptadas por la gestión Macri, fueron la eliminación de las retenciones a la exportación de granos, a la exportación minera, la reducción y eliminación de aranceles a la importación de diferentes productos, el desmantelamiento de los controles a la entrada y salida de capitales, la eliminación de los plazos de permanencia mínima de los capitales que llegan para invertir en el país, y de los límites a los montos de compra de divisas.

Promediando el mandato, y cuando en el mundo se debate cuál es la mejor forma para sobrellevar la guerra comercial iniciada por EE.UU. y China, los datos revelan que ninguno de los potenciales efectos virtuosos que propone la teoría se verifican, y Argentina sigue padeciendo la misma dificultad endémica para generar divisas. No solo ello, sino que la posición externa del país se ha deteriorado a los peores niveles de la historia en términos de deuda y déficit de cuenta corriente.

La deuda, a niveles récord

En general, la toma de deuda tiene mala prensa. Suele evaluarse que tomar deuda ‘es malo’ y debe evitarse. Lo cierto es que la toma de crédito puede ser significativamente positiva si contribuye a mejorar la posición patrimonial, estructural o productiva del país, generando una plataforma de crecimiento futuro.

El escaso nivel de endeudamiento relativo que presentaba la economía nacional a fines de 2015, fue uno de los pilares del modelo de política económica implementado por el equipo económico de Mauricio Macri. Por ese entonces, el ratio Deuda/PBI ascendía al 45%. Ello posibilitó que la toma de deuda sea la herramienta elegida para financiar el gradualismo. Tres años después, y tras una megadevaluación que en solo cuatro meses llegó al 100%, las acreencias externas representan más del 90% del PBI.

El primer infograma adjunto, muestra la evolución de la deuda externa bruta total (pública y privada). Se observa que el año 2015 culminó con una deuda de u$s 152.000 millones, y que hasta el segundo trimestre de 2018, la misma ascendía a u$s 245.000 millones. Un crecimiento del 60% en apenas 30 meses de gestión. A ello hay que agregar los u$s 57.000 millones comprometidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en sendos acuerdos, lo que eleva la deuda externa al día de hoy por encima de los u$s 300.000 millones.

El punto en cuestión, es que tras haber duplicado la posición acreedora a nivel externo, ni la posición fiscal, ni la productiva, ni la comercial del país han mejorado, sino que por el contrario, las mismas se han deteriorado.

La contracara, es el jugoso negocio financiero generado al calor de las altas tasas de interés en pesos, y el enorme flujo de capitales hacia el exterior. Según surge del “Informe de Balanza de Pagos, Posición de Inversión Internacional y Deuda Externa” que acaba de publicar el Indec, resulta que solo en el primer semestre de 2018, se fueron del país u$s 16.000 millones, y que en los 30 meses de la gestión macrista ya salieron del país u$s 53.000 millones, una cifra similar a la solicitada como auxilio al FMI.

Déficit con mirada selectiva

La mayoría de los economistas clásicos, evalúa que el déficit fiscal es la raíz de todos los males de la economía nacional. Es imposible soslayar el peso del rojo de las cuentas estatales sobre la estructura productiva, en especial cuando el mismo se sostiene a lo largo del tiempo.

Llama la atención sin embargo, el escaso énfasis de la cátedra en relación al déficit de cuenta corriente. La cuenta corriente refleja la posición argentina en relación a la entrada y salida de divisas producto del comercio, los servicios, el turismo, y las remesas. La evolución de la variable se observa en el segundo infograma que acompaña la nota.

El gobierno recibió la economía con un elevado rojo en cuenta corriente de u$s 16.800 millones. Una cifra que reflejaba las enormes dificultades del país para generar divisas producto del cepo cambiario, el atraso del tipo de cambio, y la fuerte caída de los precios de las commodities registrada luego de 2010.

En base a los preceptos clásicos, la economía argentina estaba “demasiado cerrada”, y la apertura era la receta indicada para salir del atraso.

Tal fue la receta utilizada, pero el año 2017 culminó con un déficit de cuenta corriente por u$s 31.300 millones. La mitad de ese monto se explica por el pago de intereses y un tercio por el rojo comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones). El informe publicado por Indec, muestra que si se contabilizan los últimos doce meses, el déficit supera los u$s 35.300 millones, y en el primer semestre de 2018 acumula u$s 17.800 millones, encaminándose a un nuevo récord, pese a la fuerte devaluación registrada desde mayo.

La diferencia entre aquello que Argentina vende al exterior y aquello que compra, compone el saldo comercial y puede apreciarse en el tercer infograma. La estadística muestra que el déficit comercial fue récord en 2017, llegando a los u$s 8.470 millones. En los primeros ocho meses de este año, el rojo llegó a u$s 6.993 millones, un 57% más que los u$s 4.335 registrados en igual periodo de 2017. Todo indica que pese a la devaluación, el déficit comercial también batirá un récord en 2018.

La estrategia elegida desde el 2016 fue la apertura económica. El deterioro de las cuentas externas no se detuvo ni aun luego de la devaluación del 100%.

Datos

Datos

La estrategia elegida desde el 2016 fue la apertura económica. El deterioro de las cuentas externas no se detuvo ni aun luego de la devaluación del 100%.
u$s 300.000
Los millones comprometidos por deuda externa bruta, pública y privada, contando el nuevo acuerdo con el FMI.
57%
Lo que creció el déficit comercial en los primeros ocho meses del 2018.
u$s 35.000
Los millones que representa el déficit de cuenta corriente entre junio de 2017 y junio de 2018. El rojo externo se encamina a un nuevo récord.

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Economía

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