Roberto Saviano: “Tengo miedo de seguir con esta vida hasta el infinito”
El periodista y escritor italiano vive custodiado y exiliado de su país desde que en el 2006 desnudara los negocios y la vida íntima de la mafia de Nápoles en su obra “Gomorra”. Su nuevo libro “Vente conmigo” ha sido otro éxito de ventas.
–¿Por qué le dio por la delincuencia y la mala vida?
–Es la misma pregunta que se hace mi madre. Y la respuesta es bastante natural: soy de Nápoles y he crecido en un territorio que, desde que nací, ha tenido 4.000 muertos de mafia. Esto es una guerra. Y la he contado como muestra de curiosidad, de fascinación, incluso de ambición.
–Ha escogido caminos realmente extraños para intentar hacerse famoso.
–Sí (ríe). Siempre he tenido la ambición de hablar a muchos, de que mis artículos y mis libros fueran leídos por mucha gente. Pero no pensé nunca en la fama por la fama.
–¿Planificó tener algo de héroe o el halo le cayó encima?
–Me cayó encima. Y nunca me lo hubiera imaginado. Es más, no me siento héroe. Trae mala suerte.
–Dice que la mafia llama a la Costa del Sol la Costa Nostra. ¿Qué les atrae de España: el sol, los toros?
–Que la cultura española no percibe la mafia como un problema. No hay una legislación antimafia especialmente agresiva, y la mafia o la Camorra han hecho aquí inversiones, negocios y sienten este país como suyo.
–Con su condena a muerte, tras escribir Gomorra, ¿qué es lo principal que le han robado, además de la libertad?
–La confianza. Ya no me fío de nadie.
–¿De pequeño jugaba a policías y ladrones?
–Más a sheriff y bandido. Obviamente, era siempre el bandido.
–No ha cambiado su identidad exterior. ¿Y la interior?
–Totalmente. Soy otra persona. Yo morí a los 26 años.
–¿Sus pensamientos son en blanco y negro?
–Sí. Mis recuerdos, no: son de colores.
(Continúa en página 26)
(Viene de página 25)
–¿Qué sueña por las noches?
–He tenido dos sueños rarísimos: en uno venía a verme Obama al cuartel donde vivo, era muy cordial, hablábamos en italiano y veíamos la televisión juntos; y sólo una vez he soñado que me mataban, pero no lo recuerdo como trágico.
–Con tanta escolta, conseguir chicas ni se contempla.
–La vida privada se puede organizar, pero con mucha prudencia, porque el régimen de protección implicaría a esas personas. Desgraciadamente, hay que ser invisibles.
–¿Ha visto al Diablo?
–La figura de Satanás en concreto me resulta muy simpática. Cuando hablo de la Camorra no lo compararía nunca con ella. Satanás es el ángel rebelde y, por tanto, símbolo de la tolerancia.
–Ha hablado de Augusto La Torre, el boss psicoanalista que cita continuamente a Lacan. Igual para usted sería un terapeuta ideal.
–A él le gustaría, sin duda. Y a mí quizá también. Me ha estado escribiendo durante un largo período. Los boss son a menudo muy grafómanos, logorroicos. Viven muy solos.
La mafia y el sexo
–“Los sicilianos han enseñado al mundo el silencio; los napolitanos, que mandar es mejor que coger”. ¿En Nápoles qué hacen más, lo primero o lo segundo?
–A esta pregunta no sé responder (ríe). Digamos que se ambiciona lo primero y se hace más a menudo lo segundo. Pero si me pongo a contar las reglas sexuales de la mafia sorprenderían mucho a los españoles y al mundo.
–Pues escriba ahora Sodoma.
–Exacto. Las normas de la mafia son muy machistas, y los tabúes, muchísimos.
–Su situación tiene daños colaterales: las mujeres le mandan bragas y sujetadores. ¿Qué hace con tanta lencería?
–Es una de las cosas más raras de ser popular. Una vez recibí un trozo de tacón, otra un paquete de cacao con pelos adentro y una nota que decía. “Así me bebes”. Y muchísimos sujetadores. Pero como no tengo una residencia, llegan a las redacciones.
–¿Su tristeza tiene altibajos o es permanente?
–Desgraciadamente, con los años me he acercado a la depresión. Pero la combato con bastante intensidad.
–Vayamos rápidamente a ver a Augusto La Torre.
–Rápido (ríe). Él me ayudaría.
–¿Y a su paisano san Gennaro no le ha pedido auxilio?
–Pues le voy a decir algo que nunca he contado. Un montón de veces, a pesar de ser profundamente ateo, y además de origen judío, me encuentro diciendo: “San Gennaro, ocúpate tú”. Como si fuera una especie de mantra.
–Aníbal y Espartaco fueron sus personajes de la infancia. Ahora los niños piensan en los Pitufos y en Bob Esponja. ¿Decae la cultura?
–No, es que yo era un niño un poco particular, educado con el ajedrez, y al que regalaron libros cuando era pequeñísimo. Culpa de mi madre y de mi abuelo.
–¿Tiene más miedo al miedo o a Francesco Schiavone, quien lo condenó a muerte?
–A Schiavone, no. Tengo miedo de seguir con esta vida hasta el infinito. No miedo, terror.
KARMENTXU MARÍN
“El País”, especial para “Río Negro”
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