Religión y política
Si se presta la debida atención a la normativa de cualquier Constitución, por su elevada filosofía, es de prever que fueron inspiradas en las enseñanzas de perennes textos religiosos que a pesar de diversas extrapolaciones, malas traducciones e interesadas alteraciones claramente testimonian que el hombre sólo se sentirá realizado a través de la justicia, la sabiduría y el amor. Ante la angustiosa y urgente necesidad que la sociedad tiene de contar con una dirigencia adulta dedicada a servir a la política y no servirse de ella, es pertinente hacer trascender el pensamiento de exaltados mentores espirituales sobre el tema. A continuación se expone un ilustrativo “Decálogo del gobernante” oportunamente dictado por el iluminado Buda: 1) el gobernante no debe sentir avidez ni apego por la riqueza y la propiedad, sino que debe donarlas para el bienestar del pueblo; 2) poseer un elevado carácter moral; 3) sacrificar todo por el bien del pueblo; 4) honestidad e integridad; 5) amabilidad y dulzura; 6) costumbres austeras; 7) ausencia de odio, de mala voluntad y de aversión; 8) no violencia; 9) paciencia, indulgencia, tolerancia y comprensión; 10) no oposición y no destrucción. Esta breve y gratificante lección de sabiduría y humildad, derivada de la ley mayor (espiritual), evidencia que sustenta a la ley menor (humana) o Constitución. Fundamento del mandato del soberano (pueblo) que el mandatario con el mayor celo se obliga a cumplir y hacerlo cumplir. No hay ninguna duda de que religión y política no son, como muchos suponen, estamentos separados, sino que por alguna voluntad superior al hombre están íntimamente relacionadas. Esto porque si se valoran en su justa dimensión las sentencias evangélicas “vosotros sois dioses”, “sois templo del espíritu santo”, “el reino de los cielos está en vosotros”, queda taxativamente definido que el hombre, más que un ser religioso, ¡es la religión! Siendo la política, la imprescindible herramienta por donde ha de profesar su santidad. Si se está de acuerdo con lo mencionado, en primer lugar es necesario planificar la mejor forma de reformar totalmente el caduco sistema de representación política actual, consagrando a la participación ciudadana en esa esfera. No hay otra alternativa de hacer prevalecer los valores de nuestro divino origen por medio del cual, y no por otro, será posible la redención social. Entonces, neuquinos, ¡manos a la obra! Como bien lo decía don Jaime, ¡no nos achiquemos!, ¡no nos arrodillemos más! Que el esfuerzo bien vale la pena. Las leyes están de nuestra parte ¡no de los perjuros! Sólo esperan que despertemos a nuestra augusta realidad y… las pongamos en práctica. Hugo César Navarro DNI 7.946.311 – Neuquén
Hugo César Navarro DNI 7.946.311 – Neuquén
Si se presta la debida atención a la normativa de cualquier Constitución, por su elevada filosofía, es de prever que fueron inspiradas en las enseñanzas de perennes textos religiosos que a pesar de diversas extrapolaciones, malas traducciones e interesadas alteraciones claramente testimonian que el hombre sólo se sentirá realizado a través de la justicia, la sabiduría y el amor. Ante la angustiosa y urgente necesidad que la sociedad tiene de contar con una dirigencia adulta dedicada a servir a la política y no servirse de ella, es pertinente hacer trascender el pensamiento de exaltados mentores espirituales sobre el tema. A continuación se expone un ilustrativo “Decálogo del gobernante” oportunamente dictado por el iluminado Buda: 1) el gobernante no debe sentir avidez ni apego por la riqueza y la propiedad, sino que debe donarlas para el bienestar del pueblo; 2) poseer un elevado carácter moral; 3) sacrificar todo por el bien del pueblo; 4) honestidad e integridad; 5) amabilidad y dulzura; 6) costumbres austeras; 7) ausencia de odio, de mala voluntad y de aversión; 8) no violencia; 9) paciencia, indulgencia, tolerancia y comprensión; 10) no oposición y no destrucción. Esta breve y gratificante lección de sabiduría y humildad, derivada de la ley mayor (espiritual), evidencia que sustenta a la ley menor (humana) o Constitución. Fundamento del mandato del soberano (pueblo) que el mandatario con el mayor celo se obliga a cumplir y hacerlo cumplir. No hay ninguna duda de que religión y política no son, como muchos suponen, estamentos separados, sino que por alguna voluntad superior al hombre están íntimamente relacionadas. Esto porque si se valoran en su justa dimensión las sentencias evangélicas “vosotros sois dioses”, “sois templo del espíritu santo”, “el reino de los cielos está en vosotros”, queda taxativamente definido que el hombre, más que un ser religioso, ¡es la religión! Siendo la política, la imprescindible herramienta por donde ha de profesar su santidad. Si se está de acuerdo con lo mencionado, en primer lugar es necesario planificar la mejor forma de reformar totalmente el caduco sistema de representación política actual, consagrando a la participación ciudadana en esa esfera. No hay otra alternativa de hacer prevalecer los valores de nuestro divino origen por medio del cual, y no por otro, será posible la redención social. Entonces, neuquinos, ¡manos a la obra! Como bien lo decía don Jaime, ¡no nos achiquemos!, ¡no nos arrodillemos más! Que el esfuerzo bien vale la pena. Las leyes están de nuestra parte ¡no de los perjuros! Sólo esperan que despertemos a nuestra augusta realidad y... las pongamos en práctica. Hugo César Navarro DNI 7.946.311 - Neuquén
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios