Rara ponderación
RÍO NEGRO
ADRIÁN PECOLLO adrianpecollo@rionegro.com.ar
Insensatez. La rigurosidad política de un ministro que expele a una funcionaria por un gesto interno inapropiado descuella en el permisivo teatro del gobernador Miguel Saiz, que renueva confianza a funcionarios procesados, investigados y políticamente muy incorrectos. Este imperio gubernamental tiene un raro parámetro: hablar políticamente constituye un hecho más embarazoso que la comisión de una irregularidad que ocasiona perjuicio económico al Estado o la negligencia que se mide en muertes. Hasta las buenas intenciones se diluyen en semejante cuadro. Se trastornó el expectante anuncio de la millonaria inversión alimentaria de China en Río Negro. Saiz viajó y firmó un convenio por 20 años que el Ministerio de Producción desconoció hasta su regreso pero ya transfiere ese proyecto extraño con entusiasmo y convicción. El ex ministro José Luis Rodríguez fue eyectado cuando se entrevistó con la defensora del Pueblo, Ana Piccinini. Ahora la ex legisladora Liliana Finocchiaro –a cargo del área de Educación Privada– fue depuesta porque se reunió con Bautista Mendioroz y Pablo Verani en militancia por el proyecto del vicegobernador. Si persiste esta disposición, como dice la acusación de que Finocchiaro fue desplazada porque criticó a Saiz, la emigración sería masiva. Sobran funcionarios con esas herejías hacia el gobernador. Peores dolencias recaen en Saiz por el accionar delictivo originado por varios de sus funcionarios con causas penales, desde las andanzas con las obras públicas y de las áreas sociales. El inventario es extenso, pero Turismo fascina por sus particularidades y gravedades. Ya procesado en otra causa, el ministro Omar Contreras repite esa marcha judicial en los expedientes por sus tropelías administrativas. Hay tanta inmunidad que, frente a las evidencias, el gobierno anunció la renuncia del subsecretario de Administración, Nelson Daniel. Fue la única reacción. Casi un mes después Daniel sigue en el ministerio. Espera la aceptación por parte del gobernador, dicen en Turismo. Todo vale entonces, detecta con razón el resto de la administración pública. El Ministerio de Gobierno, la Secretaría de Seguridad y los jefes policiales continúan inmutables a pesar de que “yerros” de sus subordinados originaron cuatro jóvenes muertos y otros golpeados (como en el caso ocurrido esta semana en Viedma) y un resonante robo en pleno desierto de la Región Sur para llevarse 150.000 pesos de jubilaciones y asignaciones. Parece que no existen responsabilidades políticas ni institucionales, más allá de las penales que la Justicia evalúa para los responsables directos. Saiz recurrió a su viejo método. No hacer nada salvo esperar. Sólo susurró intenciones de cambios frente a las quejas internas. “Se saca así presión de encima”, confesó un allegado. “Dame algunos días, voy a hacer algo”, le respondió al presidente del bloque oficialista, Adrián Casadei. Llevó un fuerte cuestionamiento a Seguridad y pidió el relevo de Víctor Cufré. Transmitía el inicio de asonada de los legisladores. Saiz pidió tiempo, incluso balbuceó que pensaba en un civil o un policía retirado para reemplazar también a Jorge Villanova en el manejo policial. Es cierto que se turba el mundo de Cufré en el gobierno. Pero es bueno remarcar que no hay plazos para reales alteraciones. Los tiempos son los de Saiz. Y pueden no llegar nunca. Hoy mudó su atención. “Trabajar en un nuevo plan de seguridad”, lanzó. Abandonó –por ahora– cualquier renovación en Seguridad. Quiso sumarle alguna acción a esa idea suya. Concurrió –con el ministro Diego Larreguy y Cufré– el jueves a reunirse con los jefes policiales. Advirtió el costo institucional del momento pero, además, se sorprendió por reclamos y justificaciones encendidas de los uniformados. El concepto de esta seguridad policíaca de Río Negro está demasiado arraigado en el mandatario. Saiz cedió todo ese terreno a Cufré. En su descargo, el ministro Larreguy cuchichea que nada puede hacer y, lo peor, advierte que su suerte está ligada a la del secretario de Seguridad. Igual redobla ese destino y se aferra al comando. Exagera en su respuesta –como ocurrió el jueves frente a un ataque a un fotógrafo viedmense– y cae en problemas cuando ventila datos clínicos confidenciales. Extrema el cuadro con la denuncia de conspiraciones frente a sospechas de excesos policiales. No hay tal complot. Sí existe desconfianza al accionar de la fuerza, potenciada por los hechos de sus integrantes y por la temeraria tolerancia institucional del gobierno. Desequilibrios internos. Saiz mantuvo su ponderación cuando el lunes escuchó atentamente a los familiares del joven asesinado Guillermo Trafiñanco. “Son dos confirmados por la Justicia”, corrigió el anfitrión cuando se planteó que esta policía cargaba con cuatro muertes en los últimos meses: la del viedmense y la de los tres barilochenses Diego Bonefoi, Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco. En estos dos decesos las pericias no precisaron el origen de los disparos mortales. Reveló esa reunión también otro desequilibrio de fuerzas. Dos funcionarios presentes –la subsecretaria de Derechos Humanos, Gladys Cofré, y el titular de la Comisión Antiimpunidad, Oscar Meilán– opinaron y además insinuaron la necesidad de audiencias para profundizar sus argumentos. El contexto fue tan confuso que el abogado de la familia, Diego Sachetti, sugirió que ese reclamo quedara para un debate de gabinete. Quedó descifrada la realidad: en Saiz, el acceso y la referencia de aquellos difiere mucho de la habitualidad y poder de que goza Cufré. Finocchiaro llegó y se fue de Educación por la política. La ex legisladora peronista pudo porque creó un partido y se alineó al oficialismo. Últimamente, la ex funcionaria se asoció al proyecto de Mendioroz. Descubrió su posición y Barbeito la eyectó. Esa implacable medida de alineamiento mostró –esencialmente– la dureza del ejercicio del mando y desnudó más esa carencia en el primer mandatario. El gobierno decae en desequilibrios al evaluar conductas. Barbeito concurrió y anotició a Saiz del destino de Finocchiaro. Se fue mucho más estimulado, porque el gobernador lo alentó en su candidatura cuando aquél se mostró alicaído por el desgaste. Ese fervor de la semana se transformó luego en su lanzamiento en Twitter. La interna oficial –incluyendo el desalojo de Finocchiaro– demandó energías plenas. El radicalismo demoró su confrontación y se amontonó en una única lista partidaria. El saizmo se quedó con la mayoría y fijará las reglas para la elección de las candidaturas. Los planes de Mendioroz para el 2011 colisionan con el diseño saizta. Así se buscó un juramento de Saiz. Sus premisas definidas: tener el candidato antes del 15 de marzo y sólo definir el cargo de gobernador. Dicen que Casadei logró ese compromiso por parte del mandatario, incluso que firmaron un acta. Hay desmentidas contundentes. Cierto o no, poco vale porque varios documentos anteriores fueron desconocidos por sus firmantes. Sí importa el actual cono de sombras y recelos en el oficialismo. Desconfían de todo. Ya perdió toda certeza y lo inunda la perplejidad.
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