Reflexiones al borde del estreno

Hoy el público se encontrará porteño con "Nueces para el amor", filme de Alberto Lecchi en el que se jugó a contar una historia personal. Antes del estreno habló con "Río Negro".

Alberto Lecchi en las primeras charlas con Ariadna Gil, trataba de hacerle comprender qué sentía una mujer en una situación inentendible para quien no vivió la problemática Argentina; ella ha perdido un ser querido y busca salir del dolor, incluso sustituyendo el afecto, pero no puede volver a establecer relaciones. Le decía: «si realmente no captás la figura del desaparecido, no podés entender esta película. Ese es el punto neurálgico de su papel. Después, le llevé montón de material, libros, sobre mujeres que perdieron sus esposos en la dictadura, tuvo charlas con algunas de ellas y finalmente puso su capacidad de actriz. Evidentemente, tiene recursos para sacar de todos lados, a punto tal que pudo actuar y hablar en argentino. El rol de Gastón (Pauls) era quizás más problemático. Porque es gris, absolutamente gris, más argentino. Y con algo bastante difícil también, interpretar a un tipo de cuarenta años cuando tiene treinta y cinco… ¿Cómo hacer una etapa aún no vivida?».

«Estas eran las dificultades… A favor tiene que es un filme de dos, todo el tiempo estás con Alicia y Marcelo. Si enganchaste este código, es mucho más fácil. Y después filmamos en continuidad. Empezamos con el segundo capítulo; tercer capítulo, luego; cuarto y terminamos con el inicial. De modo que Malena Solda y Nico Pauls vieron todo lo hecho por Ariadna y Gastón».

– Sus sucesores la historia de amor.

«He puesto amor en todas mis películas, pero en ésta hay más cosas mías y de gente conocida. No es autobiográfica, simplemente es un relato intimista que partió de preguntar ¿qué nos pasó, qué recuerdo más de los últimos veinticinco años?».

«Decidí el modo de narrarlo antes de comenzar a filmar y me daré cuenta si acerté o no, con el estreno y la repercusión en el público. Empecé a contarlo en color y lo fui degradando discretamente para que la gente no se dé cuenta, mediante un proceso de laboratorio que se reconoce cuando llega al blanco y negro. Las escenas de España ya están casi ocres… Son elecciones que hice. Por ahí salen bien, por ahí son rechazadas. Así es el cine. Lo único que se puede poner al filmar, es honestidad. Trato de ser objetivo, aunque no lo logro. Digo, muy poca gente vio la película, pero lo poco que he recibido hasta ahora es que se identifica muchísimo».

– En el modo de mostrar los últimos veinticinco años de Argentina, podrías haberte quedado con la carga del dolor vivido con las secuelas que los desgobiernos dejaron en la vida cotidiana, en la economía. Pero elegiste delinear un renacimiento…

– «Esa es la lucha de cada día. Si supiéramos que todo termina blanco y negro, nos pegaríamos un tiro o preguntaríamos qué nos queda? A pesar de ver lo que veo, por más golpes que recibo mantengo la ilusión de que un día cambie. Por eso filmo. Soy uno de los afortunados que vive haciendo lo que le gusta. Filmar una nueva película es una forma de vivir para mí, le da sentido a mi vida. Este tren nuestro algún día va a arrancar. No puede ser que sigamos viviendo otros veinticinco años como los pasados, con hechos terribles que tanto nos han modificado. Yo tuve la oportunidad de irme a España en 1979, Mario Camus me llamó a colaborar en una serie que dirigió durante un año. Y dije no, porque acá estaba mi mundo, tenía un proyecto incluso de familia, hijos… Pasaron veintiún años y si ahora pensara en ellos, tendría que irme. Lo hago y me pongo blanco y negro. Pero recapacito y digo: tiene que haber una salida».

«Vivimos un país volcánico, potente, nos pasaron cosas terribles en un cuarto de siglo; pero creo que no somos plenamente conscientes de ello. Enfrentar la historia de «Nueces…», pega. Lo digo sabiendo que no tengo suficiente objetividad para decir es así, por eso la conté de ese modo. Después de verla, analizo y enumero: represión, 30 mil desaparecidos, una guerra, hiperinflación; todo junto y en no mucho tiempo, cuestiones muy fuertes que nos han cambiado las personalidades. Hemos sufrido golpes impresionantes, como la bomba en la AMIA, fuera de lo común. Pero, a pesar de todo, el teatro soportó, la literatura soportó, el cine soporta. Tenemos una enorme y rarísima necesidad de expresar que no estamos como estamos por casualidad. Mi idea fue contarlo con una sinuosa historia de amor. La película encara ese rumbo: dos pibes en plena adolescencia y un golpe les altera la vida. La vida siempre cambia, pero las cosas acá son muy duras y nos modifican aún más».

«Es muy difícil hacer una película. Lo es mucho más si habla de uno mismo. Me pone contento ver que finalmente no baja línea, no es panfletaria. El público después juzgará… Por primera vez, me siento muy bien al terminar de filmar. Incluso tengo una actitud vanidosa, si se quiere. Anteriormente, fui cuidadoso de los comentarios y estaba preocupado por lo que iban a pensar los que vieran mis películas. Ahora, me da igual… Siento que conté lo que tenía ganas».

Amor para filmar

El sexto largometraje de Alberto Lecchi, director de «Perdido por perdido», «El dedo de la llaga», «Secretos compartidos», «Operación Fangio» y «Apariencias», no es uno más en su carrera, ni en la cinematografía nacional. Rodado en Madrid y Buenos Aires entre setiembre y noviembre del «99, está protagonizado por la española Ariadna Gil que filmó «Lola» con Bigas Luna, «Lagrimas negras» con Ricardo Franco y «Belle Epoque» con Fernando Trueba, y los argentinos Gastón Pauls, Malena Solda, Nicolás Pauls, Nancy Dupláa y Gabriel Goity, en una breve aparición. El guión de Daniel Romañach, Daniel García Molt y el mismo Lecchi, teje una historia de amor que nace en 1975, pasa por Madrid, salta a Buenos Aires en 1990 y llega a nuestros días.

Corren los últimos meses de María Estela Martínez en el gobierno y el comienzo de la dictadura militar. A la salida del recital despedida de Sui Generis en el Luna Park, Alicia y Marcelo se conocen en un tren de vuelta a Témperley. Ella tiene 20, trabaja y estudia, vive sola, quiere ser asistente social y tiene una pequeña práctica militante, alfabetizando en una villa. El miente más edad, pero recién ha cumplido 17 y está terminando el secundario; lo entusiasma el fútbol, salir a bailar los sábados y levantarse alguna piba. Las diferencias acentúan la atracción. Se enamoran. Pero Alicia siente que el compromiso social es más fuerte que sus sentimientos y la relación se corta. El tiempo volverá a unirlos un par de veces, con experiencias de vida bien diferentes y el mismo afecto contenido.

Emergiendo de la penumbra herida del último cuarto de siglo, esta trama de desencuentros y esperanzas, el tratamiento de la imagen, del color, un guión bien estructurado, la buena elección de los actores, o todo eso junto, involucran al espectador y dejan una honda huella afectiva. Los cuatro tramos del filme -encuentro; Marcelo y Alicia en España durante el mundial «82 y la derrota de Malvinas; en Buenos Aires del «90 y en el presente- están sutilmente separados por secciones de diapositivas detrás de los personajes, transformados en lectores distantes de esas realidades. Sin golpes bajos, las fotos reflotan caras y hechos nefastos, otros reconfortantes como la vuelta a la democracia en 1983.

Magnífica, Ariadna Gil, se mete en la piel de una argentina que sostiene sus ideales, que ama, emigra, roza la locura, busca una salida. De la mitad de la película al final, un ruego crece: que la encuentre y no se mate… Así de convincente es su trabajo. Los Pauls y Solda la secundan con solidez y soltura. Otra virtud más de Lecchi: la dirección, la cámara, no se notan; su mirada aparece naturalmente ligada a lo que va contando.

Piedra libre para Nancy Dupláa. Iba a ser Alicia, pero el desarrollo de su embarazo se lo impidió. Asumió un rol secundario -ser esposa de Marcelo, la madre de sus hijos- con calidad y entrega de protagónico. Tiene con qué, pero no siempre le dan la posibilidad de exponerlo cómo en «Nueces…», una creación necesaria para revolver la memoria colectiva congelada y cargar las pilas de belleza y fe. (E.R).

Chances

La historia nació, rememora Alberto Lecchi, un día que «estábamos bastante deprimidos con el editor de todas mis películas (Alejandro Alem) y dijimos por qué no contamos qué nos pasó en estos veinticinco años. Y salió «Nueces para el amor», de la cual estoy encantado porque creo haber sacado un montón de cuestiones que quería expresar y me pesaban dentro. Por primera vez digo que si me equivoqué, no importa».

«El problema más serio ahora, es cómo se estrena y qué repercusión tiene. Si se estrenan cinco películas, necesitan cinco salas y si no estás entre las tres primeras, no te dan la chance del boca a boca, nada. Si de jueves a domingo no superaste media sala llena, te sacan».

– Si de jueves a domingo no rinde, ¿cómo reaccionarán tus productores?

– «Hay dos instancias. La primera es mostrar la película y que a los inversores les guste. La vieron y les gustó. Otro punto es la recuperación del dinero, porque permite volver a filmar. Tan simple como eso. De un fracaso, es muy difícil levantarse. Fracasar hoy son cinco mil espectadores y ahí no recuperaste ni el material para prensa». (E.R.).

Eduardo Rouillet


Alberto Lecchi en las primeras charlas con Ariadna Gil, trataba de hacerle comprender qué sentía una mujer en una situación inentendible para quien no vivió la problemática Argentina; ella ha perdido un ser querido y busca salir del dolor, incluso sustituyendo el afecto, pero no puede volver a establecer relaciones. Le decía: "si realmente no captás la figura del desaparecido, no podés entender esta película. Ese es el punto neurálgico de su papel. Después, le llevé montón de material, libros, sobre mujeres que perdieron sus esposos en la dictadura, tuvo charlas con algunas de ellas y finalmente puso su capacidad de actriz. Evidentemente, tiene recursos para sacar de todos lados, a punto tal que pudo actuar y hablar en argentino. El rol de Gastón (Pauls) era quizás más problemático. Porque es gris, absolutamente gris, más argentino. Y con algo bastante difícil también, interpretar a un tipo de cuarenta años cuando tiene treinta y cinco... ¿Cómo hacer una etapa aún no vivida?".

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