¡Salud, «Sapo». Gracias Fisque Menuco!

Como muchos, fui el viernes por la noche a escuchar el regreso de Fisque Menuco en «la Española», de Roca. Algunas nuevas voces, varios músicos invitados y los añejos arreglos de Armando Bombardieri eran la conjunción para la vuelta a la escena de un grupo intensamente identificado con la música popular de esta región. El aroma del lugar me transportó, desde el comienzo, tres décadas atrás. Las empanadas y el vino formaban parte del espectáculo, trayendo la imagen de las viejas peñas de la «Hueney», donde los Fisque -con otra integración, de la que sólo perduran Héctor Eleuterio «el Sapo» Benítez y Hugo Villegas- eran el eje de un movimiento musical intenso y de proyección en el valle.

En el tránsito desde aquella formación de los años sesenta y setenta, pasando por las que siguieron, hasta este nuevo modelo versión «2000», está la historia de la música popular en este lugar donde nos ha tocado vivir.

Hoy enriquecida por la proliferación de intérpretes formados en las escuelas de arte que, Dios nos bendiga, se crearon en la región. Para muestra, iniciaron Marianita Pessoa y De Cada Pueblo.

Me permito un momento de intimidad, porque estoy hablando de un amigo-padre-hermano. Querido Sapo: en estos años en que estamos tan prontos a buscar la piedra filosofal y anillos de algún señor, vos supiste guardar tu tesoro, posiblemente, en el fondo de una casa de adobe en la Costa del Colorado. Mariana y Cecilia también saben del secreto, y creo que te robaron una copia de la llave (perdón por la infidencia). El «petiso Gutiérrez» y Fernanda parece que siempre estuvieron, cuando resulta que son los recién llegados. Hugo Villegas sigue olvidándose algunas partes de las letras, pero todos se lo perdonamos porque lo queremos y es «el bajo» de los folcloristas locales (perdoname, Negro Soria).

Puede que haya influido una semana cargada de dramatismo en el mundo de la cultura de Roca. La ida de Lino y la desgracia en la casa de Nelly (a quien todos, sin excepción, amamos en este lugar) me hicieron llegar con las defensas bajas al espectáculo. Fue por eso que las lágrimas también asistieron al recital. Quique Caneo y el «Colo» Parra le pusieron la cuota de prestancia y aggiornamiento musical y estilístico al grupo, como para dejar en claro que no en vano pasaron estos años y mucho nuevo y bueno hay bajo el sol.

Cada intérprete tuvo sus «cinco minutos», no sólo Mariana, quien nos transportó al Víctor Jara irremplazable.

Salí reconfortado del lugar, satisfecho por haber participado -aunque sea en mínima medida- de este movimiento que aún perdura en la canción popular de la zona. Escribo estas líneas desde los límites que mi propia historia impone, pero con la certeza de haber sido testigo de cada paso de este grupo (del que -vaya destino- casi fui parte en algún momento).

Bebí el vino de los encuentros en «la libanesa». Era demasiado chico para las peñas de «Demian», pero el Sapo me enseñó a custodiar durante los años de la oscuridad el misterio de la voz y la guitarra. En lo de Miguelito Espinoza o en Casa Rolán, siempre hubo lugar para una impensada armonía. La canción que nos cuida y nos impulsa sigue allí. Ha tenido tiempos de retiro y de búsqueda, pero está viva. ¡Gracias, Sapo! Misión cumplida.

OMAR JURGEIT


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