¿Qué tal lo del «Globo» en el Monumental?

Huracán llegó a Núñez con temores de caer por goleada y terminó ganándole al puntero e invicto. Un auténtico batacazo.

El festejo de los jugadores de Huracán, en la despedida para sus tres mil hinchas que quizá no esperaban ganarle a Ríver
BUENOS AIRES (DyN) – Allá arriba, en la tribuna «Centenario», esos tres mil hinchas de Huracán que llegaron en caravana no lo podían creer. Habían ido al «Monumental» con la esperanza de no comerse una goleada y terminaron festejando a rabiar un 2-1 impensado ante Ríver , el que venía puntero, el cuco, el que había vapuleado 6-0 a Estudiantes en La Plata y quería más.

Huracán, que llegaba con técnico interino (Jorge Célico) mientras espera que asuma Carlos Babington, volvió a vestirse de verdugo de Ríver. Y si en los últimos tres años le arruinó dos campeonatos, está vez le quitó el invicto y le hizo resignar la punta a manos de Rosario Central.

Ríver reaccionó tarde y recién consiguió el descuento a los 8 minutos del final, apenitas después del 2-0 señalado por Juan Carlos Padra. El equipo que dirige el chileno Manuel Pellegrini buscó el empate de todas las maneras en ese final emocionante, pero el corazón herido del «Globo» le impidió rescatar al menos un punto en una tarde que sus hinchas querrán olvidar pronto.

Ríver arrancó el partido dormido, demasiado distendido para enfrentar a un rival que llegaba con la chapa de endeble, pero que sabía que tenía poco para perder y mucho para ganar. Huracán, en cambio, entró concentrado, dispuesto a pelear cada pelota como si fuera la última. Y el plan le salió casi a la perfección.

El «Globo» se plantó con dos líneas de cuatro bien aguerridas, dejó a Padra como enganche y Alberto Godoy como único delantero. Debido a su afán por cortarle los circuitos a Ríver, más las escasas respuestas que entregaban los locales, cumplió con el cometido de llevar el desarrollo lo más lejos posible de Martín Ríos.

Ríver recién consiguió generar cierto peligro sobre los 18, cuando Ariel Garcé mandó un centro que el «Chori» Domínguez no alcanzó a conectar con un taco. Del otro lado, Huracán intentaba salir rápido vía Alejandro Alonso y, fundamentalmente, Padra. Pero éste último chocaba contra dos trabas: su soledad y sus imprecisiones a la hora de dar el último pase.

Las intenciones ofensivas de Huracán, eso sí, eran muy recortadas. «El empate está más que bien», pensaba el «Globo». Cada vez que tenía un tiro libre a favor iban muchos a cabecear para ver si podían sorprender. Eso fue lo que ocurrió a los 25. Rodolfo Graieb se encargó de la pelota parada, el uruguayo Sebastián Morquio la tocó por el camino y Ramón Ortiz la empujó la gol.

Sorpresa mayúscula por los antecedentes con que llegaban ambos, pero no tanta por lo que ocurría en el campo de juego. Ríver intentó despabilarse y Ariel Garcé pasó al mediocampo. Pero el local siguió rebotando y solamente estuvo cerca del 1-1 a los 43. Después de una jugada confusa, Ríos tapó con su pecho una entrada de Domínguez.

Tras el descanso, Pellegrini mandó a la cancha a Nelson Cuevas por Víctor Zapata en procura de conseguir la profundidad perdida. Sin embargo, Ríver estuvo lejos de encontrarla y en los 6 minutos iniciales Huracán pudo haber aumentado en dos ocasiones.

El local no encontraba el camino y Ríos, la figura de la cancha, recién fue exigido nuevamente a los 15, al tapar sendas entradas de Luis González y Domínguez. Con el correr de los minutos, Ríver comenzó a desesperarse y a desacomodarse en el fondo, circunstancias que Huracán aprovechó para inquietarlo con algunas salidas rápidas de contragolpe.

A los 21 ingresó Fernando Cavenaghi por el errático Damián Alvarez para buscar aún más presencia ofensiva. Pero no había caso.

Era una tarde en la que Ríver estaba destinado a sufrir. Y, a los 34, el paraguayo Celso Ayala se resbaló en las cercanías del área y Padra se la cruzó a José María Buljubasich para salir gritando el segundo.

Tres minutos más tarde, un derechazo del «Chori» Domínguez hizo revivir a Ríver. Que intentó e intentó, pero terminó sucumbiendo ante un equipo que aplicó el gran golpe de la fecha.

Ríver tuvo «un exceso de confianza»

BUENOS AIRES (DyN) – Manuel Pellegrini realizó una fuerte autocrítica al aseverar que Ríver perdió porque «hubo un exceso de confianza» y luego reconoció que su equipo jugó «el peor partido» desde que él llegó al club de Núñez.

Pellegrini, quien en ningún momento apuntó las críticas a sus dirigidos, fue contundente al aseverar que, aún jugando mal, el partido ante Huracán era para a lo sumo «empatar cero a cero».

«Ellos habían hecho un sólo gol en todo el campeonato y nosotros habíamos recibido uno, pero nos hicieron dos en un mismo partido a pesar de que nos llegaron poco. Fue nuestro peor partido desde que estoy en Ríver», señaló en la conferencia de prensa posterior al 2-1 con que Huracán los sorprendió en el Monumental.

Consultado sobre si sus dirigidos subestimaron a Huracán, el chileno respondió: «Conscientemente no creo, porque durante la semana hablamos que sería un partido complicado, pero inconscientemente no lo sé».

«El motivo principal de la derrota fue que hubo un exceso de confianza sin lugar a dudas. En el mismo ambiente hubo un exceso de triunfalismo, porque hasta llegó a hablarse sobre si Ríver iba a ganar por cinco o seis goles de diferencia», agregó.

Según Pellegrini, en el primer tiempo a Ríver le «faltó agresividad, movilidad y fútbol y el equipo terminó cayendo en el ritmo que propuso Huracán».

A modo de balance, dijo que Ríver no tuvo «las variantes ofensivas para superar a una defensa muy cerrada», para luego asegurar que lo que más lo preocupa no es la actuación de su equipo sino el hecho de «no haber conseguido los tres puntos».

«Esperemos que estos tres puntos perdidos no terminen siendo decisivos en la lucha por el campeonato», suplicó.

Pellegrini también hizo referencia a la tardía reacción de su equipo al manifestar: «Cuando quisimos, no pudimos».

Al preguntársele sobre si la ida de Eduardo Coudet al Celta de España influyó decisivamente en la chapa final, Pellegrini expresó: «Va a ser una ausencia importante, pero no se puede achacar el resultado a la partida de Coudet».


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