Río Negro Online / Opinión.

Por: Arnaldo Paganetti

A diferencia de lo que ocurre en Chile, donde la sociedad está visceralmente dividida por la tarea represiva de las fuerzas armadas en la década del «70 -cómo Lázaro, el ex dictador Augusto Pinochet, se levantó y anduvo tras regresar desahuciado de su prisión en Londres- , en la Argentina, producto del vergonzoso repliegue militar tras la derrota en Malvinas, el árido proceso de reconciliación no deja casi resquicio para reivindicar a los ideólogos y ejecutores del terrorismo de Estado.

«La continuidad es total», reconoce hoy el secretario general del Ejército, Eduardo Alfonso, al destacar el grado de identificación que tiene el actual jefe de la institución, Ricardo Brinzoni con Martín Balza, el antecesor que hizo una profunda autocrítica sobre la violación sistemática de los derechos humanos desde el Estado y acaba de rechazar una propuesta del menemismo para postularse como jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires.

Mientras Balza espera el momento oportuno para lanzarse a la arena política -advirtió hace unos días que el indulto fue un gesto de perdón, no de olvido del delito, y que no debería ser tomado por sus ex camaradas por un acto que garantiza la impunidad-, Brinzoni se encargó de puntualizar que las actitudes del Ejército de los últimos años, no responden a un esquema personal.

«El pasado, francamente doloroso – dijo – debe resolverse en forma institucional». El presidente Fernando De la Rúa debió poner el cuerpo, para tranquilizar a los uniformados cuestionados por la forma en que actuaron hace 24 años, cuando eran tenientes y subtenientes. Lo hizo para disipar las caras largas que hay en el edificio «Libertador» por los reparos existentes en el Senado para promocionar a una decena de militares.

En todos los items relacionados con las fuerzas de seguridad, antes de decidir, De la Rúa conversa primero con su cuñado, el ex almirante Basilio Pertiné, el mismo que tomó examen al economista Luis Secco, del estudio Broda, previo al visto bueno para que secunde a Fernando de Santibañes, en el Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE).

La reestructuración en la «casa de los espías» se hizo consultando al Ejército y la Marina, pero ignorando el parecer de la Fuerza Aérea.

«Lo de la SIDE fue nuestro mayor logro. Dejamos mil tipos afuera, muchos de ellos del 601, encargados de hacer desaparecer gente. Se hace eso y después no podes dormir nunca más la siesta. Sin embargo, lo hicimos», se ufanó el secretario de Comunicación, Darío Lopérfido.

Para tomar esas drásticas decisiones – mientras el «Angel Rubio» Alfredo Astiz fue condenado por apología del delito y varios ex generales están citados por la Justicia a raíz del secuestro de los hijos de los desaparecidos -, el gobierno debió moderar su embestida contra la administración del ex presidente Carlos Menem y concentrarse en casos concretos de corrupción. Además, utilizó la vía del consenso con el peronismo para transitar la luna de miel que todavía vive con la sociedad, a pesar del «impuestazo».

No pudo la Alianza, por ejemplo, detener el ascenso del hipermenemista ex ministro Rodolfo Barra a la auditoría general de la Nación. Ahora, no lo puede voltear. Y Barra, adalid del frustrado proyecto reeleccionista, aseguró que no existe ninguna posibilidad de que Menem vaya preso. Sin ruborizarse, afirmó que el país viene de «una gestión muy limpia».

«No seamos masoquistas, no venimos de una pesadilla que pueda generar una culpa permanente. No viene la Argentina – advirtió -, de un océano de corrupción. No es el mismo tema el de los desaparecidos».

En las idas y vueltas por ajustar las cuentas públicas, hay pases de facturas. El vicepresidente Carlos Alvarez, señaló que no se pueden hacer más recortes en el Senado, porque los legisladores justicialistas, que tienen la mayoría, lo impiden. Alberto Pierri, extorsionó al actual titular de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual. «Si seguís hablando de las deudas, prendo el ventilador», fue la frase que le atribuyó el diario «La Nación». Antonio Cafiero, le pidió a De la Rúa que cese la persecución indiscriminada de peronistas, y varias veces amenazó con destapar acciones del ministro de Infraestructura, Nicolás Gallo, quien según «Tony» es el «recaudador» del radicalismo.

Entre tantos cabildeos, hasta aquí inofensivos, en el Ejército se sigue usando el trazo grueso para separar la paja del trigo. Afuera quedan, entre otros, los generales Videla, Sasiaiñ, Riveros, Suárez Mason y Olivera Rovere. Se espera que el juez Urso, este mes, exima de responsabilidad a la anterior conducción de las acusaciones por contrabando de armas. Y al mismo tiempo que se señala que los miembros del Círculo Militar que pretenden expulsar a Balza, están desprestigiados, hay inquietud por las citaciones de personal en actividad y por la proyectada «comisión de la verdad».

«Si los jueces federales siguen adelante con sus indagatorias, se abrirá una caja de Pandora», alertan en despachos cercanos a Brinzoni.

En todas las unidades de ese arma se buscaron el jueves pasado documentos sobre la represión, aparentemente con resultado nulo. Brinzoni, cree que es muy difícil que aparezcan nuevas datos y estima que si se sigue mirando por el espejo retrovisor, volverán a verse intereses sectoriales enfrentados.

La ebullición en Chile por la intranquilidad que genera Pinochet y las fuerzas armadas solidarias con él, contrasta con la relativa calma existente en la Argentina. El historiador Robert Potash, opinó que es imposible avanzar en la investigación del pasado, aún con tantas pasiones personales descontroladas. Para el investigador norteamericano, tratar la época represiva requiere un equilibrio que hoy falta, no obstante lo cual – no dejó de reconocer -, la «indignación selectiva» por los sangrientos hechos de la década del 70, dominan la historia.

Arnaldo Paganetti 


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