Recetas para sanar de una nutricionista que pasó por una situación dramática

Malena Ramos Mejía perdió a su hija en el parto, le detectaron dos enfermedades autoinmunes y descubrió luego que podría sanarse a través de la alimentación. Su historia la escribió en un libro que ya está en las librerías.

“Lo lamento, no tiene latidos”.

Así empieza el libro que acaba de publicar Malena Ramos Mejía, licenciada en Nutrición, “Alquimia de cuerpo y alma. Alimentación, inspiraciones y recetas para sanar”, de editorial Planeta.

“Lo lamento, no tiene latidos.

«Esas fueron las primeras palabras de mi nueva vida, una vida que se abría paso en mis narices, que se me imponía sin que siquiera la hubiera visto venir. Cuando era adolescente siempre había dicho que no quería tener muchos hijos, que quería un número “manejable” que no invadiera mi vida ni mi casa.


Malena Ramos Mejía capitalizó una dramática situación en su vida en un libro donde sostiene y demuestra que a través de la alimentación pudo cambiar su forma de vida para salvarse. Para ello ideó planes alimenticios libres de gluten, lácteos y azúcar refinada que comparte con la gente. Foto: gentileza Planeta

«Tengo siete hermanos y si bien los disfruto mucho a todos, estaba segura de que no quería esa cantidad de hijos. Con tres, estaba feliz. Cuando nació Sophie, a mis treinta y un años, me enamoré absoluta y perdidamente de ella. Sophie comía literalmente cada 40 minutos, de noche y de día, y aunque dormir siempre había sido mi mejor pasatiempo, yo me levantaba, le daba de mamar y seguía durmiendo… y no me importaba. Sentía tanto amor por ella que solo podía pensar en que quería miles de amores como ese. Sophie tenía un año y un mes cuando me quedé embarazada de nuevo. ¡Tenía tantas ganas de tener otro bebé! Durante el embarazo de Sophie me sentí pésimo: vómitos, asco, náuseas, dolores por todo el cuerpo, poco sueño. Además, a los seis meses empecé con contracciones, así que tuve que hacer reposo la última etapa del embarazo.

«Sophie nació a las 38 semanas por cesárea. Mi segundo embarazo no pareció ser mejor, sino todo lo contrario. Llegué a vomitar cuatro o cinco veces en un día. Bajé de peso de todo lo que vomitaba. Tenía unas migrañas tremendas, dolor de cuerpo, no dormía bien, todo me daba un asco insoportable; tenía claro que el embarazo era mi peor estado, así que comencé a enfocarme en el resultado y en que cada día que pasaba estaba más cerca de mi recompensa: tener a ese bebé divino conmigo.

 
En 2016 le descubren a Malena dos enfermedades autoinmunes: esclerodermia sistema difusa y polimiositis. Las dos enfermedades empezaron en su segundo embarazo, ocasión en que perdió a su beba al nacer. En su libro cuenta primero «Mi enfermedad, mi camino», luego «Tu enfermedad, tu camino» para luego explayarse en información, estudios y recetas sobre alimentación. Malena es licenciada en Nutrición.

«A pesar de sentirme muy mal, el embarazo transcurría dentro de los parámetros normales. Estaba muy cansada, pero ¿quién no iba a estarlo sintiéndose tan mal, gestando un bebé, criando a una niña de un año que estaba en crisis por la llegada de su hermano o hermana y trabajando? ¡No podía más!”. Cuenta Malena en los primeros párrafos de su libro.

El relato sigue como un fluir de la conciencia. Desgarrador, lo admito. Pero Malena lo cuenta tomándole la mano al lector. Porque lo escribió justamente para que veamos que aún desde las peores profundidas de dolor podremos en algún momento levantarnos y continuar porque la vida se trata justamente de ésto.

A los cinco días de la semana 37 Malena empezó a sentir contracciones. “Eran las primeras de todo el embarazo, así que me imaginé que se acercaba el parto. Me recuerdo sentada en el sillón de casa y contándolas. Dolían y llegaban cada diez minutos. Siendo las cinco de la tarde de un martes, creía que para el miércoles a la mañana Viole ya iba a estar con nosotros. Esa noche no dormí. Sophie lloró y se quejó dormida durante toda la noche, así que Max durmió con ella. Si bien las contracciones seguían cada diez minutos, dolían cada vez más y lo único que me las calmaba un poco era caminar. Aproveché para terminar de preparar el bolso para el sanatorio, me bañé y sequé el pelo, medité, herví chupetes y me puse a caminar sin parar”.


Malena tenía 33 años cuando le diagnosticaron las dos enfermedades autoinmunes y el médico le dijo «esto no se cura». «Qué bueno que me dijo eso porque empecé a buscar la cura por mí misma y el médico me ayudaría», comentó a «Río Negro». «Por eso con mi libro quiero que se corra la voz de que uno puede encontrar caminos de sanación desde la alimentación».

Horas después llegó al sanatorio, entró por la guardia y avisó que estaba en trabajo de parto. Le asignaron una partera quien usó el estetoscopio para escuchar los latidos de Viole, pero no se escuchaba nada. “Agarrados de las manos, nos miramos con Max. La partera seguía buscando, pero no escuchaba nada… “Voy a buscar otro porque este es medio viejo”, me dijo un poco alterada. Cuando salió del cuarto, le pregunté a Max si estaba tranquilo. Me dijo que sí. Yo también lo estaba. No sentíamos nada que nos hiciera no estarlo: estaba claro que el estetoscopio era viejo. Además, el viernes había visto al obstetra y estaba todo bien. Viole había tenido hipo ese domingo y se lo había mostrado a Max; ella había sido siempre tan vital y sana, y si bien el último tiempo se había movido menos, ya el médico me había explicado que era normal en las últimas semanas.

«Cuando me llamó mi mamá, le conté que tenía cero dilatación y que probablemente fuera a cesárea. (…) Enseguida llegó la partera con uno nuevo y lo apoyó en varios lugares de mi panza. Yo: ¿Nada? Partera: ¿Cuándo fue la última vez que la sentiste mo verse? Yo: No sé, entre contracción y contracción fue difícil darme cuenta, pero si no me llamó la atención, supongo que estaba todo bien. ¿Qué hacemos? ¿Me la sacan de urgencia? Partera: Vamos a hacerte una ecografía”.

Horas después le dirían a Malena: “Lo lamento, no tiene latidos”.

En este punto puede optarse por quedarse en el dolor o transitarlo para salir de él. Muchas veces se hace lo que se puede y no lo que se quiere. La muerte de su segunda hija a poco de nacer no tuvo una causa médica aparente. Y Malena, pasado los tres meses, recibió el diagnóstico de dos enfermedades autoinmunes: esclerodermia sistémica difusa y polimiositis-. Por entonces tuvo grandes problemas en las manos, se les ponían moradas hasta los nudillos y grises, sin vida, hasta las yemas de los dedos. Fueron muchos médicos, estudios y análisis, incluida una biopsia hepática. En su libro cuenta que recurrió a la meditación, a la cocreación de la realidad de sus sueños y a una alimentación libre de gluten, azúcares refinados y lácteos para lograr sanar primero su intestino (donde residen del 70 al 80% de nuestras células inmunitarias) y armonizar cuerpo, mente y alma.


«Sabía que en algún lado estaba esta sanación; tenía que encontrarla y ayudar a mi cuerpo que me estaba pidiendo ayuda de alguna forma». Textual de Malena Ramos Mejía a «Río Negro».

Cuenta su marido, Alex: “La alimentación fue una herramienta importantísima para sentirse mejor, para acompañar y potenciar su sanación. No fue solo la alimentación la que produjo el “milagro” sino cambiar su forma de observar la vida; todos observamos el mundo de una forma particular conforme nuestros modelos mentales, creencias, vi-vencias, lugar de nacimiento, emociones, edad, sexo, etc. Male se focalizó en cambiar las creencias que la estaban limitando, que le impedían conseguir los resultados que buscaba; en definitiva, que le impedían ser quien realmente quería ser, para lo cual su alma vino a este mundo”.


En el libro, la nutricionista Ramos Mejía habla de la salud intestinal, del intestino permeable, qué alimentos observar primero y del desafío de las tres semanas.

Malena cuenta a RÍO NEGRO que estando internada en el Hospital Italiano “le digo al doctor ´no se preocupe doctor que yo me voy a curar´ porque sentía que me iba a sanar. El me respondió ´esto no tiene cura´. Ahí entendí que iba a tener que hacer un trabajo mucho más integral , que el médico me iba a ayudar pero que no era todo”.


-¿Y entonces?

-Sabía que en algún lado estaba esta sanación; tenía que encontrarla y ayudar a mi cuerpo que me estaba pidiendo ayuda de alguna forma. En el libro hago el planteo de las tres semanas para sanar el intestino porque una vez que las sales simultáneas se equilibran empieza a funcionar todo en nuestro sistema orgánico. Lo primero que planteo es que veamos qué nivel de tolerancia tenemos a estos tres alimentos -gluten, lácteos y zúcar refinada-. Uno puede ser intolerante a estos alimentos y esta intolerancia puede producir malestares, incluso enfermedades porque va dañando tu intestino y tu sistema inmunitario por ende.


Malena dedica buena parte de su libro a compartir recetas de cómo hacer panes, dulces, tortillas, sopas, salsas, delicias dulces… modos nuevos de cocción… qué uso darle a las semillas a la hora de cocinar.


«Mi idea es que dejen por tres semanas de consumir esos tres alimentos, tiempo suficiente para que el cuerpo pueda liberarse por así decir de las consecuencias. Si uno es intolerante a un alimento estos anticuerpos van a subir generando una inflamación celular o generando que los anticuerpos ataquen ese alimento al que somos intolerantes. Entonces, cuando yo lo elimino por tres semanas el anticuerpo baja y después de esas tres semanas lo vuelvo a incorporar. Así se ven los resultados de ese alimento», afirma.

«Si por tres semanas dejo los lácteos y cuando los vuelvo a incorporar me producen gases, dolor de cabeza, dolor articular… significa que soy intolerante a ese alimento y el consumo reiterado en el tiempo y constante de un alimento al que somos intolerantes nos genera muchos síntomas y nos lastima mucho el intestino”, agrega.


Malena comparte que “el 70% de las células inmunitarias están en el intestino. Entonces, la clave es salvarlo: por ahí pasó mi búsqueda y propuesta. Me dediqué a alimentarme para sanarme, no solo del intestino”. Es así que descubrió cuáles son los alimentos antiinflamatorios, antibacterianos y que aportan vitaminas. En su IG The Food Alchimist comparte todo su saber.


-Este punto está muy bien desarrollado en el libro.

-«Mirá, el libro lo elegí escribir para que se siga corriendo la voz de que el poder de sanarnos está dentro nuestro; que depende de cada uno esto de sanar alma, cuerpo y mente. Es un trabajo grande el cambio de alimentación; implica llevar una vida más consciente , una alimentación más consciente . Lasa enfermedades vienen a mostrarnos algo; este trabajo es algo muy personal y de eso se trata la sanación».

«Cuando descubrí que el poder de sanación estaba dentro mío quise que corriera la voz porque yo no lo sabía hasta cuando me enfermé. Llegué a tomar mucha medicación, no sabía si algún día iba a volver a trabajar. En mi libro y en mi cuenta de Instagram @the_food_alchimist está toda la información para el que la necesite. Contesto todos los mensajes porque la idea es esa, que todos vayamos de a poco empoderándonos y descubriendo lo que llevamos dentro nuestro».

Un personaje de una novela del gran escritor norteamericano Paul Auster decía “lo que tenga que ocurrir pasará”. Malena muy bien podría completar este pensamiento cuando dice en la despedida, casi a modo de mantra, que “aprendí a vivir el hoy, el paso a paso. No sé a dónde me llevará pero todo se va a ir presentando de la manera que tenga que ocurrir y de la mejor forma. Sé que va a ser así”.

Recomiendo este libro con total sinceridad. Hace bien.


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