Que la crisis internacional la pague otro

Germán Fermo (*)

Esta crisis ha ido mutando. Originariamente, comenzó como una recesiva en Estados Unidos, causada por una desaceleración del mercado inmobiliario. Luego la desaceleración comenzó a impactar en el balance de los bancos, mutando de una crisis recesiva a otra más peligrosa: una de insolvencia del sistema financiero. Y cuando parecía que lo peor de la crisis lo habíamos visto, nos enteramos de que la mitad de Europa está virtualmente en bancarrota. Probablemente, la única chance que tiene el G2 es monetizar su catástrofe y a partir de allí se sientan las bases para una potencial nueva mutación de la crisis: una de carácter inflacionario. Obviamente que la inflación por el momento no es un problema inminente en el G2, por la sencilla razón de que con un desempleo rondando el 10%, la suba sostenida y generalizada de precios no tiene chances en el cortísimo plazo, pero en el mediano estará por verse. También es cierto que vivimos en una economía mundial globalizada en donde los problemas del G2 y sus “formas” de solucionarlos inciden directamente en las economías emergentes. Los impactos totales pueden resumirse en dos grandes grupos, desde una premisa bien conocida: el mundo entero está saturado de dólares. Esta saturación motiva una gran propensión del mercado a correrse de esos dólares y reinvertirlos en los mercados locales, lo que genera una sustancial suba en la demanda de las monedas en cuestión: real brasileño, rublo ruso, lira turca, peso colombiano y peso chileno, por citar algunos. Este flujo de dólares a las economías locales puso a los bancos centrales en un dilema. Si no se hace nada, la constante entrada de dólares genera una apreciación de la moneda local que ocasiona una pérdida de competitividad y por lo tanto menor empleo. Por otro lado, si se frena la apreciación vía intervención cambiaria, la entrada de dólares termina provocando inflación en la economía local. Con respecto a la apreciación cambiaria, la mismísima Suiza ha intervenido al generar una histórica depreciación en el franco suizo del 10% en minutos, motivada porque la economía de este país europeo estaba sintiendo los impactos de la pérdida de competitividad. Vemos aquí que en una economía globalizada, el accionar de la Reserva Federal no le es inocuo a nadie. Monetizar el problema del G2 puede generar, vía apreciación cambiaria, desempleo en economías de emergentes. Vemos entonces que una de las formas de licuar el problema es disminuir el desempleo en Estados Unidos “exportándolo” a economías emergentes: “Mejor que lo pague otro…”. Con respecto a la inflación local, evitar la apreciación nominal obliga a los bancos centrales a emitir moneda, monetizando sus propias economías y ocasionando inflación. Si bien la inflación no se ve todavía en el G2, hace casi ya dos años que se viene observando en muchas economías de emergentes. Vemos entonces que otra de las formas de licuar el problema del G2 es generar inflación en mercados locales”. La estrategia de la Reserva Federal es “licuarnos a todos” y que el problema que se originó en Estados Unidos lo pague el planeta entero en forma indirecta y de diversas formas: cuanto “menos se note” más efectiva será la licuación y la sensación es que en los próximos diez años se verá una sustancial aceleración de este proceso con Europa uniéndose a la fiesta a través de la monetización de su problema de deuda. (*) Ph.D. in Economics (UCLA) y director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.


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