Quema de colectivos pone otra vez en vilo a Francia

Exactamente un año después de la oleada de graves disturbios en los suburbios de las principales ciudades del país, cientos de jóvenes descendientes de inmigrantes volvieron a acaparar la atención incendiando colectivos. El gobierno promete actuar con rigor.

PARíS (DPA) – Con ataques precisos contra autobuses en los barrios de inmigrantes de las afueras de las ciudades, las bandas juveniles reviven estos días el fantasma de los disturbios registrados hace exactamente un año en Francia. Todavía se trata de hechos aislados, pero las autoridades temen que el reguero se extienda como en 2005, cuando en el lapso de tres semanas ardieron en más de 300 ciudades 10.300 vehículos y 300 escuelas, bibliotecas y otras instituciones públicas.

Y a diferencia de entonces, algunos violentos van esta vez fuertemente armados. En la noche de ayer fueron quemados cuatro autobuses en suburbios parisinos. En al menos un caso los jóvenes responsables llevaban varias armas de fuego.

Las quemas de autobuses y la negativa de los choferes a pasar por «zonas calientes» de noche otorgan a los agitadores gran atención mediática cuando se cumple hoy un año de los desmanes. Los procesos judiciales de 2005 contra las bandas ya lo demostraron: impulsados por las imágenes de la televisión, estos grupos se dedicaron a competir para ver quién quemaba más coches o provocaba más terror. Al final, el gobierno hizo uso de una ley de emergencia de la guerra de Argelia para controlar a los violentos.

Pero desde entonces las tensiones no se han borrado nunca por completo. Desde principios de año ha habido 5.000 ataques contra policías y todas las noches son quemados 15 automóviles sin que los medios se hagan eco. Con la llegada del «aniversario de los disturbios» los casos volvieron a ocupar titulares, como el del coche patrulla destrozado con bates de béisbol por un grupo de jóvenes del que los policías tuvieron que huir lanzando disparos de balas de goma.

Muchos jóvenes de origen árabe o africano se sienten verdaderamente perseguidos por la policía sólo por su aspecto, y consideran a los agentes en sus barrios como invasores . «Nos controlan todo el tiempo», asegura Rashid, de Clichy. «Deberían dejarnos en paz».

El político centrista François Bayrou cree que esta percepción está relacionada con la huida del Estado de los barrios problemáticos. «En los distritos elegantes de París el Estado es omnipresente», afirma el dirigente. Pero «ahí donde duele» no hay oficinas de correo u otras instituciones .

Las bandas criminales aprovechan el malestar para expulsar a las autoridades con ataques contra los «flics» («polis»). «Las fuerzas del orden se convierten en objetivo porque molestan y ponen en riesgo la economía negra», asegura un policía. La economía sumergida es un negocio millonario. El criminólogo Xavier Raufer ha calculado que tan sólo la venta de heroína en los barrios llega a 183 millones de euros al año (232 millones de dólares). Las ganancias son invertidas en negocios legales, según la unidad de inteligencia de la policía (DCRG), a menudo servicios de seguridad y tiendas telefónicas.

El gobierno intenta evitar una escalada como la de 2005 con una mezcla de duras palabras (ver recuadro) y renuncia a las provocaciones. Así, la policía redujo sus controles en las zonas más complicadas para no generar represalias.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios