Salud mental: combatir el estigma

HUGO COHEN (*) Red de Diarios en Periodismo Social

En 1989 el actor con síndrome de down Chris Burke saltó a la fama por protagonizar la serie “Corky, la fuerza del cariño”. La incursión de Burke en la pantalla chica colaboró a reducir el estigma y la discriminación hacia personas que como él nacieron con un trastorno genético. Hoy, nadie imagina una sociedad con sus chicos down encerrados como hace décadas sino integrados, en escuelas regulares, de novios y con trabajo. Las personas con padecimientos mentales todavía no corren con la misma suerte. La respuesta de la sociedad y del sistema de salud hacia quienes sufren trastornos psiquiátricos sigue siendo, en la mayoría de los casos, temor, segregación y aislamiento. Y aun cuando la crisis que determinó el motivo de internación desaparece, más de la mitad continúa encerrado por razones sociales como la pobreza. La Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud (OPS y OMS) promueven la sustitución gradual y progresiva de los manicomios, es decir, la desmanicomialización; que las personas con padecimientos mentales sean tratadas en hospitales generales, fuera del encierro y en la comunidad donde se encuentran sus seres queridos y pueden continuar con su vida cotidiana. En la Argentina, según datos de la flamante Dirección Nacional de Salud Mental, todavía existen manicomios públicos en 13 provincias, con 10.500 camas de internación. Y el cierre de los mismos no puede ser inmediato. Deben crearse los espacios propicios para atender a los pacientes, impulsar el desarrollo de servicios necesarios como la internación en hospitales generales, internación ambulatoria y domiciliaria; también capacitar al personal de salud; brindar apoyo a las familias, construir casas de medio camino y hogares de tránsito. Se requiere también incrementar los recursos presupuestarios, pero con los que ya hay es necesaria su reorientación y reconversión, ya que actualmente más del 70% se destina a los hospitales psiquiátricos. En ese sentido, un proyecto de ley de Salud Mental aprobado por unanimidad en la Cámara de Diputados aguarda su trata-miento en el Senado. Se trata de un paso gigantesco para el país en la dirección trazada por la OMS y la OPS, ya que está basado en evidencias científicas, convenciones internacionales y el respeto por los derechos humanos. Es esencial considerar a las personas con padecimiento psíquico como sujetos de derechos y preservar su calidad de vida. No hay salud sin salud mental. Y no hay salud mental si no se la hace accesible a las personas que requieren de servicios. Por eso resulta importante también integrar la salud mental a la atención primaria, primer escalón de asistencia. El alcohol y la depresión son los principales problemas de salud mental en el mundo, seguidos de otros como la esquizofrenia, el Parkinson; las demencias y la epilepsia. Pero no sólo eso, los desórdenes neuropsiquiátricos ocupan el primer puesto entre las problemáticas de salud mundiales seguidos por las lesiones (accidentes, violencia) y el HIV. En América Latina y el Caribe son 110 los millones de personas con enfermedades mentales. El 80% no accede a tratamiento. Urge el desarrollo de los servicios adecuados, intersectoriales y basados en la comunidad; de esta manera se hará efectivo el respeto de sus derechos ciudadanos y se romperá, como Burke, con el estigma y la discriminación. (*) Asesor subregional en Salud Mental para Sudamérica de la OPS/OMS


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