Qué piensan y sienten los chicos dentro de las aulas

Una alemana y una novedosa propuesta en Neuquén

NEUQUEN (AN).- Anja Kraus cree que los niños de Berlín se sienten demasiado oprimidos dentro de las aulas, que sus docentes son distantes y -al cabo- evalúa que eso no es bueno. En cambio, a los chicos de Neuquén se los ve muy libres, los maestros se muestran más cercanos y eso -considera a priori- tampoco es bueno.

A Anja, fundamentalmente, le interesa saber qué piensan los chicos de todo esto. La docente de la Universidad de Ludwigsburg está desde hace unas semanas en esta ciudad trabajando en un proyecto que integra el arte, la enseñanza y el conocimiento científico. Básicamente, Anja quiere determinar qué sienten y necesitan los chicos dentro de las aulas, pero no se animan a manifestar. Con el diagnóstico afinado, la docente quiere instrumentar actividades artísticas que liberen las tensiones de los niños.

La especialista, además de docente, es artista y está doctorada en filosofía.

Anja buscó una forma conveniente para saber «qué piensan, sienten y quieren los niños cuando están sentados más o menos tranquilos en la silla». Los chicos alemanes -donde empezó la experiencia- moldearon «orejitas» de un material blando que una vez terminadas se conectaron a un grabador donde se registraron los pedidos que no se animan a formular.

«Los chicos pulsan el grabador y le cuenta a la orejita qué es lo que quieren y los que sienten», explicó Kraus en diálogo con este diario.

En Berlín, rotando cuatro orejitas en un aula durante una semana, Anja tomó nota de las cosas que los chicos quieren/sienten en la escuela.

«Hay algo muy claro, los chicos quieren más libertad, en Alemania las clases son muy frías, y el docente da su clase casi sin pausas. Esto funciona bien para algunos chicos pero complica a quienes tienen algún tipo de problema, puede ser físico o familiar», indicó la docente alemana.

La primera parte del proyecto se llevó adelante en Berlín donde, como en todo el este de Alemania, todavía está muy presente el temor a ser espiado. «La desconfianza es muy común, es algo cultural, los padres de estos chicos no hablan por teléfono porque tienen temor de estar siendo escuchados, y los niños cargan con el trauma de los padres», comentó Krauss. A pesar de este contexto, los chicos «confiaron» en las orejitas, agregó la mujer. Neuquén es la segunda pata del proyecto de la investigadora quien por estos días anda con las orejitas por las aulas de quinto grado de la escuela 1. Kraus, por otra parte, aclaró que la instalación de las orejitas se hace previa autorización de los padres y que a los chicos se les garantiza la confidencialidad. De surgir alguna denuncia que tenga que ver con algún hecho que tenga al niño como víctima la decisión de intervenir la toma el docente.

A la par de la investigadora trabajan las artistas Mariana Vasileva y Ellen Kobe quienes se integran a la iniciativa con trabajo de video y una obra artística de Niki de Saint Phalle.


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