Quien se acuesta con el blues amanece de fiesta

Miguel "Botafogo" y Melvin "Deacon" Jones se presentaron en Neuquén

NEUQUEN (AN).-De cómo se pueden tocar dos extremos que trascurrieron por mundos diferentes, dieron cuenta Miguel «Botafogo» Vilanova y Melvin «Deacon» Jones.

Uno del autóctono riñon blusero argentino con ramificaciones hacia el rock y el otro, el arquetipo del bluesman norteamericano, con pinta de indio, méxico-africano.

Con una contundencia que generó comentarios encontrados, pero coincidentes en cuanto a talento y técnicas, pasaron dejando una noche memorable a sus espaldas.

Víspera del 25, fiesta patria en el cine Español de Neuquén. Concierto compartido y disfrutado desde las 22.30 hasta media hora después de la medianoche.

La dupla fue más que eso.O mejor: no sólo dos, porque estaban emparejados con tres instrumentistas «carne y uña» con Botafogo: el batero («legendario batero» que le dicen) Juan Rodríguez, el bajista Rafael Pravetoni de los mejores del ambiente porteño y el guitarrista Sergio Arias.

Pueden no haber tenido demasiado tiempo juntos, como hacía notar alguien por allí, pero son dueños de tanto tablado y una vía tan directa con el público, de las que hacen gala todo el tiempo: sea ejecutando o bajándose para compartir los instrumentos con los neuquinos que querían tocar, o mezclándose con el público y hasta vendiendo un disco firmado en vivo y directo por el propio Jones.

El punto de comunión colectivo, para afortunados, pudo haber sido ese clásico del blues argentino «Desconfío» de Pappo, que Vilanova, cuya ciencia para el instrumento se remonta a los 9 años cuando se inició en la guitarra clásica y a los 12 en la eléctrica, supo reivindicar con una gracia sonora, como para hacer cantar hasta a las montañas.

Por el lado del forastero, el centro al rojo vivo habría de encenderse quizás, en ese «Easy Baby» con el que Deacon fluyó todo energía desde el Hammond, endiablado y prolífico genio de color que dialoga con la gente superando los límites del entendimiento común -no hablar un mismo idioma-, porque hay algo mágico, superior: el órgano, que transgrede lo conocido y aún lo desconocido.

Armonizar en la esencia y en escena, como Melvin y Miguel, tiene que ver con lo que Botafogo defiende: «blues, música expresiva del alma». Esto explicaría emparentamientos sonoros y entre músicos: sin fronteras. «la escala del blues está dando vuelta -dijo- en toda la humanidad: música antigua de China, Japón e India. La propia música de la Puna es pentatónica»

Botafogo encaró «Slide blues» y se dejó llevar por los buenos recuerdos, donde ubica sin recelo ni contradicción al mítico Pappo o a Spinetta, «Deacon» -mientras- hace desde su instrumento y a conciencia, una reverencia dignísima a la tradición: en las iglesias solía haber un órgano de tubo con lo que los negros aprendían a cantar y en nuestros días, no caben dudas, el blues recibe un Hammond a la manera de Jones, como un maná del cielo.

¿Por qué dos puntos equidistantes en algún momento, hacia 1994 o 1995 se tocaron?

Más allá que a Deacon y a Botafogo los haya presentado Pappo, confiesan y comulgan un blues para salirse de cauce y vitorearlos a rabiar. Eso sucedió en Neuquén. Se está dando fe.


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