Río Negro Online / Opinión

Dentro del gobierno de Estados Unidos está teniendo lugar una aguerrida disputa sobre cómo reaccionar con los países tradicionalmente amigos que se oponen a la guerra con Irak. Y la línea dura está ganando la batalla. A juzgar por lo que escuché en entrevistas con altos funcionarios del gobierno del presidente George W. Bush en días recientes, hay un creciente nivel de irritación oficial con países como México y Chile, que no apoyaron las resoluciones de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, o Brasil, y Argentina, que se pronuncian contra la coalición casi a diario. Hasta hace pocas semanas, la línea oficial de Estados Unidos -tanto en público como en privado- era que no habría retaliación contra los países que no apoyaran la guerra. Según decían los funcionarios, Washington no enfriaría sus relaciones con estos países, ni permitiría que la guerra afectara las relaciones bilaterales. Pero ahora que el país está en guerra -y que México, en especial, preside el Consejo de la ONU desde ayer- los funcionarios de línea dura dentro del gobierno de Bush se están quitando los guantes de seda. Los países que apoyen a Estados Unidos serán recompensados, y los que no lo apoyen serán tratados con frialdad, afirman. Los halcones, que en su mayoría trabajan en la Casa Blanca, están exigiendo que Estados Unidos envíe señales de clara indignación contra México y Chile. Los moderados, cuya mayor parte trabaja en el Departamento de Estado, argumentan que cualquier represalia o percepción de revanchismo no haría más que aumentar las acusaciones extranjeras de que Estados Unidos está actuando con arrogancia e ínfulas imperiales. Las primeras señales de que la línea dura de la Casa Blanca se estaba imponiendo se vieron el 17 de marzo, luego de que Estados Unidos fracasara en su intento de lograr los nueve votos que necesitaba en el Consejo de Seguridad para emplazar a Irak por última vez a desarmarse. Pocas horas después, el Departamento de Estado dijo que Estados Unidos estaba «decepcionado»» por la falta de apoyo de México y Chile. Después del 19 de marzo, cuando comenzó la guerra, las señales de enojo gubernamental se hicieron cada vez más evidentes. No fue ninguna casualidad que funcionarios cercanos a Bush filtraran a «The Miami Herald» la semana pasada que el presidente se había demorado cuatro días en responder una llamada telefónica del presidente mexicano Vicente Fox. Ni que, en caso de que Fox no hubiera entendido el mensaje, un funcionario dijera que la demora debería haberle hecho entender a Fox que «la relación ha sido afectada»». Y tampoco fue casualidad que Bush esté considerando cancelar una visita planeada a Canadá el 5 de mayo, según reportó el periódico «National Post» de Canadá. O que el embajador estadounidense en Canadá, Paul Cellucci, subiera el tono de la retórica y dijera que Estados Unidos estaba «decepcionado y enojado»» por la posición canadiense. Cuando le pregunté a un vocero del Departamento de Estado si había un endurecimiento de Estados Unidos, me respondió que Bush continúa apoyando la idea de crear un Area de Libre Comercio de las Américas en el 2005, y que la postura de México y Chile «no afectará» las relaciones bilaterales. Sin embargo, un alto funcionario cercano a los halcones me sugirió no tomar esas palabras al pie de la letra. Habrá consecuencias para los países que no apoyen, aseguró. «No vamos a tomar acciones punitivas, como imponerles tarifas a las exportaciones mexicanas o chilenas, ni nada de eso», dijo el funcionario. «Pero cuando estos países tengan un problema, ¿a quién van a acudir?». Chile será el primero en sentir la frialdad de la Casa Blanca, porque el recientemente concluido acuerdo de libre comercio de Chile con Estados Unidos podría ir a una votación en el Congreso norteamericano en los próximos meses. Señalando que las últimas votaciones sobre libre comercio fueron muy reñidas, y que se decidieron gracias a que el presidente tomó el teléfono y convenció a docenas de legisladores indecisos, un funcionario de Washington se preguntó en voz alta si Bush hará eso para Chile en las actuales circunstancias. ¿Producirá el avance de la línea dura cicatrices permanentes en las relaciones interamericanas? ¿Está en peligro el plan de libre comercio hemisférico? Mi humilde opinión: si Estados Unidos encuentra armas de destrucción masiva en Irak, veremos a Francia hacer un giro político de 180 grados (algo nada inusual en los franceses) para ponerse al lado de Bush, y Canadá y América Latina no se van a querer quedar atrás. Por el contrario, si no se encuentran armas químicas o biológicas y el conflicto se extiende, la agenda de libre comercio hemisférico quedará sepultada por una ola mundial de antiamericanismo.


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