¿Qué hay detrás de la escalada armamentista?

Apesar de la peor crisis económica mundial desde la década de 1930, y de los pronósticos de que el número de pobres se incrementará este año en Latinoamérica, los países de la región están embarcados en el mayor gasto militar de los últimos tiempos.

La semana pasada, el presidente venezolano Hugo Chávez visitó Rusia para comprar 500 helicópteros de combate por valor de u$s 500 millones, según la agencia estatal de noticias rusa RIA Novosti. Con esta adquisición, las compras venezolanas de armas a Rusia en el curso de los últimos cinco años alcanzarán los u$s 5.000 millones.

Unos días antes, el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva recibió al presidente francés Nicolas Sarkozy en la capital del Brasil y anunció el comienzo de negociaciones formales para la compra de 36 aviones de combate Rafale, de fabricación francesa, que según declaraciones de funcionarios franceses probablemente tendrán un costo de más de u$s 7.000 millones.

Además, Brasil sigue adelante con el plan de comprar y producir juntamente con Francia otros armamentos franceses, incluyendo cuatro submarinos de guerra Scorpene, 50 aviones de transporte militar y lo que será el primer submarino nuclear de Latinoamérica.

Chile, a su vez, compró recientemente 18 aviones de combate estadounidenses y anunció su plan de adquirir cañones de largo alcance y radares a Estados Unidos. Hasta Bolivia, el país más pobre del Cono Sur, ha abierto una línea de crédito de u$s 100 millones para conseguir armas en Rusia.

Durante una visita al Perú la semana pasada, me sorprendió ver todos los días grandes titulares en los periódicos sobre las compras de armas en países vecinos.

«Es algo que preocupa», me dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Perú, José Antonio García Belaunde, en una entrevista. «Nadie puede explicar a qué obedece, porque ésta ha sido una región tradicionalmente pacífica».

De acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, los gastos de defensa de Latinoamérica y el Caribe crecieron el 91% durante los últimos cinco años, hasta alcanzar los u$s 47 mil millones en el 2008. Los países que más incrementaron sus gastos militares fueron Venezuela, Brasil y Chile.

¿Qué está ocurriendo?, pregunté a varios funcionarios latinoamericanos y estadounidenses. ¿No es algo disparatado, considerando que pocas semanas atrás el Banco Mundial estimó que el número de pobres en Latinoamérica crecerá en seis millones de personas este año debido a la crisis mundial?

Según García Belaunde, una explicación posible del enorme incremento en la compra de armas es la bonanza económica de varios países de la región en los últimos años por el alza de las materias primas. Este fenómeno dejó a muchos países con grandes reservas de dinero, y a veces, cuando los gobiernos no alcanzan a gastar su presupuesto antes de terminar el año fiscal porque no tienen los equipos técnicos o no les alcanza el tiempo para lanzar proyectos de infraestructura, lo más fácil es comprar armas exigidas por las fuerzas armadas, explicó.

Frank Mora, el funcionario del Departamento de Defensa estadounidense a cargo de los asuntos hemisféricos, me dijo en otra entrevista que -en los casos de Brasil y Chile- las compras de armas son para modernizar equipos que muchas veces no han sido actualizados en los últimos cuarenta años.

«No creo que eso (las recientes compras de armas) indique una carrera armamentista», me dijo Mora, agregando que más del 80 % de las compras de armas ha sido hecho por tan sólo tres países, Venezuela, Brasil y Chile. «Pero debemos seguir viendo eso cuidadosamente y evitar lo más posible que eso ocurra en lo que ha sido históricamente una zona de paz».

Mi opinión: Coincido en que el enorme aumento de compras de armas puede deberse, en parte, a la bonanza económica o a la modernización de equipos obsoletos. Pero sospecho que, especialmente en el caso de Venezuela, existe un factor adicional: la corrupción.

Si nos basamos en la historia de corrupción de Venezuela y en las evidencias de que el gobierno de Chávez tiene emisarios que van y vienen por el mundo con maletas llenas de dinero, no podemos descartar la posibilidad de que Rusia esté pagando fabulosas comisiones a funcionarios venezolanos por sus u$s 5.000 millones en exportaciones de armas.

La tragedia para la región, además del hecho de que los países podrían usar estos recursos para reducir la pobreza, es que cada compra de armas de un país pone nerviosos a sus vecinos y los incita también a comprar armas. Es hora de que haya un acuerdo regional para poner límite a las compras de armas y para detener esta tendencia que -sean cuales fueren sus causas- es un disparate total.

ANDRÉS OPPENHEIMER (*) Especial para «Río Negro»

(*) Periodista argentino. Analista internacional. Miami

ANDRÉS OPPENHEIMER


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