Rally de la Argentina: La organización quedó «bajo la lupa»

Lo deportivo pasó a un segundo plano, por lo sucedido en la prueba.Los dirigentes tienen la palabra en relación con el tema de seguridad.

Hace poco menos de un año, advertimos acerca de los desencuentros que tenían los organizadores del Rally de la República Argentina. Y ahora quedaron aún más al descubierto, ya que como pocas veces pasó en esta mítica prueba, a la hora del balance final hay que hablar más de lo que pasó al margen de la carrera.

En lo deportivo salió una carrera espectacular, con un impecable ganador como fue el escocés Colin McRae, quien dio cátedra de manejo en las serranías cordobeses, pero que también mostró mucha inteligencia y efectividad.

Así, sin cometer los excesos de otras ediciones en Córdoba, ganó por primera vez una prueba que se le venía negando.

Tan parecido y destacable resultó el trabajo de Gabriel Pozzo, a quien le sobró para llevarse la victoria en el Grupo N4. El cordobés consiguió el segundo triunfo en el certamen -venía de ganar el Rally de Cataluña- y se perfila como el mayor candidato a ganar el Mundial de la especialidad.

Si Pozzo gana el título sería bárbaro para un automovilismo argentino que tiene una discreta proyección internacional.

Después de lo exclusivamente deportivo, lo otro para destacar fue la notable respuesta de los aficionados, que volvió a responder de una manera casi increíble, asombrando a propios y extraños.

Y lo negativo de esta vigésima primera edición del Rally de la República Argentina no tiene nada que ver con lo deportivo, pero que igual estuvo cerca de generar en la segunda etapa del pasado sábado una verdadera tragedia.

Lo sucedido en una playa de estacionamiento en Santa Rosa de Calamuchita desnudó como nunca un lado oscuro de la organización de la prueba, cuyos dirigentes parecen estar más preocupados por el qué dirán de la FIA y la prensa extranjera.

Así comenzaron a descuidar ciertos aspectos que tienen directa incidencia con el normal desarrollo de la prueba.

«Un suceso ajeno a la organización»; «Algo que no se podía prever», o «el camión no estaba afectado a la prueba», fueron algunas de las frases que se le pudieron escuchar a David Eli, coordinador general de la prueba, para explicar el caos que se inició cuando se produjo el incendio en la playa de estacionamiento de Calamuchita, y culminó con el vuelco de un camión cisterna que a poco estuvo de matar al piloto Bruno Thiry y a un directivo del equipo Skoda, quien fue el que se llevó la peor parte.

Está claro, y ya se apuntó otras veces, que Eli no puede dirigir la carrera a distancia y querer hacer todo, sin desligar responsabilidades. Y parte de lo que sucedió en la zona de Calamuchita tiene que ver con lo apuntado. Si el dirigente hubiera estado en el lugar -moviéndose con un helicóptero-, seguro que no habría pasado nada de lo que sucedió

Algunos allegados a la organización comentaron que fue el único descuido, pero fue demasiado grueso como para pasarlo por alto. Es la primera vez en la historia del Mundial de rally que un equipo tuvo que abandonar no por la rotura de los autos en carrera, sino porque los rompieron en un parque de servicio. Pasó todo de golpe, es cierto. Pero quedó demostrado que a la organización le faltó aplomo para buscar las soluciones de inmediato. Si hasta hubo pilotos corriendo en medio de los autobombas que circulaban en sentido contrario o con los aficionados cruzando la ruta.

Sin dudas, lo que pasó -más allá que todo lo que pasó en el Rally de la República Argentino estuvo cerca de la perfección- abrió un gran interrogante acerca de lo buena que es la organización en el tema de la seguridad. La respuesta la tienen los propios responsables de llevar adelante está tradicional prueba. En una de esas, si solucionan sus problemas internos, todo sería diferente.

Raúl Bernal


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