Recapacitación laboral

Ciertamente en épocas pasadas no tan lejanas, anteriores a la crisis mundial actual, las actividades económicas e industriales demandaban mucha mano de obra en la que el nivel de habilidad, destreza o capacitación requerido de los trabajadores era básicamente mínimo y poco más.

Eso mismo aseguraba de alguna manera la mano de obra necesaria. No obstante, según la estructura industrial, se fue profundizando y modernizando en años más recientes, a lo que se agrega este inconmensurable ´crack up´ financiero-económico global. Debemos ir pensando en incrementar la capacitación laboral teórica y aplicada con el concreto compromiso de sindicatos y empresas que recapaciten y califiquen laboralmente, acorde con las nuevas exigencias que plantea la encrucijada del contexto actual.

Decir esto es decir que la educación vocacional con cualificación laboral será esencial en cuanto a una auténtica defensa para enfrentar socio-laboralmente la crisis, tanto dentro como fuera de los sistemas de educación formal e informal.

Se torna imprescindible impulsar el «aprender haciendo», la educación a distancia, la laboral, la enseñanza cooperativa con conocimientos nuevos que impliquen creatividad, autonomía, responsabilidad. Es decir, modos de asimilar habilidades para responder a las exigencias de este momento, con cierta independencia y nivel de participación, que sirvan para desempeñar un rol activo en la sociedad con entusiasmo, confianza y la mejor canalización de los impulsos vitales, preservando simultáneamente la autoestima, dignidad, satisfacción y serenidad social.

Así entonces las escuelas técnicas y agrotécnicas, los politécnicos, los bachilleratos técnicos con importantes innovaciones en sus contenidos, podrán producir trabajadores bien preparados para la hora actual y con la mayor ductilidad posible para realidades, gustos, hábitos, preferencias y posibilidades que oscilarán con una frecuencia y novedad de antecedentes exiguos.

Si a todo esto -gracias a Tartagal- admitimos adicional y finalmente la existencia de «pobreza estructural», la incorporación o reincorporación más autónoma posible de millones de excluidos del sistema socioproductivo, el sistema educativo debe ser replanteado en contenidos y prioridades no sólo para producir trabajadores especializados, sino para proporcionar oportunidad de capacitación a los trabajadores de familia o grupos etarios cronológicamente más comprometidos, de bajos o nulos ingresos, elevando así gradual y paulatinamente su calificación y con ello reposicionando, reforzando, aumentando y reanimando sus posibilidades.

Este sacudón educativo deberá adaptar constantemente el sistema a los cambios del entorno laboral-económico.

Un nuevo sistema evitaría situaciones como la presente, donde existe un superávit de plantilla laboralmente disponible en el campo de las humanidades, pero una escasez de egresados con experiencias y conocimientos técnicos, de artes y oficios, urbanos y rurales.

Asimismo habría que considerar la posibilidad de delinear y deslindar roles independientes -pero complementarios- para la educación pública y la privada.

Igualmente, es necesario superar un desafío cultural en la opinión pública general y empresaria particular, en el sentido de que los ingresos deben estar determinados en primer lugar por las credenciales educativas y no por la contribución a la productividad.

Finalmente sería injusto olvidar nuestro capital humano o desdeñar la contribución del insumo de trabajadores a partir de la crisis 2001/2002 para la estabilización, el desarrollo y crecimiento económico rápido, contribución sin dudas muy importante en términos absolutos y relativos.

Ahora bien, como las inversiones en educación tardan más en gestarse y desarrollarse que las inversiones en obra pública, los gobiernos siempre tienen la tentación -o escondidas «excusas electorales»- de no invertir en capital humano particularmente en épocas de recesión económica, de desorden presupuestario y ausencia federal.

Hay que resistir esa posibilidad. Recursos humanos bien preparados, son siempre esenciales para cualquier desarrollo económico y social en cuanto tal.

 

ROBERTO BERTOSSI (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Docente e investigador universitario


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