Yeso en Gómez: Diez años respirando un “aire blanco” y viviendo entre el polvo

Vecinos del sector están indignados: cada día es más difícil vivir ante la contaminación de la planta de acopio de yeso. En 2012 hubo una decisión política de llevarla a Guerrico, pero nunca se concretó.

Eva es costurera y en las estanterías tiene varios carretes de hilo de coser. El problema es que cada rollo está cubierto por una bolsa de nailon. “El polvillo de yeso estropea todos los hilos y por eso tengo que ponerles una bolsita para protegerlos”, dice Eva Camú, una vecina histórica de J.J. Gómez que vive sobre calle Tucumán.

Pero no sólo los carretes de hilo se ensucian con pequeña película de polvo gris. El yeso está en todos los lugares de la casa: sobre el sillón, en la mesa, en el interior de las tasas de la cocina, alacenas, ropa y hasta en la cama.

“Antes dormía en mi habitación que está cerca de la vereda, pero el polvo ingresa por la ventana y me ensucia hasta la sábanas. Por eso me tengo que ir a dormir a otra habitación cerca del patio trasero de mi casa”, dice Eva mientras nos invita a recorrer cada rincón de su casa, donde el polvillo está presente en todos los lugares.

Eva Camú debe resguardar los carretes de hilos del polvillo de yeso. (Foto: Emiliana Cantera)

Con mucho esfuerzo Eva compró una máquina de coser de $30.000 que debe estar bien lubricada para su perfecto funcionamiento. Sin embargo, el polvillo llega hasta el motor de la máquina haciéndolo pesado y difícil de mantener.

“Ya no sé qué hacer con todo este problema. Cada vez que entro a mi casa y veo todo sucio por el yeso me entra una depresión que vengo aguantando desde que se instaló la playa de yeso”, dice la mujer, que agrega que su voz está ronca producto de la inhalación de las partículas del mineral.

Eva vive a escasos 40 metros de la gran montaña de yeso, calle Tucumán de por medio. Al otro lado de la media sombra, se ve a un hombre parado sobre esa montaña que con una manguera intenta evitar que vuelen las partículas, algo imposible, sobre todo en los días de viento.

“Esa media sombra no sirve para nada. Es como evitar que por allí se filtre el agua”, se queja Eva.

Pero el polvillo no es el único problema. Los ruidos y los movimientos de las máquinas y los camiones generaran “cimbronazos” en el terreno que serían los responsables de las rajaduras en las casas y edificios cercanos a la planta de acopio.

“Tuve que hacer el nicho de gas dos veces porque la vibración hace que se rompa. Lo mismo dentro de casa. Hay rajaduras en el piso, en las paredes y las puertas se salen de escuadra y no cierran”, afirma Eva.

La mujer es una de las más afectadas por el yeso que llega a su casa casi en forma permanente, pero otros vecinos que viven más lejos padecen problemas similares.

“Esa yesera nos tiene cansados. Por las noches no se puede dormir porque realizan movimientos de vagones para cargar el yeso y suelen estar hasta las dos de la mañana. No tienen horarios. Los movimientos se realizan a cualquier hora”, asegura Jorge Morales, quien padece de alergias y el polvillo complica su salud los días de viento.

Ema tiene una despensa en una de las esquinas del barrio y además de los productos que ofrece, le agregó el de fotocopiadora. “La máquina era nueva pero comenzó a funcionar mal. La hice limpiar como dos veces, pero es caro, así que no puedo sacar más fotocopias porque el polvillo de yeso hacía que los rodillos se trabaran. La verdad que indigna mucho”, se quejó.

Las quejas se multiplican a la medida que se recorre el barrio y algunos, que incluso viven en barrio Carlos Soria, a un kilómetro de la playa de acopio, dicen que en días de mucho viento el yeso llega hasta sus casas, aunque lo que más critican es el paso de los camiones que hace vibrar el terreno y la estructura de las viviendas.

De hecho los vecinos aseguran que la comisaría y el centro de salud, ubicados en frente de la playa de acopio de yeso han tenido que reparar sus edificios en dos oportunidades, debido a las rajaduras en las paredes, producto del paso de pesados camiones por calle Tucumán, la mayoría con yeso, y del movimiento de máquinas y del tren.

Todo es cuestión de “decisiones políticas”

En el 2006 se comenzó a generar una polémica en la ciudad de Allen por los problemas que generaba la polución de yeso en la planta de acopio, ubicada en el centro de esa localidad.

Gestiones realizadas por el Consejo de Ecología y Medio Ambiente (Codema) y el entonces intendente de Allen, Graciano Bracalente, ante el gerente zonal de Ferrosur, concluyeron en el traslado de la planta de acopio de la empresa a otro lugar. Ese lugar fue J.J. Gómez.

Un vecino recuerda que el ex intendente Carlos Soria había prometido a los vecinos de Gómez que se recuperaría el edificio de la estación de ferrocarril de Gómez como monumento histórico con su respectiva forestación.

Sin embargo en el 2008 se cercó el predio y los camiones con yeso comenzaron a descargar frente al edificio abandonado del ferrocarril.

En el 2009 los vecinos, representados por el abogado Oscar Pineda, presentaron una acción de amparo. También los alumnos de la escuela N°66, realizaron manifestaciones frente a la planta, pidiendo su traslado.

En ese tiempo se tomó la decisión política de trasladar la planta a Guerrico en un acuerdo entre los intendentes de Roca y Allen. En los comunicados de esa fecha, el director de Medio Ambiente del municipio, Guillermo Navone, aseguró que el traslado se concretaría “en el menor tiempo posible”.

También por otra decisión política, se volvió atrás y la planta nunca se trasladó, a pesar que ya se habían iniciado algunos trabajados de limpieza en un sector de vías en lo que se conoce como la curva de Verani.

Pasaron diez años y los vecinos siguen esperando por otra decisión política que contemple su salud y su bienestar, trasladando la planta de yeso donde no afecte a las personas.

La extracción de yeso se realiza en la barda norte de Allen y Roca


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