Sangriento atentado suicida mató a 32 niños

Soldados de EE. UU. les daban caramelos. Avanza la acusación contra Saddam Hussein.

Treinta y dos niños y un soldado estadounidense murieron ayer en un ataque suicida con coche bomba contra un convoy estadounidense en el sudeste de Bagdad, mientras la investigación del Tribunal Especial Iraquí (TSI) encargado de juzgar a Saddam Hussein concluyó más del 80% de su instrucción.

El kamikaze hizo estallar su automóvil contra una caravana estadounidense en una vía rápida del sudeste de Bagdad, alrededor de las 10H30 hora local (06H30 GMT).

El hospital al Kindi aseguró haber recibido los cadáveres de 24 niños de entre 6 y 13 años, así como el cuerpo de un adolescente de 18. Los restos mortales de otros siete niños de menos de 15 años fueron transportados al establecimiento de Ibn Nafis en Bagdad.

Por su parte el TSI encargado de juzgar a Saddam Hussein y otros miembros del antiguo régimen concluyó más del 80% de su instrucción, indicó el miércoles uno de los principales jueces encargados. «La instrucción está muy avanzada con más del 80% terminado, (pero) decidir la fecha de los juicios no es la especialidad de los jueces de instrucción», declaró el juez Raed Yuhi, que interrogó al ex dictador el 1 de julio de 2004. Este magistrado interrogó al ex dictador por primera vez el 1 de julio de 2004 y aparece en un video hecho público en junio de 2005 durante un nuevo interrogatorio de Saddam Hussein.

La fecha del inicio del proceso debe ser fijada por los cinco jueces del tribunal de acusación.

Al menos 31 personas resultaron heridas en el ataque de ayer, la mayor parte niños, según fuentes hospitalarias. «Un chofer se acercó a un Humvee norteamericano e hizo explotar su coche», declaró el sargento David Abrams, portavoz de la fuerzas estadounidenses en Bagdad.

Los soldados estadounidenses habían llegado para bloquear las salidas del barrio Bagdad al Jadida, después de recibir informaciones de que un kamikaze circulaba en un coche bomba, y pidieron a los habitantes que permanecieran en sus hogares.

«Pero los niños rodearon a los norteamericanos, que les daban dulces, cuando súbitamente el coche bomba surgió de una calle lateral y estalló», dijo Mohamed Alí Hamza, de 25 años, que se encontraba en el lugar.

Según el ejército de Estados Unidos, un soldado norteamericano murió y otros tres fueron heridos en este atentado, lo que eleva a 1.751 el número de militares estadounidenses muertos en Irak desde que el país fue invadido en marzo de 2003, según un balance establecido a partir de las cifras del Pentágono.

 

«¿Por qué?»

Un periodista de la AFP que acudió al depósito de cadáveres del hospital vio cuerpos de niños decapitados, algunos mutilados y calcinados. «¿Por qué atacan a los civiles, iraquíes, nuestros niños? Sólo destruyeron una vida norteamericana, pero mataron a decenas de niños», explica un padre entre llantos, Hassan Mohamed, porque perdió a su hijo Alaa, de 13 años, en la explosión.

El 30 de septiembre de 2004 34 niños y cuatro adultos murieron en un triple atentado en Bagdad.

Al menos seis iraquíes murieron en nuevos ataques en el norte y oeste de Bagdad. Dos soldados murieron, uno de ellos después de que un hombre lanzara su moto bomba contra un convoy militar. Un oficial y un soldado fueron asesinados por hombres armados. (AFP)

Los cadáveres de los chicos yacían entre golosinas

BAGDAD.- Mohamed Radi y Alaa Mohamed empezaban a saborear una tableta de chocolate que les habían regalado los soldados estadounidenses cuando un sanguinario atentado los mató ayer en Bagdad, junto con otros 30 niños.

En la morgue de la capital iraquí, Radi y Mohamed, vestidos con camisetas, todavía tenían en sus manos el envoltorio azul de los chocolatines.

En el lugar de la tragedia, decenas de pares de sandalias estaban desparramadas en el pavimento o nadaban en sangre, junto con jirones de carne y brazos despedazados. Juguetes con forma de pato que llevaban pegada la bandera estadounidense, chucherías y chocolates yacían sobre la calzada, en una atmósfera dantesca.

«Los estadounidenses, informados de la presencia del coche bomba, llegaron con dos Humvees (blindados) y un tanque y cerraron la vía rápida. Pidieron por altavoces a los automovilistas que abrieran sus maleteros y capós para registrarlos», comentó Amir Hamad, de 13 años, señalando a la autopista que se ve desde allí. «Luego bajaron aquí, volvieron a verificar algunos coches, y, una vez tranquilos, comenzaron a repartir juguetes y golosinas entre los niños del barrio», añadió.

«Mi amigo Abas se abalanzó, le pedí que me esperara, pero se echó a correr. En ese momento llegó un coche detrás de él por una calle lateral y estalló. De Abas, sólo queda una sandalia», agregó, visiblemente conmocionado.

En los pasillos del hospital Kindi, abarrotados de víctimas ensangrentadas y heridos, predominaba el rojo. Algunos cuerpos fueron decapitados por la potencia de la explosión y otros amputados de piernas o brazos, pero la mayoría carbonizados. Los familiares corrían hacia el hospital y, frente a él, mujeres enlutadas se golpeaban la cabeza en señal de duelo, mientras los hombres llevaban en brazos los cadáveres que introducían en ataúdes.

«Sólo destruyeron una vida estadounidense, pero mataron a decenas de niños», gritó, desgarrado por el dolor, Hasán Mohamed, quien perdió a su hijo Alaa, de 13 años, y no se explica por qué arremeten contra civiles.

Cuando Abú Amed salió a buscar al suyo, solamente encontró su bicicleta. Lo reconoció en la morgue por su cara, ya que el resto del cuerpo estaba calcinado. Radi Hamud halló vivo a su hijo Husam, de 13 años, pero sin piernas y en un estado crítico. «Mataron a todos los niños del barrio», afirmó entre sollozos. Tras recorrer todos los hospitales de la zona, Hana Alí, de 31 años, volvió al lugar del drama y bajo los escombros encontró la cabeza de su hijo de 11 años, una vivencia insoportable para una madre desgarrada de dolor. (AFP)


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