Rainer Werner Fassbinder: el hijo ardiente

El próximo 10 de junio se cumplirán 20 años de la muerte del genial realizador alemán Rainer Werner Fassbinder. En París ya comenzaron los homenajes en memoria del director de «Ellos los llaman Alí». El Teatro de Bobigny preparó para todo este mes una mega exposición que refleja la vida y la obra de quien fuera considerado el «hijo ardiente» de Alemania. La retrospectiva también incluye la lectura de sus obras de teatro como «Justo una rebanada de pan».

Paris (especial).- El 10 de junio de 1982, el cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder sintió que había algo porqué sonreír: se estaba muriendo.

Horas más tarde de su suicidio, los amigos que lo encontraron tirado en su cocina, dijeron que «al fin descansaba». No dormía desde hacía 37 años.

Fassbinder nació el 31 de mayo de 1946 en Worrishofen, Baviera.

A casi veinte años de su muerte, el Teatro de Bobigny, preparó para todo este mes una mega exposición en honor a quien fuera considerado el «hijo ardiente» de Alemania. Para ver: la exposición del artista plástico berlinés, Bernd Aury, titulada «Filme en negro y negro o imágenes del lado oscuro de la luna», inspirada en la película «La gordura, la ciudad y la muerte», y en los poemas de Heiner Müller. Para crear los paisajes urbanos minimalistas del cine de Fassbinder, Aury se vale de fotografías, imágenes creadas por computadora, y esculturas.

Entre otras de las propuestas del festival que reflejan vida y obra del realizador, se encuentra la lectura de sus obras de teatro, como «Justo una rebanada de pan», a cargo el grupo de teatro Lucioles, que integra el argentino Marcial Di Fonzo Bo junto a cuatro comediantes franceses.

Esta retrospectiva, y que viene dando la vuelta al mundo desde que se cumplieron diez años de su muerte, incluye la visita de muchos de los actores que acompañaron a Fassbinder a lo largo de su carrera. Tal vez la más conocida para el mundo es Hanna Schygulla, quien fuera su musa en veinte películas. Nacida en la cuna del nuevo cine alemán, a los 60 años, Schygulla, cuenta en su haber con unos cincuenta y tantos filmes realizados.

En un encuentro ameno de la actriz con el público, luego de la proyección de uno de los filmes que la tienen como protagonista, dijo que «en realidad, Fassbinder, a veinte años de su desaparición física, es insustituible. En aquellos tiempos me sentía su marioneta, pero ahora me hubiera gustado haber compartido esa liberación con él. Siempre pensaba que nos quedaban los mejores años para crear. Con ningún director volví a tener esa sensación de continuidad. Son pocas las veces que logro trabajar con alguien que se pueda comparar con él, en términos de talento. La mayoría de las veces me toca tratar con mediocridad».

Hanna Schygulla, luego del éxito que tuvo con el homenaje a Brecht, ahora apuesta a «Elle! Louise Brooks», en el Teatro Chai-Llot, de París.

Otras de las visitas esperadas, fue el encuentro con las tres actrices, Irm Hermann, Margit Carstensen y Brigitte Mira, quienes junto a Schygulla, protagonizaron una de las primeras películas polémicas del alemán: «Las amargas lágrimas de Petra von Kant».

La cinta, que en 1972, generó todo tipo de discusiones, narra la fría relación que tiene una pareja de lesbianas. El distanciamiento del que se valió para su teatro, Bertold Brecht, fue también herramienta noble para Fassbinder. El no quería que el espectador se identificara con los personajes a través de estallidos emocionales. Le interesa más la puesta y el trabajo con la cámara que descubría los rostros acusados por la soledad y el dolor que el sufrimiento en sí.

Será por eso que en el cine de Fassbinder es más que evidente la ubicación de sus personajes estáticos en el centro del cuadro con el movimiento constante atrás de ellos. Su objetivo era alcanzar una síntesis creativa en lo que se refiere a la composición de cada una de las imágenes.

Cómo hacer del caos un hecho artístico

Si hay algo que Rainer Werner Fassbinder no tuvo nunca fue miedo de llevar a escena las miserias humanas. En la Alemania de aquel entonces, su trabajo comenzó a ser conocido a partir de las escenas «duras» que creaban cierta irritación en los primeros críticos. Pero también es cierto que en una época en la que el mundo se encontraba, cultural y socialmente en la búsqueda por nuevas formas y nuevos horizontes, su cine pronto consiguió acaparar la atención y por sobre todo, la adhesión de la gente.

Fassbinder supo hacer del caos una obra de arte, y lo meritorio es que lo hizo en un país donde no soportan el desorden.

Nada mejor que inmiscuirse en sus constantes temáticas y estilísticas para descifrar a este prolífico fenómeno que diera el cine.

Muchos estudiosos de su obra coinciden en decir que «su homosexualidad libre, declarada y sin ningún impedimento físico y moral lo colocó en un lugar peligroso, propio y a la búsqueda de los afectos que no tuvo en la infancia».

Sin embargo, más allá de los escándalos, las fotografías vestido de mujer, el odio hacia sus padres, los cortos matrimonios con dos de sus actrices y las relaciones homosexuales con varios de sus colaboradores, con el paso del tiempo, hicieron de su cine algo fascinante, justamente por ese valor insospechado que le daba él a cada relación en su vida privada.

El rescató los ejes del melodrama clásico, pero los llevó al terreno que mejor conocía: los marginales, los desocupados, y los seres carentes de afecto.

Prostitutas, travestis, homosexuales, drogadictos, linyeras, mujeres golpeadas, son los perfiles de los personajes que habitan en cada una de sus películas. Su provocación desde lo artístico, y que generó todo un clima cultural, no volvió a verse en ningún rincón alemán.

Luego de que terminara «Querelle», su obra póstuma, se encontraba casi consumido por las drogas, el sexo y la voracidad por el trabajo. El genio oculto del cine, el más grande artista de los últimos treinta años de Alemania, ya no daba más.

Gordo, y sin ganas de vestirse correctamente, aparecía a las entrevistas arrastrando los pies, fumando y con una botella de alcohol. Algunos dijeron que ingería todos los días droga para seguir viviendo.

El 10 de junio, su última compañera, la montajista, Juliane Lorenz, lo descubrió muerto en la cocina de la casa. Suicidio por somníferos, asesinato, sobredosis: varias son las causas que se tejieron alrededor de su cuerpo mutilado por la angustia que le «provocaba el mundo».

Un examen toxicológico indicó la ingestión excesiva de cocaína y barbitúricos. Caso cerrado, dijo el sistema.

Hoy, giran por el mundo, los 43 trabajos que dejó para cine, video y televisión, 16 obras de teatro y publicaciones en revistas y libros especializados

A casi veinte años de su muerte, Fassbinder es un caso abierto, dice la gente.

Oscar Sarhan


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