Relaciones peligrosas
juan mocciaro
jmocciaro@rionegro.com.ar
La inesperada detención del arquero Pablo Migliore, sospechado de encubrir al prófugo Maximiliano Mazzaro, número 2 de La Doce y acusado de asesinar a Ernesto Cirino en agosto de 2011, pone al descubierto un asunto muy poco tratado cuando se aborda el tema de la violencia en el fútbol: la relación de los propios futbolistas con las barras.
Habitualmente. el foco se pone sobre los dirigentes, deportivos y políticos, que a veces suelen ser lo mismo, pero casi nunca sobre los jugadores, acaso porque sean el más vulnerable de los actores. También esa vulnerabilidad es sostenida por la propia dirigencia para explicar cierta connivencia con las barras. Pero en uno y otro caso, no siempre, a veces casi nunca, justifica sus relaciones con las barras.
Muchos planteles y sus respectivos referentes han tenido relaciones no muy claras con las barras. Han recolectado dinero para sus viajes, regalado camisetas para recuadra en sorteos y han formado parte de asados, y no siempre fueron obligados a hacerlo. Alguna vez Martín Palermo admitió que varios jugadores de Boca visitaron a hinchas en la cárcel.
El año pasado, a partir de una bandera supuestamente en su contra, David Trezeguet blanqueó su situación: “Tengo relación con la barra (de River), por eso me sorprendí con las banderas. Llamé a la barra para preguntarles si habían sido ellos y me dijeron que no”.
Pablo Migliore solía ocupar un lugar en La Doce aún cuando ya era futbolista profesional. Incluso tuvo problemas con la barra de San Lorenzo por ese asunto. Y no parecía obligado a hacerlo, más bien todo lo contrario.
Es cierto, los futbolistas no son actores principales en la cuestión de la violencia, pero su relación con las barras también explica el fenómeno. No debería ser una cuestión soslayable.
río suelto
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