REPORTAJE: Una caravana de bronca

«Sin el campo no hay futuro», rezaba ayer una bandera que colgaba de una moderna cosechadora al frente de una caravana de unos cuatro kilómetros de tractores y camionetas de agricultores en huelga contra el aumento de impuestos, que bloquearon una estratégica ruta de la pampa húmeda, cerca de la localidad de San Pedro, donde se realizó la mayor manifestación de la jornada.

Los agricultores prendieron fuego a un viejo tractor y extendieron sus carteles de protesta en esta zona de plantaciones de soja, el cultivo estrella, sobre el cual el gobierno elevó el tributo a las exportaciones del 35 al 44% del valor del grano.

«Están matando a la gallina de los huevos de oro. Vamos a seguir la huelga hasta las últimas consecuencias», dijo Marisa Idróggino, una mujer de 37 años que junto a su marido cultiva soja, maíz y trigo en un campo de 90 hectáreas, que heredó de su suegro. Idróggino llegó al acto de protesta junto a una decena de mujeres de Pérez Millán, una localidad cercana, en la que el aumento de impuestos a las ventas externas de granos anunciado por el gobierno de Cristina Kirchner, cayó como una bomba en el tranquilo vecindario de pequeñas haciendas.

«Es la primera vez que participo de una protesta del campo y estoy orgullosa y emocionada. La presidenta Kirchner no nos da 'bolilla' (no escucha)», afirmaba Sandra Ribas, sin dejar de hacer cálculos de los efectos del alza impositiva sobre sus ganancias. Ribas, de 43 años, produce soja en las 320 hectáreas que alquila en el noroeste de Buenos Aires, pero paga al dueño de la tierra con la mitad de lo que produce y el resto «alcanza para comprar insumos, fertilizantes y pagar salarios». «Con el aumento de impuestos no nos queda resto (de ganancia)», afirma Ribas indignada.

A bordo de uno de los tractores que desfilaban en la protesta, Carlos Cuenca, con boina y ropa gastada por el trabajo en el campo, dice que se sumó a la protesta «para dar una mano a los productores rurales». «Vivo en el campo desde que nací, y trabajo aquí. La huelga me parece bien, los productores tienen que resistir», afirmó Cuenca, un obrero rural de 31 años, con un salario que ronda los 1.500 pesos mensuales (471 dólares). Rogelio Peter, productor de mediano porte, mira la protesta acostado en una camioneta de la que cuelga un cartel con la leyenda «Kirchner, sos la nueva plaga del agro». «El gobierno tiene que entender que el campo no es el enemigo. Necesitamos una política de largo plazo para producir y el gobierno pone parches desde hace cuatro años», afirma Peter. (AFP)


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