Río Negro Online / Opinión
Pese a que aún no se vislumbra el fin de la guerra contra Bagdad, Estados Unidos ya dirige su mirada más allá de las fronteras de Irak. El presidente estadounidense George W. Bush y sus más estrechos asesores han dado a entender que aprovechan el conflicto para impulsar una iniciativa mayor para Cercano Oriente y que quieren proceder con mayor agresividad que antes. Indicios en este sentido fueron las duras advertencias a Siria e Irán, que causaron gran agitación en la región. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y su colega de Defensa, Donald Rumsfeld, instaron expresamente a ambos países a no inmiscuirse en la guerra. El secretario general de la Liga Arabe, Amre Mussa, advirtió en tanto a Estados Unidos, en una entrevista con la emisora británica BBC, de extender el conflicto bélico en Irak a otras naciones vecinas y señaló que esto sumiría a Cercano Oriente en el caos. Ambos secretarios norteamericanos amenazaron a las autoridades sirias de consecuencias que no especificaron si ayudan al régimen de Saddam Hussein o a organizaciones terroristas. En tanto, Irán debe detener la búsqueda de armas de destrucción masiva y su respaldo a terroristas que trabajan contra la paz en Cercano Oriente, según las palabras del jefe de la diplomacia estadounidense. En concreto, Rumsfeld se refirió a la entrega de equipos militares presuntamente rusos a Irak por medio de Siria y a las actividades del cuerpo Badr, patrocinado por Irán, organización anti-Saddam que ya envió a cientos de miembros hacia Irak. Según el jefe del Pentágono, esos combatientes no son bien- venidos, porque entorpecerían la invasión. Observadores en Washington coinciden en que el objetivo de la ofensiva verbal es frustrar una escalada militar y una mayor proliferación de armas de destrucción masiva en la región. Las preocupaciones giran sobre todo en torno de Irán, país al que Bush incluyó en enero del 2002, junto con Irak y Corea del Norte, en lo que denominó un «eje del mal». Pero otra meta ya apunta a una resurrección de los esfuerzos por una paz global en Cercano Oriente, para lo que se precisa en lo posible el apoyo de numerosos países en la región. El vicepresidente estadounidense Richard Cheney opina que el derrocamiento de Saddam Hussein no alejaría hasta lo inalcanzable la paz en Cercano Oriente, como sostienen numerosas voces críticas. Por el contrario, la caída de Saddam haría más fácil el camino hacia la paz, como ya lo demostró la Guerra del Golfo en 1991, sostiene Cheney. Pero entretanto, los acuerdos alcanzados en Oslo no son más que papel mojado. En la reconocida revista «Foreign Affairs», el profesor de Princeton Michael Scott Doran, especialista en Cercano Oriente, respaldó la argumentación del vicejefe de Estado: «En primer lugar, Estados Unidos debe demostrar sólidamente que los desafíos a su autoridad son rechazados… Si Estados Unidos no quiere retirarse de la región, debe llevar hasta el final la lucha contra Al Qaeda y Saddam y eliminar todas las dudas respecto de su determinación». Pero el mensaje en dirección a Damasco y Teherán no fue el único en este contexto. La asesora de Seguridad Condoleeza Rice instó a Israel a «aportar su contribución», en un discurso ante la influyente organización de lobby proisraelí American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) en Washington. (dpa)
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