La larga despedida de 5º año empieza con el polémico UPD

El “último primer día” del secundario es un festejo que comienza a (pre)ocupar a padres y docentes: la noche anterior los chicos se juntan y van al colegio sin dormir. Una costumbre que comenzó en Mendoza, siguió en Buenos Aires y llegó a la región.

El otro festejo registrado fue en la escuela secundaria de Pinar y Maestros Neuquinos, en el límite del barrio centro este.

En este caso fue sólo una travesura de los alumnos que ese miércoles iniciaban el quinto año del CPEM 46.

Se habían puesto de acuerdo para reunirse en la noche del martes y asumir la noche como propia, como un tributo antes de iniciar el último paso de una parte irrepetible de la vida.

El clima ayudó, por lo que les brindó un escenario ideal para que la diversión al aire libre en los espacios públicos no se empañara. Llegaron a las 8 de la mañana al ingreso de la escuela, con cara de sueño pero satisfechos de la diversión.

“Algo nos quieren decir los chicos con esto. Debemos analizar si sólo tiene que ver con la transgresión o si es un llamado de atención”.

Una nueva tendencia entre los chicos que cursan el último año de secundaria empieza a preocupar de igual manera tanto a padres como a docentes de la región. Se trata del UPD (último primer día), un festejo similar a las ya famosas y tradicionales despedidas donde la intención de la mayoría de los alumnos es llegar a clases sin haber dormido.

Con el arribo de este tipo de fiesta a la región llega la polémica por el consumo de alcohol y la peligrosidad que ello conlleva hacia los adolescentes en la previa al inicio del ciclo lectivo.

El UPD consiste en que la madrugada anterior al inicio del ciclo lectivo, los chicos de quinto año de las escuelas secundarias se reúnen en casas o salones y pasan la noche hasta ir al colegio.

Esta tradición comenzó en la provincia de Mendoza, en los últimos años llegó a Buenos Aires y ahora está adquiriendo notoriedad en otras partes del país.

Con el paso del tiempo, el UPD se fue convirtiendo en un evento muy conocido a nivel nacional.

Según se pudo saber, hace algunos años que ya se realiza en Neuquén, mientras que en General Roca se vieron los primeros festejos en el inicio de clases de 2018.

“Los directivos del colegio conocían el termino y hablando con ellos nos dijeron que suponían que algo podíamos hacer. Sí tuvimos que hablar con nuestros padres para que sepan de lo que se trataba y pedir permiso. El único problema ese día es el sueño, ninguno de nosotros llegó alcoholizado”, explicó un alumno de la Escuela del Sur de Roca.

Quienes también hablaron fueron los directivos y docentes de algunos establecimientos de la ciudad. Todos coincidieron en que es un tema en el cual deben ocuparse.

Karina Diniello, psicopedagoga del Instituto Nuevo Siglo, aseguró que “lo trabajamos a nivel directivo, sabemos que es algo muy complejo. Creemos que los chicos tienen una necesidad de despedirse de un ambiente que es más contenedor para enfrentarse luego al desafío universitario”. “Esto es una situación que genera tensión porque uno no sabe con qué van a llegar a la escuela y cómo lo van a hacer. Preocupa porque los chicos algo nos quieren decir con todo esto. Debemos hablar con ellos para saber el mensaje que nos quieren dar; si sólo tiene que ver con la transgresión o es un llamado de atención. Como adultos estos nos tiene que invitar a una reflexión”, agregó Carolina Romeu, directora del Colegio Domingo Savio.

Ana María Gómez, directora de la Escuela del Valle, también dio su opinión: “Como escuela hay que tomar cartas en el asunto para que junto a los padres poder hablar con los chicos sobre los peligros que hay. Los chicos siempre están buscando romper los límites, aún sabiendo que después les puede traer consecuencias negativas”.

En cuanto a la familia, los consultados aseguraron que para evitar que se sobrepasen los límites lo más importante es mantener un dialogo fluido y franco con los adolescente. “Creo que con una buena charla entre padres e hijos se puede manejar. Están en un momento de experimentar y creo que hay que dejarlos pero siempre con la prudencia de saber que no pueden sobrepasar y de conocer cuáles son los límites”, enfatizó Fernando, padre de un alumno de quinto año de la Escuela del Sur.

Sin dudas, padres y docentes se enfrentan a un nuevo desafío al momento de buscar los límites y evitar que la efervescencia por la que atraviesan los chicos en su último año de secundaria pueda traer consecuencias severas o inesperadas. Más que preocuparse, el objetivo es ocuparse.

En Neuquén

El festejo del primer día del último año de la escuela secundaria tiene antecedentes para los estudiantes desde hace más de una década. Comenzó como una imitación de lo que se hacía en Buenos Aires y que con atractivas imágenes difundían los canales de televisión, pero siempre dentro del establecimiento.

El ritual que sólo registró excesos de ruido con instrumentos de percusión en los pasillos de las escuelas rompió ese límite este año. En el inicio formal de las clases, el miércoles 7, hubo dos establecimientos que fueron noticia justamente por los excesos del festejo.

Uno fue en el CPEM 12 de Matheu 145, el exceso del festejo llevó a que se encendieran elementos de pirotecnia en el interior de la escuela por lo que el servicio de emergencias atendió a dos personas que sufrieron consecuencias. Esta escuela está ubicada a una cuadra y media de la céntrica avenida Argentina. Los directivos de la escuela organizaron medidas de contención para identificar a los que encendieron las bengalas y convencerlos sobre el serio riesgo en el que pusieron a cientos de estudiantes y profesores.

Carolina Romeu, directora del Colegio Domingo Savio.

Con algo de sueño, pero divertidos. Así llegaron al cole los chicos de quinto del CPEM 46 en Neuquén. Pasaron la noche juntos y no durmieron.

“Es complejo: creo que buscan este tipo de fiestas para enfrentar esta situación de despedida de dejar de ser niños para afrontar la vida adulta”.

“Aparte del diálogo y estar cerca, hay que darles libertad y responsabilidad para que no se generen rebeldías innecesarias”.

Karina Diniello, psicopedagoga del Nuevo Siglo

“La idea del UPD es juntarse con todos tus compañeros la noche anterior, pasar de largo, no dormir y tomar alguna cervecita…”.

Rocco, quinto año de la Escuela del Sur

Fernando, padre de un alumno de quinto año de la Escuela del Sur.

Ana María Gómez, directora de la Escuela

del Valle

“Junto con los padres debemos tomar cartas en el asunto. Hay que hablar mucho con los chicos que sepan los peligros que hay”.

Poner límites es un acto de amor

Gustavo Marín

psicólogo

Empieza a terminar una etapa. Rumbo al primer día de clase.

Datos

“Algo nos quieren decir los chicos con esto. Debemos analizar si sólo tiene que ver con la transgresión o si es un llamado de atención”.
“Es complejo: creo que buscan este tipo de fiestas para enfrentar esta situación de despedida de dejar de ser niños para afrontar la vida adulta”.
“Aparte del diálogo y estar cerca, hay que darles libertad y responsabilidad para que no se generen rebeldías innecesarias”.
“La idea del UPD es juntarse con todos tus compañeros la noche anterior, pasar de largo, no dormir y tomar alguna cervecita…”.
Ana María Gómez, directora de la Escuela
del Valle
“Junto con los padres debemos tomar cartas en el asunto. Hay que hablar mucho con los chicos que sepan los peligros que hay”.
Es interesante ver qué es lo que le está pasando a los jóvenes, porque ellos de alguna manera son el síntoma de lo que está pasando a nivel social.
Hay que pensar que los adolescentes son personas que todavía están en plena formación y que necesitan, de alguna u otra manera, la presencia de los adultos.
No por estar en quinto año pueden hacer lo que quieran y ya son responsables. Ellos todavía necesitan una guía y de la presencia del adulto.
El afecto siempre es importante y también la puesta de límites. Esto se descuida bastante porque se viene confundiendo la autoridad con el autoritarismo.
Los límites para los jóvenes es lo que les permite a ellos estructurar su personalidad.
Para el adulto es más fácil decir que sí, a decir no. Cuando los jóvenes logran todo lo que ellos quieren, en realidad en el fondo se sienten descontenidos.
A veces, los padres compensan sus ausencias con excesivas libertades que no son positivas. Los chicos se deben encontrar con algún límite.
También tiene que haber un cuestionamiento hacia la educación. Actualmente no se educa las cuestiones de autoconocimiento de la propia persona.
Por eso es que muchas veces lo que los jóvenes buscan en el alcohol y las drogas es anestesiarse, aturdirse porque ellos también tienen sus sufrimientos y angustias que no pueden resolver por no conocerse o la falta de diálogo.
Lo importante es que los padres estén presentes. Que no piensen que porque los chicos son grandes ya no los necesitan.
Deben saber a dónde van, que no se dejen convencer por lo que hace la manada con la famosa excusa “pero si todos lo hacen, ¿por qué yo no?”. Para eso la familia debe poder explicarles a los chicos –y también entender– que ponerles un límite también es un acto de afecto y de amor. Sino después vienen las sorpresas.

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