«¡Que venga Marcelo…»

Producto del inmenso poder que tiene, al menos hoy.

Esto es lo que posibilita a Néstor Kirchner manejar a su placer los tiempos que corren hacia las urnas del 2007. Y en ese tramo, elegir a quien elevar al cielo. O callar otra forma de ejercer poder y dejar que por debajo de él se desangren los aspirantes a éste o aquel sillón.

Desde la ley Sáenz Peña en adelante, pocos mandatarios legítimamente elegidos tuvieron una opción tan franca. Veamos el caso de elección de sucesores o de vices.

– ¡Que venga Marcelo!- chilló un día del '21 Hipólito Yrigoyen. Y así lo hizo presidente a Alvear para el período '22 / '28.

Tuvieron que pasar muchos años para que otro poder decidiera en esa línea: Juan Perón. Reformó la Constitución Nacional para ser reelegido. Pero su poder recibió una advertencia cuando Eva, con respaldo de la CGT, deslizó su deseo de ser vice. El Ejército dijo: «No conviene». Y Perón, más militar que esposo, le hizo caso. Luego, el cáncer se encargó de Eva.

Llegó el '73. Pero, ¿habrá sido Perón quien eligió a Isabel para vicepresidenta?

Raúl Alfonsín salió de la Rosada con tan escaso poder que ni siquiera pudo elegir la puerta por la cual hacerlo.

A renglón seguido, en materia de ejercicio de poder, Carlos Menem se dio todos los gustos imaginables. O algo parecido.

Hoy, es el turno de Kirchner.

Cuestiones de poder, que en la Argentina suele ser veleidoso.


Producto del inmenso poder que tiene, al menos hoy.

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