Resistir… sin romper

Redacción

Por Redacción

Por Arnaldo Paganetti

En esta etapa donde su lema es «aguantar» los embates de los acreedores privados, el presidente Néstor Kirchner, ha dado instrucciones a los dirigentes que, aún inconexos entre sí, deben tratar de traducir su bajada de línea política, para que mañana, en oportunidad del discurso ante la Asamblea Legislativa, exhorten a los manifestantes a mantenerse serenos y no azuzarlos para que repudien el endeudamiento externo y a los organismos financieros internacionales. Más cuando el Fondo Monetario Internacional, con la venia determinante de Estados Unidos, está por aprobar (antes del 9 de marzo) las metas pautadas con Argentina que, pese a los coqueteos de las últimas horas, «no quiere transformarse en Cuba ni en Venezuela».

«Es hora de dejar de sobreactuar», cruzó a su fiel colaborador Carlos Zanini, secretario legal y técnico, promotor hasta hace unas semanas de transformar el enfrentamiento con los «fondos buitres» en una «causa nacional» que contemplaba incluso la posibilidad de un llamado a un plebiscito.

Con intelectuales -como el francés Alain Touraine y el autóctono José Pablo Feinmann- que le sugieren abjurar del peronismo, los que vienen acompañando a Kirchner desde hace varios años, cuando tenía una intención de voto que no alcanzaba el 1 por ciento -según recuerda hoy el rionegrino Osvaldo Nemirovsci-, pretenden por el contrario que sea el Justicialismo -«y no el enfermo pejotismo actual», acota-, el que le sirva de continente y contenido para hacer las transformaciones desde un partido democrático y remozado.

Kirchner apela al carácter transitivo. Se considera un buen alumno de Perón, a su vez un admirador de Mao y de varias de sus célebres frases. «Que florezcan mis flores», una de ellas, da pie para que el santacruceño no reniegue de un movimiento que, si bien cobijó y cobija a un entramado de pensadores y actores contradictorios (albergó a la «triple A» lopezreguista y a los montoneros, incorporó a los trabajadores al reparto de la riqueza nacional y también adhirió al ultraliberalismo en épocas de Carlos Menem), que reconocen como hecho fundador el 17 de octubre de 1945.

«Nadie tira por la borda más de 50 años de historia», recitan los kirchneristas que juntan fuerzas para controlar al PJ, ponerlo al servicio del patagónico y luego invitar a los «transversales» izquierdistas de afuera o nostálgicos que van construyendo por su lado, enamorados también de la visión del hombre que llegó de Santa Cruz para «ponerse al servicio de los más humildes», según sentencia el piquetero de la Rosada Luis D'Elía.

Trapecista de día, avión supersónico de noche -un verdadero murciélago-, Kirchner no tiene vocación suicida. Tensa la cuerda de las negociaciones, pero no quiere estrellarse contra el muro de las naciones más poderosas. Por supuesto, le molestan los reproches públicos -al del alemán Hans Heichel, se sumó la semana pasada la severa advertencia del presidente español José María Aznar-, y contesta en tono desafiante: «Ahora nos ayudamos porque nos defendemos», replica en apoyo de su postura de hacer una quita del 75 por ciento de la deuda y de su reprobación absoluta a los mecanismos de salvataje del FMI utilizados en los últimos 10 años, como el plan Brady y el megacanje.

Pero esa intransigencia la ciñe exclusivamente a lo que denomina dignidad soberana. Por estos días, Oscar Parrilli y otros funcionarios se esfuerzan por garantizar que en la movilización de mañana haya la menor cantidad de «aparatos» y banderas territoriales. Kirchner se molestaría si aparecen pancartas reivindicando la conducción bonaerense para Eduardo Duhalde, o la jefatura peronista de Buenos Aires, para Luis Quindimil.

El gobernador Felipe Solá, que lo acompañó a Caracas, está encargado de disimular a lo más impresentable del duhaldismo, y de apoyarse en la capacidad de los intendentes del conurbano, por más que Kirchner se sentiría satisfecho si los que concurren al Congreso lo hacen en forma espontánea, y no en micros, con los sandwiches y las gaseosas o los vinos pagos a cuenta del Estado.

«Me gustaría que familias porteñas y bonaerenses me acompañen», le comentó a los grupos que se afanan por tomar la delantera para contarse entre los preferidos de K.

Solá, que no es duhaldista ni kirchnerista, va mamando del riñón oficial. En esto los peronistas son muy pragmáticos. Las verdades doctrinarias del fundador son 20, pero la vigésima primera, no escrita, establece que «hay que correr urgente y ponerse al servicio del que ganó» (¿cuántos menemistas se olvidaron del riojano y aludiendo al Presidente hablan de «mi amigo Néstor»?). Y en este aspecto, Kirchner no es tonto: los fondos públicos para el interior, sociales y obras públicas, los manejan su hermana Alicia, su «cajero» Julio De Vido y las personas de confianza que están en el ministerio del Interior, encabezados por el productor de Chacabuco, el viceministro Luis Ilarregui.

Y mientras, por ejemplo, ordenó a su canciller Rafael Bielsa, recibir a la oposición anticastrista, Kirchner desactivó los proyectos de diputados y senadores para convertir el acto de mañana en una gran protesta de repudio a la deuda externa. Dando por sentado su alineamiento con las intransigentes Madres de Plaza de Mayo, no dudará en ir corriéndose al centro, si así lo aconsejan las circunstancias.

Marzo será un mes de movimientos. El camporismo redivivo tendrá su recordación el 11 de marzo y el 24 -en un debate todavía inconcluso- se podría acelerar (o desacelerar) el intento por hacer un museo en la ESMA, para dejar sentado que ese lugar fue un campo de concentración durante la pasada dictadura militar.

Kirchner ya demostró coraje para lidiar con los poderes establecidos -en el PAMI, Graciela Ocaña, del ARI, le reclamó que la libere de las ataduras que uno de sus hombres José Graneros le está poniendo para transparentar la oscuridad reinante- y de ahora en adelante deberá demostrar capacidad para tejer alianzas realistas que impidan la caída Argentina del mundo.

 

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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