Sabina, rojo y negro

El inefable coplador está de vuelta. El hombre que le puso música a algunas de las palabras más bellas de la canción en español anunció que sacará un nuevo disco. Ayer, en Ciudad de México, donde participó del Festival de la Palabra, Joaquín Sabina señaló que «Números rojos» será, tras tres años de silencio, el tan esperado sucesor de «Dímelo en la calle».

Mitad poeta, mitad mitómano, apasionado y sensible hasta el desgarro, este flaco andaluz, caballero muy a su pesar, vuelve a alumbrar una obra, la primera tras casi quedarse a oscuras. Hace algo más de tres inviernos, el corazón de JS, que durante dos décadas soportó excesos a cambio de palomas, pidió el cambio. Estaba fundido, atiborrado de tabaco, alcohol y cocaína. Tantas madrugadas de excesos, según la fábula que él mismo se inventó, le pasaron la factura.

Histriónico hasta en su propio funeral, JS tiene un recuerdo romántico de aquella noche en el infierno. «Estuve pintando y tomando whisky hasta las 5 de la mañana. Me fui a dormir y cuando desperté no podía mover ni el brazo ni la pierna derecha. 'Ya va a pasar', pensé, y me dormí de nuevo. Cuando me desperté estaba en un sanatorio, entubado y lleno de agujas».

Dios, parece, no lo quería a su lado. Y lo hizo sufrir: chau cigarro, chau falopa, hola agua mineral, qué tal trote. «Qué aburrido que es ser sano», decía, siempre hilarante, siempre mordaz, nunca contemplativo. Se bajó de los escenarios y se subió al banquito. Si había que luchar contra Aznar, ahí estaba JS; si había que oponerse a Madrid como sede de las Olimpiadas, era JS el que hablaba. Aborto, Iglesia, Euro, inmigración, tevé: JS se convirtió en el sumo sacerdote de las minorías, la progresía y los desclasados.

Nunca más volvió a actuar en vivo y nunca más volvió al río De la Plata, la primera orilla que se dejó cautivar por su voz desafinada y por la magia de sus letras. Desde «Mentiras piadosas», el genial disco de 1990, JS se guardó a los argentinos en el bolsillo delantero de su chaleco. Cada vez que apoyaba sus botas negras en estas playas recibía un cariño tan intenso como sus letras. Galante, también respondía a ese amor: «Ustedes son maravillosos. Son entrañables, graciosos, talentosos… hasta los taxistas parecen pensadores».

Pasó el primer lustro del milenio y JS aún no sacó pasaje. Dice que estuvo escribiendo poesía, que sólo se dedica a su mujer peruana, que ya no cierra los bares, que ya no hace tantos excesos.

El recuerdo, de todas formas, es permanente.

«Porque una casa sin ti es una emboscada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada».

Pablo Perantuono

pperantuono@rionegro.com.ar


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